Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 2 de marzo de 2007

Quimeras

(Artículo de opinión publicado en la página 13, del diario El Nacional, el 2 de marzo de 2007)

Todos hemos pensado la posibilidad de un país perfecto, donde la comodidad, la salud y la ausencia de sufrimientos sean la fuente de nuestro bienestar. Queremos una sociedad justa, en la cual la riqueza sea innecesaria y la pobreza inexistente y se repartan los bienes y servicios equitativamente.

Ninguna utopía ha resultado. Alguna, como la Unión Europea, ha mostrado una cara alegre. Ciertos países con disciplina social y fiscal, se acercan al éxito, otros batallan por lograr la disciplina que se transformará en beneficios sociales y económicos.

La Gran Colombia fue un cuento; los intentos de unión en América, tampoco han resultado. Cuba y Venezuela difícilmente podrán establecer una asociación comunitaria.

La Unión Europea ha crecido lentamente, entre otras razones por que no dependen de caudillos, que siempre perturbaron el desarrollo de la unión, ni de una ideología política y sí de varios puntos de coincidencia, como bienestar, apoyo, solidaridad e interrelación. No obstante, han tenido tropiezos: se la acusa de favorecer el aumento de la pobreza y el desempleo, de haber incrementado la brecha entre ricos y pobres, y ser complaciente ante el consumo de drogas, los daños a la ecología causados por la contaminación y la urbanización de las zonas rurales. Pero lo más grave, es la posibilidad de que la pobreza actual y la futura, sea transmitida de una a otra generación.

A pesar de esas no tan buenas noticias, la mayoría de sus habitantes opinan que la Unión Europea está muy bien, les ha favorecido, seguirá mejorando y les gusta vivir allí.

Venezuela ha tenido que vivir los inicios y continuaciones de políticas de estado desconectadas de las realidades, adoptando la actitud política de que lo importante es decir lo que se quiere hacer, no el hacerlo. La acción gubernamental es así y autoritaria. El gobierno llama “negociar” a la sumisión a sus decretos: dominar la inflación, doblegar los elevados precios, sustituir con importaciones las faltas de insumos de primera necesidad. Subsidiar a los de fuera, mientras se prensa a los de aquí. Subsidiar a los de aquí, sin racionalizar los costos. Es difícil entender esa estrategia que no parece estrategia ni nada, pero sí pura improvisación.

También aquí ha aumentado la brecha entre ricos y pobres; ha desaparecido la clase media. Podemos acusar nuestro gobierno de lo mismo que acusan a la Unión Europea, pero la diferencia está en que aquí nos lo imponen, no nos lo consultan y nos cambian las reglas del juego a menudo.

Soñar no cuesta nada. Demasiados venezolanos sueñan una quimera utópica, inducida por ese pródigo soñador trasnochado que ha colmado las ansias de felicidad de los venezolanos con espejitos, banderitas cubanas, alfombritas iraníes y lamparitas chinas.

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