Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 19 de enero de 2007

Ni es socialismo ni es democracia

(Artículo de opinión publicado en la página A-7, del diario El Nacional, el 19 de enero de 2007)

Últimamente, los venezolanos hemos recibido una avalancha de información sobre lo que es el socialismo del siglo XXI, que es como llaman el gobierno y sus partidarios a esa actitud despreciativa, insolente y supuestamente innovadora que les caracteriza. Cuanto se les ocurre, salga bien o salga mal, es socialismo del siglo XXI. Tratan de dar la impresión de que se trata de un plan estratégicamente bien diseñado, que ha evolucionado por fases bien estudiadas y que se está cumpliendo en tiempo, lugar y forma, ajustado a la idea original.

La realidad es que las cosas no son así. Al lado de los sesudos ideólogos del movimiento chavista, imbuidos de sentimientos de retaliación e ideas fundamentalistas, que les llevan a pensar que el béisbol profesional es una aberración social y política, están personas de pocas luces y escasa cultura, que se mueven por la influencia paternalista, dadivosa y atrayente de Hugo Chávez y sus súbitas improvisaciones.

El engaño está bien montado. Se cubren las apariencias todo el tiempo. Sólo se acepta lo que conviene aceptar. La realidad es sólo aquello que queremos que se tome por tal. Por ejemplo, luego del anuncio de las expropiaciones de la Electricidad de Caracas y de CANTV, se desplomó la Bolsa de Caracas, pero para el flamante nuevo Vicepresidente, en la bolsa no había pasado nada y en nada se afectaba a las finanzas de los venezolanos.

Esa diferencia entre la realidad y lo que el gobierno quiere que veamos y sintamos es lo que define el socialismo del siglo XXI. Un socialismo sin democracia, de hecho ni siquiera es socialismo y mucho menos comunismo, es, quizá, un capitalismo de estado. La verdad es que no hay palabra que lo defina. No es democrático el hecho de que no exista alternabilidad en los cargos de elección, que no haya división de poderes, que el Presidente y el gobierno en general, actúen por discrecionalidad personal basada en interpretaciones más o menos emocionales de los asuntos y no basados en las leyes; la supresión del canal 2 de televisión es el mejor ejemplo. No es democrático un gobierno que se empeña en mantener tres categorías de ciudadanos: los inscritos en el partido único del gobierno, únicos autorizados a trabajar o contratar con el estado, los que no pertenecen al partido único o firmaron el revocatorio y por último, en tercera categoría, el grupo de personas despreciadas y abandonadas que están en la cárceles de Venezuela, por la razón que sea, sufriendo una pena que no contemplan las leyes: la degradación moral, el hambre, las dilaciones procesales, el derecho a nada y la incitación a la agresión y al motín, con su saldo enorme de muertos y heridos.

Los golpes de timón son la regla, no la excepción. Leyes promulgadas el año pasado ahora serán cambiadas. Los pequeños cultivos, en espacios públicos y en el hogar, ya no serán apoyados por el gobierno. Ya no tendrá la gente el huerto en el techo, ni los gallineros verticales. Mercal será ahora la misión alimentación, pero ¿y qué era Mercal?

¿Qué hacer ante esa pared de ideologías acomodaticias, ácidas, anacrónicas y desechadas por inútiles o nefastas para gran parte de la humanidad?

Nada. Contra ese tipo de actitudes no hay lucha posible. La situación es planteada de tal forma que cualquier manifestación de desacuerdo que se haga o diga, implica una descalificación automática, un distanciamiento forzado y la única posibilidad de lograr algún tipo de acuerdo o participación, se reduce a la humillante cesión ante el más fuerte y poderoso. Así pues, sólo cabe adoptar una actitud diferente en el medio en el cual podemos influir: nuestra casa, los compañeros de trabajo, en la calle, el autobús, el carrito, el metro, el cine, el teatro, la comunidad, los vecinos, en fin donde quiera que una actitud adecuada, respetuosa, equilibrada, justa, decorosa, empática y generosa, pueda ser desplegada. Donde quiera que el respeto pueda cambiar el trato recibido, ahí hay que actuar con decencia y teniendo presente que somos ejemplo para el futuro. Esa es la lucha que debemos dar y no enfrascarnos en discusiones estériles. Recordar que vivimos en un país con exceso de leyes que no se aplican y exceso de personas que se mueven por intereses del momento y estimulados por pasiones subalternas como el odio, la venganza, el desquite y el ansia de riqueza fácil e inmediata. No es batallando contra ellos como lograremos la preeminencia de nuestro criterio, es mostrando las bondades únicas de nuestra actitud positiva, optimista y perseverante que lo lograremos.

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