Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 13 de junio de 2008

Falta de respeto

(Artículo de opinión publicado en la página 13 del diario El Nacional, el viernes 13 de junio de 2008)

No fue una sorpresa la promulgación del decreto con fuerza de Ley del Sistema Nacional de Inteligencia y Contrainteligencia. La estaba esperando, aunque debo confesar, ingenuo de mi, que tenía la íntima y secreta esperanza de que tal ley nunca viese la luz pública.

Fue sorpresiva, sin embargo, la actitud del Presidente Chávez al derogarla y proponer su revisión y modificación por la Asamblea Nacional. No obstante, no albergo esperanzas de corrección de fondo, estimo que le harán maquillajes retóricos, sobre todo por que esta ley es un extenso refrito de la Ley Orgánica de Seguridad de la Nación, promulgada por la Asamblea Nacional en 2002.

Y no podrá ser diferente. Un gobierno autoritario, hegemónico, desvinculado de las realidades del desarrollo de la humanidad y sin respeto por los derechos personales, no lo podrá hacer de otra manera, tendrá que plasmar su miedo a la verdad, al libre pensar y accionar y a la democracia, en un instrumento represor, perseguidor y generador de la más abyecta desconfianza entre los ciudadanos, poniendo decisiones y apreciaciones de traición, colaboracionismo y otras acusaciones, en las manos de algún “propio”, que no por ideológicamente convencido será más puro, si no que por jala mecate y buscador de méritos ‘revolucionarios”, será más contundente y acogotador con quien, débil eslabón de la infinita cadena de verdaderos luchadores libertarios, ose oponerse y manifestar de alguna forma su desacuerdo y desagrado con la vida que en Venezuela estamos siendo obligados a vivir.

Siento vergüenza ante mis hijos y nietos que tendrán que vivir ese espectáculo grosero y malhadado de represión, persecución y limitación de libertades.

Siempre me sentí, como otros, responsable del futuro, pero algo no hicimos bien. ¿Qué tanto fallamos que ahora el carro del futuro va para atrás? ¿Qué desventura nos espera peor que ésta? ¿Por qué, si estamos convencidos de que la razón, la solidaridad, el respeto y el trato igualitario y decente, son nuestras intenciones más puras y sanas, no supimos inducirlas en nuestros compatriotas; qué les transmitimos entonces?

Leí el decreto con mucha atención y tuve la aguda y lastimosa percepción de que en ella se falta el respeto al ser humano.

Lo que falta ahora es una disposición sanitaria que decrete, tal y como sucedió en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en época de Stalin, que la disidencia es enfermedad mental, aunque sea en forma de “delirio de reformas”, diagnóstico impreciso que puede acoger cualquier definición perpetrada por quien desee meter a alguien en un hospital psiquiátrico. Cárcel blanda, penitencia permanente; tal y como fue aplicado al caso del General Grigorenko –coja pelota, Baduel– héroe de guerra y disidente político, arrestado en 1964, declarado varias veces mentalmente perturbado y enviado igual número de veces a asilos psiquiátricos, además fue expulsado del partido, degradado y despojado de su pensión. Su historia se conoció al ser publicada por los “samizdat”, editores clandestinos, que llegaron incluso a editar un “Manual de Psiquiatría para Disidentes”.

Que no tengamos nunca que describir como ser “psiquiátricamente sanos” ante el régimen gobernante en Venezuela y que la prudencia, el disimulo, el sigilo y el miedo a la fuerza del gobierno disfrazada de ley, no sean los guías de nuestra conducta futura, son mi esperanza ante esta falta de respeto por la dignidad del venezolano.

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Caracas, Venezuela
Médico psiquiatra en ejercicio