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viernes, 16 de marzo de 2007

Halabja

(Artículo de opinión publicado en la página 13, del diario El Nacional, el 16 de marzo de 2007)

Hoy conmemoramos uno de los más tenebrosos días vividos por la humanidad.

Si las masacres, genocidios y otras acciones destructoras de vidas inocentes, nos llenan de conmiseración y nos espantan, el retorcido y manipulado acto de bombardeo a los pueblos kurdos con armas químicas, durante la guerra entre Iraq e Irán, además nos llena de angustia, porque la discriminación y amenaza genocida todavía pesa sobre los kurdos.

Por años se informó que habían sido las fuerzas iraníes quienes lanzaron del 16 al 18 de marzo de 1988, un continuo bombardeo de gases contra la población de Halabja. A pesar de las evidencias y narraciones de testigos, mostrando que los autores de semejante tropelía habían sido los iraquíes, las fuerzas de inteligencia norteamericanas denunciaron como culpable a Irán. Ese criterio prevaleció por años y sólo cambió cuando investigadores de las Naciones Unidas, de Human Right Watch y de los propios kurdos, demostraron la responsabilidad de Iraq. Posteriormente, el gobierno iraquí reconoció que utilizó armas químicas con la finalidad de atacar a las fuerzas iraníes que habían invadido Halabja 5 días antes; inaceptable justificación.

Más de 5.000 personas murieron en esos 3 días. Probablemente la cifra total llegó a 10.000, con los fallecidos a causa de los problemas de salud causados por los gases venenosos que, además de su acción inmediata, contaminaron los alimentos, el agua y la tierra, generando así la destrucción continua y permanente de la zona bombardeada.

Con sobrada razón el Protocolo de Ginebra de 1925 prohibió el uso de armas de guerra químicas y biológicas y la Convención de Ginebra, en 1972, exigió que ni se fabricasen ni se almacenasen más dichas armas, propuesta que fue adoptada por las Naciones Unidas y de la cual Iraq fue signataria.

Sadam Hussein, ajusticiado recientemente, no fue inculpado por ese genocidio, no se por qué, presumo que eran tantos los cargos en su contra, que decidieron juzgarlo secuencialmente y fue así que le condenaron, únicamente, por la masacre de Dujail en 1982.

La enemistad entre grupos humanos sigue siendo difícil de solucionar, no obstante el actual desarrollo social y político de la humanidad. Nos damos golpes de pecho y somos capaces de reclamar a Dios los éxitos y ventajas que debimos lograr y asumir, pero no somos capaces de dirimir nuestras diferencias, de aceptarnos y de actuar con la compasión que demandamos en los demás.

Halabja será sólo un hecho aislado sin memoria, si no entendemos que somos iguales y que debemos respetar y acoger a nuestros semejantes en desgracia o en carencia. No podemos aceptar que las diferencias sean barreras sólo superables por la desaparición física o la inhabilitación civil de quienes no son como queremos que sean.

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