Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

miércoles, 30 de mayo de 2007

Estoy harto

Todo en esta vida tiene sus límites. Desde la vida misma, demasiado corta para algunos, aunque vivan más años que Matusalén y demasiado larga, para otros que en plena adolescencia se creen que ya no tienen más que vivir.

Vivir es ciertamente muy agradable. Sobre todo si vivimos con paz y confort. Sin embargo, del confort podemos prescindir; de la paz no.

No tener paz es una desgracia. Tanto que podremos pasar la vida entera buscándola. Por eso algunos, la mayoría. entendemos que procurar paz para nosotros y para nuestros semejantes es una meta noble y deseada.

Hay, sin embargo, quienes se pasan la vida procurando que la paz no llegue a los demás, perturbando a cada momento el equilibrio del diario vivir y las esperanzas para el futuro. La paz, generalmente, es difícil de conseguir y no suele ser muy estable. Tanto es así, que mantenerla se constituye en una función primordial entre los humanos. A veces, en aras de mantener la paz, los seres humanos soportamos cierto nivel de presión externa. Niveles que pueden ser en ocasiones hasta humillantes e indignos. Pero estos también tienen su límite.

La función principal de un gobernante es procurar para sus gobernados la paz y el confort, entendiendo por confort aquello que produce bienestar y comodidades y haciendo la salvedad de que comodidades son lo necesario para vivir a gusto y con descanso, además de disfrutar de ventajas y oportunidades y sentir que nuestras vidas y acciones son interesantes y útiles a nosotros mismos y a los demás.

Pues bien, siento que desde hace al menos 8 años yo no siento paz en el ambiente y tampoco siento confort. Si hasta el 27 de mayo me sentí mal y acongojado por la trampa a las libertades civiles que se nos venía tejiendo, desde el 28 me siento peor. Diría que me siento enfermo, me siento triste y adolorido. No siento paz alguna y el confort de saber que dependemos de nosotros mismos se ha tornado en temor a los gobernantes y a la discrecionalidad con la cual pretenden y de hecho lo hacen, manejar nuestras vidas.

Sentir el engaño y la mentira en boca de los gobernantes (p.ej.: Chacón diciendo que no le quitarían sus equipos a RCTV, Lucas Rincón diciendo que el Presidente renunció); sentir la amenaza constante en boca del jefe del estado y sus secuaces, a veces con connotaciones tan graves y degradantes para el pueblo como cuando nos amenaza con “hacer bajar los cerros”. Terrible admonición para quienes tienen tal falta de confort como para tener que vivir allí y en esas condiciones y que de repente el supuesto ídolo político y social le haga ver que son carne de cañón para presionar, doblegar y someter a quienes tienen más ventajas, como si tenerlas estuviese vedado para quienes no las tienen. Hoy estás allí, mañana aquí, usurpando lo de otros y pasado mañana cuando tengas tus inicios de confort, ¿nadie te las quitará?

La verdad es que estoy disgustado, harto y muy desilusionado. Ya no se puede confiar ni en la izquierda revolucionaria, en una época personas íntegras, austeras y dedicadas a procurar el bien de sus semejantes, hoy revanchistas, humilladores consuetudinarios, carentes de caridad y ausentes de compasión, para quienes la venganza, la amenaza y el despojo constituyen un premio a su incapacidad para ser buenos gobernantes. El poder por el poder es una vergüenza humana.

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Médico psiquiatra en ejercicio