Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

sábado, 28 de julio de 2007

¡Cónchale!

(Artículo de opinión publicado en la página 15 del diario El Nacional, el 27 de julio de 2007)

Algunas exclamaciones venezolanísimas vienen solas a la garganta cuando se nos revuelve el sentido de justicia y la percepción de las diferencias en el trato social, económico y político. La equidad es un sentido que está muy desarrollado en todos los venezolanos. Salvo excepciones, casi todos sentimos con dolor, ira y profundo malestar las inequidades. Todos queremos corregirlas, no todos sabemos como hacerlo, por eso confiamos en los líderes que muestran esa clara disposición a hacerlo y que nos transmiten su oferta optimista de logros en el camino de la disminución de las desigualdades. Por eso, creo que la oferta que nos hizo la Constituyente con la Constitución del 2000, fue aceptable y esperanzadora.

La Constitución debe ser mejorada y ajustada a los tiempos y necesidades de la nación. Plantear su actualización y perfeccionamiento es adecuado y deseable. Lo que no es aceptable es cambiarla en lo esencial, modificar el espíritu de la Ley y moldearla a las necesidades personales o ideológicas del grupo gobernante. Ahí estamos entrando en problemas cuya solución futura va a depender de cambios cada vez más radicales y hasta cruentos.

Es obvio que este gobierno que se autodefine como revolucionario no es tal. Al Presidente Chávez la historia no lo va a recordar como revolucionario, pero sí como reformador. La “caótica era de las reformas” llamarán a este período turbulento de la historia venezolana. Hay tantas reformas ya hechas y otras andando que cuesta adaptarse, pero lo que es triste y preocupante es que alguien pueda pensar que reformar es revolución. En algunas de esas reformas vemos regresar el pasado aciago y casi olvidado.

En el tapete está la modificación de la reelección presidencial. Se ha planteado la reelección indefinida o continuada. Muchos piensan que es la misma cosa y que lo de “continuada” es un eufemismo. Otros piensan que es un engaño semántico para meternos gato por liebre.

Yo lo entiendo de manera diferente. Pienso que en el primer caso, la reelección indefinida, se trata de que se puede reelegir al candidato cuanta veces se presente a elecciones, en secuencia o no, es decir, que podría no salir en un período pero si en el siguiente y así indefinidamente; en el caso de la reelección continuada, me parece que se trata de que tal reelección sólo es posible para el siguiente período, pero si no saliese electo se pierde la continuidad y por tanto la posibilidad de ser reelecto, de ahí en adelante. Si esa hubiese sido la condición en la constitución anterior, ni Caldera ni Carlos Andrés Pérez hubiesen podido ser reelectos, por falta de continuidad.

Francamente pienso que eso es un enredo mayúsculo. Fijarle límites a la reelección es deseable y sano para la democracia, pero inaceptable para el egocentrismo personalista y autocrático. Sólo va a faltar la unción divina y la adoración mediática y popular.

Pero supongamos que sí, que va la reelección ilimitada, ¿por qué permitirla sólo para el Presidente, por qué no para gobernadores y alcaldes? Si se va a modificar el artículo 230 de la Constitución, modifiquemos también el 160 referente a los gobernadores y el 174 que fija la reelección limitada de los alcaldes.

Yo propongo la reelección por el número de períodos que sea, en secuencia o no, de gobernadores, alcaldes, parlamentarios y cualquier otro cargo público por elección, como el de Presidente. Eso se acercaría más a lo que es democracia, porque lo que es igual, no es trampa.

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