Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

sábado, 11 de noviembre de 2006

Chávez, ¡a la oposición!

(Artículo publicado en la página A-8 del diario El Nacional, el 10 de noviembre de 2006)

Todos los artículos de la Constitución son importantes. Todas las personas que integran una nación son importantes e imprescindibles. Para nuestra Constitución todos somos iguales y nos llamamos igual: ciudadano. Todos tenemos los mismos derechos y obligaciones, y nuestras ideas políticas, profesión, ocupación, intereses deportivos o preferencias sexuales, no son causa de deferencia alguna, tampoco lo son el color de nuestros ojos o el tinte de nuestra piel.

Pero en la República Bolivariana de Venezuela no sucede así. Aquí la Constitución, que es nueva, ya está obsoleta y está periclitando rápidamente. Casi ningún personaje del gobierno la cumple, aunque todos dicen estar apegados a ella, con lo cual sospecho que la tienen, pero no la practican, algo así como quienes tienen la Biblia de adorno y sólo la han hojeado para ver si aparece el 666, o para leer que le dijo Dios a Adán cuando lo mandó a trabajar para ganarse el pan con el sudor de su frente y se le acabó la inocente oportunidad de vivir en el Edén, sin penas, sin trabajo y con salud hasta el último día de su vida. Si eso es lo que aprenden de la Biblia, bien está, pues es importante saber que podemos pensar y actuar con libertad y que tenemos que trabajar para vivir. También es importante saber que como sociedad tenemos que proteger el derecho y estabilidad en el trabajo y que el salario debe ser suficiente para garantizarnos el alimento, el techo y el vestido.

Hay quienes irrespetan la confianza que los ciudadanos depositamos en la Constitución y, olímpicamente, se la saltan. A lo mejor no cometen un acto flagrante y directo de incumplimiento de algunos artículos, pero de que se la chulean, seguro que lo hacen.

Así sucedió con el ministro Ramírez, que habla como quien acaba de descubrir el marxismo de Mao y se permite decir públicamente que la Pdvsa de todos los venezolanos es sólo de ellos, los pocos y encumbrados directivos de la teta gigante que amamanta la "revolución" del presidente Chávez. Como si las revoluciones fueran de alguien y no del pueblo. Pueblo que no sabe en que revolución está, pues bien se cuidan los "revolucionarios" de decir en qué andan y por qué.

Ante estas actitudes desconectadas de las realidades y necesidades del pueblo, pero conectadas con el narcisismo y las necesidades de reconocimiento y encumbramiento político partidista, surge en mí un sentimiento de indignación. Sentimiento que me mueve a trabajar por la remoción de esos personajes que disponen a su antojo de los bienes públicos e, irrespetando nuestra condición de hombres libres e iguales ante la Constitución, deciden sobre nuestro derecho al trabajo y, peor aún, al trabajo en las empresas e instituciones del Estado.

Ya no se trata sólo de cambiar el presidente de un país agotado hasta las lágrimas por los maltratos, dispendio, promesas incumplidas, disminución de puestos de trabajo, desprecio de la formación y experiencia profesional, la protección e impunidad de delincuentes y el apoyo y soporte a palabras y acciones injustas, excluyentes, sectarias y fanáticas. Se trata de cambiarlos a todos, a todos quienes han seguido al líder en su desprecio por los ciudadanos. Enviarlos a sus casas a meditar sobre los desafueros que cometieron, con la esperanza de que cambien y enseñen a otros el respeto y la solidaridad que tanto despreciaron.

Lo mejor que he oído últimamente, ha sido la propuesta del candidato opositor que dijo que decretará la inamovilidad laboral de los empleados públicos y sólo cambiará a aquellos en cargos de confianza y de libre remoción. Individuos como el ministro Ramírez no pueden ser gerentes adecuados de nada público, les irá mejor como activistas políticos en la futura oposición. Lo mismo pienso de Chávez y de muchos otros.

Rosales ganará y los sustituirá, eso espero. A los oficialistas les conviene. Están desgastados y han perdido credibilidad y apoyo popular. Desde la oposición podrán trabajar por reconquistar el apoyo que una vez tuvieron. Si lo hacen, les veremos pedir el revocatorio de Rosales en 2010.

Si con Rosales, todos, trabajando juntos, lo hacemos bien, Rosales seguirá, si no lo hacemos bien, lo revocarán y no podremos quejarnos, pues entonces, igual que ahora, nuestra inercia y nuestra falta de arrestos para enfrentar aquello de lo que amargamente nos quejamos, serán los culpables, como lo son hoy, de las "profundizaciones" y maltratos que estamos recibiendo.

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