Tuvo un sueño…
(Artículo de opinión publicado en la página 9 del diario El Nacional, el 4 de abril de 2008)
Tal día como hoy, en 1968, fue asesinado Martin Luther King. Un desconocido segó una de las esperanzas más sólidas y sentidas que ha tenido el pueblo norteamericano. No sólo fue el paladín de las libertades e igualdad de los afroamericanos, también lo fue, por apropiación espontánea, de las minorías excluidas, de los indígenas, los latinos y quien sabe de cuantas otras personas que, sin distingo de razas o colores, se sintieron atraídas por su natural disposición a la no violencia y a la desobediencia civil.
A su muerte, con 39 años de edad, era doctor en Teología, pastor Bautista, tenía un buen matrimonio y cuatro hijos, había sido presidente del Consejo Directivo de la Asociación de Cristianos del Sur, había fundado la Conferencia Sureña del Liderazgo Cristiano, le habían concedido en 1964 el premio Nóbel de la Paz y su actitud, congruente con su vida y su prédica, le señalaba como uno de los personajes más influyentes en la política de los EE.UU. y del mundo.
Inspiró su actitud de resistencia pasiva no violenta y de activa desobediencia civil, en las actitudes similares preconizadas por Gandhi y, como él, fue asesinado por ser congruente con sus ideas y defenderlas.
Quién le asesinó, seguirá siendo un misterio. James Earl Ray, confesó pero se desdijo días después de haber sido condenado a 99 años de prisión. Los hijos de King no creen que Ray fuera el asesino y hasta le ayudaron a defenderse de esa acusación. Un tal Lloyd Jowers fue condenado como participante en una conspiración para matar a Martin Luther King. Pero la certeza de quien le asesinó seguirá eludiendo a la historia.
Hoy, somos muchos quienes compartimos las ideas de la resistencia no violenta y su escalada, en caso de necesidad, hasta la desobediencia civil. Entendemos que tal posición puede ser vista como una fuente de fortísima irritación pública y gubernamental, pues la resistencia pasiva no violenta tiene en su fondo una posición de pasivo-agresividad difícil de modificar por la fuerza y generadora del uso de fuerza desmedida y brutal por parte de la contraparte. Los oprimidos, sometidos, agredidos y agraviados, hemos aprendido a manejarnos al tenor de esos conceptos. Los gobiernos, simplemente, no han podido, no pueden y dudo que alguna vez aprendan a manejarse con la oposición no violenta, decidida, congruente y constante.
El arma más contundente de la cual disponemos en política, es el voto. A través del voto se establecerán los logros de la sociedad y se apartarán del camino quienes intenten someter a la sociedad civil a la ignominiosa práctica de la desigualdad, la exclusión personal y política, la discriminación de cualquier tipo y el sometimiento a leyes espurias que limiten las libertades y derechos que todos tenemos por igual.
No atender la voz clara y definida del pueblo expresada a través del voto es un reto funesto. Ir en contra de los deseos y voluntades de la mayoría es una temeridad. Nada justifica una acción política gubernamental de desconocimiento del voto. Tenga la seguridad el gobierno que el pueblo que ya dijo NO de forma inequívoca lo volverá a decir con su actitud. Los ejemplos válidos llenan las almas de orgullo y determinación. Cuarenta años de la muerte del hombre de “Yo tengo un sueño” y sesenta de la del “Alma grande” (Mahatma) como llamó a Gandhi el poeta Rabindranath Tagore, son apenas segundos en la influencia que sus actitudes tienen y tendrán en el hombre actual.