Estoy harto
Todo en esta vida tiene sus límites. Desde la vida misma, demasiado corta para algunos, aunque vivan más años que Matusalén y demasiado larga, para otros que en plena adolescencia se creen que ya no tienen más que vivir.
Vivir es ciertamente muy agradable. Sobre todo si vivimos con paz y confort. Sin embargo, del confort podemos prescindir; de la paz no.
No tener paz es una desgracia. Tanto que podremos pasar la vida entera buscándola. Por eso algunos, la mayoría. entendemos que procurar paz para nosotros y para nuestros semejantes es una meta noble y deseada.
Hay, sin embargo, quienes se pasan la vida procurando que la paz no llegue a los demás, perturbando a cada momento el equilibrio del diario vivir y las esperanzas para el futuro. La paz, generalmente, es difícil de conseguir y no suele ser muy estable. Tanto es así, que mantenerla se constituye en una función primordial entre los humanos. A veces, en aras de mantener la paz, los seres humanos soportamos cierto nivel de presión externa. Niveles que pueden ser en ocasiones hasta humillantes e indignos. Pero estos también tienen su límite.
La función principal de un gobernante es procurar para sus gobernados la paz y el confort, entendiendo por confort aquello que produce bienestar y comodidades y haciendo la salvedad de que comodidades son lo necesario para vivir a gusto y con descanso, además de disfrutar de ventajas y oportunidades y sentir que nuestras vidas y acciones son interesantes y útiles a nosotros mismos y a los demás.
Pues bien, siento que desde hace al menos 8 años yo no siento paz en el ambiente y tampoco siento confort. Si hasta el 27 de mayo me sentí mal y acongojado por la trampa a las libertades civiles que se nos venía tejiendo, desde el 28 me siento peor. Diría que me siento enfermo, me siento triste y adolorido. No siento paz alguna y el confort de saber que dependemos de nosotros mismos se ha tornado en temor a los gobernantes y a la discrecionalidad con la cual pretenden y de hecho lo hacen, manejar nuestras vidas.
Sentir el engaño y la mentira en boca de los gobernantes (p.ej.: Chacón diciendo que no le quitarían sus equipos a RCTV, Lucas Rincón diciendo que el Presidente renunció); sentir la amenaza constante en boca del jefe del estado y sus secuaces, a veces con connotaciones tan graves y degradantes para el pueblo como cuando nos amenaza con “hacer bajar los cerros”. Terrible admonición para quienes tienen tal falta de confort como para tener que vivir allí y en esas condiciones y que de repente el supuesto ídolo político y social le haga ver que son carne de cañón para presionar, doblegar y someter a quienes tienen más ventajas, como si tenerlas estuviese vedado para quienes no las tienen. Hoy estás allí, mañana aquí, usurpando lo de otros y pasado mañana cuando tengas tus inicios de confort, ¿nadie te las quitará?
La verdad es que estoy disgustado, harto y muy desilusionado. Ya no se puede confiar ni en la izquierda revolucionaria, en una época personas íntegras, austeras y dedicadas a procurar el bien de sus semejantes, hoy revanchistas, humilladores consuetudinarios, carentes de caridad y ausentes de compasión, para quienes la venganza, la amenaza y el despojo constituyen un premio a su incapacidad para ser buenos gobernantes. El poder por el poder es una vergüenza humana.