Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

sábado, 25 de noviembre de 2006

Temor sentimos todos y ahora más

(Artículo de opinión publicado en la página A-11 del diario El Nacional, el 24 de noviembre de 20006)

Aquí, nadie está seguro, tranquilo y feliz. Todos nos sentimos temerosos, angustiados y pendientes de lo que va a pasar el 3 de diciembre. Algunos, la mayoría, estamos seguros de que nuestro candidato ganará, otros lo están menos y estrujan sus angustias y temores contra su pecho. Pero no hay quien no albergue temor.

Chávez siente temor, piensa que si pierde tendrá que amarrar la cara y poner orden entre sus enardecidos seguidores. El sabe que sembró vientos y que se le acercan tempestades. Sabe que no podrá desconocer los resultados electorales y que para mantener una imagen local e internacional tan comprometida como la que él ha mostrado y justificado, tendrá que efectuar su pase a la oposición, pacífica y ordenadamente. ¿Qué más sentirá en estos días??

Otros personajes visibles del gobierno, están seguros de que si gana la oposición su exposición desde la administración pública habrá terminado y eso, cuando menos, significa falta de trabajo y silencio público. Es muy difícil vivir en la discreción cuando se ha conocido la opulencia, el poder desmedido y el centimetraje publicitario, aunque sea en los medios oficiales. Por eso, personajes como el actual Vicepresidente, preparan su huida disfrazada de retiro o jubilación y otros, como el ministro y presidente de PDVSA, dan un salto a la palestra pública y se convierten de la noche a la mañana en impulsores políticos, en activistas, y se preparan para abandonar ahora, por enroque, o después, por despido democrático, sus cargos gerenciales, y pasar así a ser líderes indiscutidos de sus emotivos camaradas políticos. Ramírez es el suplente evidente, el Raúl Castro local, el delfín ya identificado. Que Diosdado ni que Jesse, ni que Elías, aquí el nuevo motor, que puso a vibrar a los rojos, rojitos, es Ramírez y lo demás es cuento. ¡Cuídate Chávez, que te salió un líder inesperado! Y pudiesen ser varios, cuando otros se den cuenta de lo fácil que es y como el período electoral y los ánimos caldeados calientan el ambiente y se pueden dar súbitas explosiones de fama política. ¡Cuídate, que te están ladrando en la cueva!

Rosales y quienes le apoyan, estoy seguro, también sienten temor. ¿O es que usted, amigo lector, no sentiría temor de tener que administrar, guiar, enderezar y hacer progresar este inmenso frangollo en que se ha convertido el país? ¿Se imagina lo difícil que va a ser el lapso entre la designación por el CNE y la entrega de la banda presidencial, y tener que recibirla frente a una Asamblea contraria a su intención política? Ese señor Rosales tiene determinación, una paciencia enorme y serenidad ante las tensiones políticas.

Quienes no medramos de la política ni de los cargos públicos y nos interesa el acontecer de la sociedad y del individuo, también sentimos temor. Mis temores no son si Rosales ?cobrará? o si los oficialistas aceptarán la derrota. Mis temores son más profundos que eso. Le temo a la reacción triunfalista de quienes votaremos por Rosales, le temo a que no sepamos administrar el éxito, que creamos que el trabajo lo tienen que hacer los demás; que pensemos que ahora todo es problema de él, que nos olvidemos de que el futuro está en nuestras manos, que tenemos que, ahora más que nunca, ser partícipes activos y permanentes en el apoyo y colaboración con quien representa nuestros intereses y valores. Y si no lo hacemos así, iremos, indefectiblemente, a donde hoy no queremos ir.

También le temo, y hay que decirlo porque me come por dentro, a lo que podría suceder si no ganase Rosales. Le temo al desánimo, al entreguismo, al fatalismo, al culpar a otros de nuestra situación y al aislamiento de la realidad. Siento un inmenso temor a la parálisis, a la inacción. Ya la vivimos después del revocatorio. Fue tan notoria nuestra resistencia a luchar y a prepararnos, que un planteamiento tan absurdo como el de la abstención en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2005, caló en nuestro ánimo más rápida y contundentemente que el de luchar y luchar, y volver a luchar, todas las veces que sea necesario. La persistencia nos abandonó, el desaliento nos colmó, la constancia nos olvidó y la creatividad, que siempre nos ha distinguido, se agazapó en nuestro cerebro. Afortunadamente nuestro porfiado espíritu de superación ha logrado el regreso de esas cualidades y hoy nos sentimos como en nuestros mejores tiempos y así debemos continuar, a pesar de la adversidad. Los venezolanos somos resistentes, perseverantes, animados, esperanzados y creativos. Así tenemos que ser, con o sin Rosales.
alvarorequena@cantv.net

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