Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

sábado, 14 de julio de 2007

¡Milagro!

(Artículo de opinión publicado en la página 15 del diario El Nacional, el 13 de julio de 2007)

Cicerón, apoyado en su vasta cultura y aguda percepción de las virtudes y miserias humanas, fue un crítico acerbo de todos los eventos y personalidades de su tiempo. Los milagros no escaparon a su pluma, siendo así que hasta hoy resuenan sus palabras: “Nada sucede sin causa y nada sucede a menos que pueda suceder. Cuando aquello que puede suceder, de hecho sucede, no puede ser considerado un milagro. Así pues, no hay milagros.” Esa concepción pragmática del milagro, ha permanecido vigente en las mentes y actitudes de muchas personas. Posiblemente la razón principal sea la no aceptación de un signo de la existencia de Dios, pues aceptar un hecho como milagro implica un compromiso con la vida espiritual y por tanto con los dictados de la religión que profesas o profesarás de ahí en adelante.

La mayoría de las personas somos más sencillos en nuestro pensamiento y nos resulta un alivio y un refuerzo a nuestra fe saber que los milagros suceden. No necesitamos explicaciones. De hecho no conozco ninguna explicación causal de algún milagro, como no sea la fe, la devoción, la intensa emoción del peticionario y la serena paz y agradecimiento de todos.

El predicador cristiano Billy Graham dijo en una oportunidad: “… para mi los milagros de Cristo son esenciales. No son esenciales para la salvación pero si para vivir cristianamente.”

A quienes interceden ante Dios por que suceda ese hecho que desafía la razón y la naturaleza de los humanos, les llamamos de varias formas, según la religión que cada quien practique. La religión católica les llama Venerables, Beatos y Santos, según el estadio en que se encuentren en el proceso de santificación. Los católicos les rezamos y les pedimos, no importa a que nivel se encuentren en el proceso de reconocimiento, para nosotros son, de una vez, santos y como tales objeto de nuestra devoción y, eventualmente, bálsamo de nuestra desesperación.

A veces no es un santo reconocido quien intercede por el milagro. Son incontables las historias de seres queridos que en nuestros sueños siguen dándonos sus bendiciones y cuidando de nuestro bienestar, hasta el punto de conseguir el milagro de nuestra curación. Es la fe privada e íntima de confiar para siempre en los seres que nos han amado y hemos amado.
Algo de eso hemos vivido los venezolanos en los últimos días. No me cabe duda del esfuerzo que muchos hicieron pidiéndole a cuanto santo conocían y a todos los santos en general, además de la vírgenes y del propio Jesús y sus otras dos divinas personas, para que ganara la Vinotinto o para que no cerraran a RCTV. Afortunadamente nuestros intercesores divinos se ocupan sólo de problemas que nosotros no podemos resolver y no resolvieron con un milagro algo que podemos solventar con práctica, inteligencia, decisión, arrojo y todos unidos.

Una de esas situaciones que los humanos no pudimos resolver fue la muerte en el vientre materno de quien luego, por intercesión de la madre Candelaria de San José, nació y fue llamada Milagros del Valle Candelaria. Hecho aceptado como milagro por el tribunal eclesiástico, añadiendo así la condición de Beata a la madre Candelaria de San José. De esa niña, hoy con once años de edad, no sabemos cuanto está destinada a ser y hacer, pero el hecho de vivir y estar entre nosotros y haber salido airosa de tantos problemas de salud, nos indica que es un ser como cualquiera que tiene que empeñarse y luchar para tener una vida buena y cumplir con sus deberes de criatura por la gracia de Dios. Como todos nosotros.

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Médico psiquiatra en ejercicio