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viernes, 16 de febrero de 2007

Propuesta endógena: parentelismo

(Artículo de opinión publicado en la página A-7, del diario El Nacional, el 16 de febrero de 2007)

Los venezolanos estamos haciendo un esfuerzo para comprender y asimilar los cambios que se están sucediendo en nuestro país.

Es evidente que los planteamientos de las cuestiones más básicas de la cotidianidad pública ya no son como antes. Hasta las reglas más simples de la cortesía y el respeto en política han cambiado. Al ciudadano se le trata con respeto aparente, pero la realidad es que el trato paternalista y lleno de promesas, es la máscara del irrespeto a su dignidad, a su capacidad para decidir lo que desea y cree que le conviene y para que acepte con júbilo –por la dádiva prometida– la amputación de derechos y futuro que, probablemente, no sabe que tiene.

La improvisación, que es la norma, se explica porque lo que importa no es lo que se diga o haga, ya que la finalidad de decir o hacer es irrelevante, lo que se desea con esas acciones es generar un estado de incertidumbre, inquietud, incitación a la desobediencia y alteración del orden público.

Estas situaciones no son sólo motivadas en el gobierno, también se encuentran en la empresa privada. Por ejemplo, hace un tiempo un grupo económico vendió un banco privado a otro grupo y el Presidente, algunos miembros de la Directiva y los asesores legales, se enteraron el día que los despidieron.

Algunos altos empleados del gobierno se enteran de su súbita democión cuando lo anuncia el Presidente por televisión o cuando vienen los nuevos y los desplazan, sin cortesías ni miramientos.

Las leyes, normas y decretos, sirven un tiempo y luego no se aplican más. La Constitución, que fue proclamada como la mejor del mundo, ha sido abusada y pervertida, ahora será cambiada y no por voluntad popular, ni por acúmulo de experiencias que debían ser incluidas entre sus párrafos, no, será modificada por el gusto, gracia y obra del jefe del estado.

El nepotismo fue un mal que azotó las sociedades, tanto civiles como militares y religiosas, y en particular a los gobiernos, pues facilitaba el agavillamiento, aumentaba el poder de forma desmedida, cercenaba los canales de comunicación con los jefes políticos y administrativos, y se prestaba para otros de los grandes males administrativos y políticos, como son la corrupción y la negligencia. Pues bien, resulta que ahora no es así, el nepotismo es tan común en nuestro gobierno que ya es costumbre y hasta necesidad. No hay jefazo que no emplee a un familiar cercano o lejano. Los encontramos en todas las instancias, desde la Presidencia y la Vicepresidencia hasta todos los cargos posibles. Las explicaciones de tales actos comienzan por “la ley no lo prohíbe”, lo cual es cierto, pues ha desaparecido de la mayoría de las leyes la frase aquella que planteaba hasta el cuarto grado de consanguinidad y segundo de afinidad como impedimento para ejercer funciones administrativas.

Por eso y para promover una actitud de raíces autóctonas que sea profundamente endógena, propongo el cambio de la denominación del jefe del estado, de Presidente a Gran Cacique y los gobernadores o los vicepresidentes regionales, lo primero que disponga la habilitante, serán llamados Caciques, a secas. Recuperaremos también el nombre de “tribu” para aquellos grupos especialmente distinguidos por sus nexos familiares y de poder y esperaremos con ansiedad y deleite el momento del primer traspaso de poder a los descendientes, con la cual se dará inicio a la institucionalización del caciquismo hereditario. Mientras tanto, y para no desesperarnos, observaremos como crece y se desarrolla la nueva clase política de la tribu dominante, ávida de demostrar influencia a través del parentelismo y del muy dulce dejar hacer.

Será como en algunos países árabes, donde la familia real se encarga de todo. Por el solo hecho de ser miembro de la familia gobernante se tiene derecho a detentar cualquier cargo. No tendremos más socialismo, tendremos pura y simplemente: parentelismo democrático, ya que todos los miembros de la parentela tienen igual derecho a ser empleados públicos del empleado público originario.

La oposición parece no darse cuenta de que el termómetro del oficialismo es el nivel de disgusto de los opositores. Mientras más disgusto y rabia sintamos y expresemos, más convencidos estarán los gobernantes de que lo están haciendo bien; y si para conseguir esa actitud el Presidente y sus camaradas tienen que hacer y decir barbaridades que desafíen la inteligencia y serenidad de las personas, lo harán y lo seguirán haciendo, por que el juego se llama: soliviantar (inquietar, incitar y alborotar).

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