Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 18 de agosto de 2006

Fuga

(Artículo de opinión que fue publicado el día 18 de agosto de 2006 en la página A-9 del diario El Nacional)
Entiendo que alguien se fugue de una prisión en la cual se encuentra a la fuerza e imposibilitado de demostrar su inocencia y a cada intento de comprobar su solvencia legal, social y personal, se tope con una nueva mentira, un nuevo cuento y una nueva acusación, tan atrabiliaria o falsa como la anterior.

Lo que no puedo entender es por que lo hacen ahora, cuando, supuestamente, estaban acercándose al final de los juicios y apelaciones, a las anulaciones, reposiciones y no se qué otras posibles soluciones legales que, en opinión de sus abogados, estaban al alcance de la mano.

Sólo el temor y la inseguridad respecto de sus vidas y la desconfianza en el sistema judicial que les administraría justicia, pueden explicar la evasión de los tres oficiales Farías y el señor Carlos Ortega, de la prisión de Ramo Verde.

¿Qué será de ellos, qué harán, donde se esconderán, cuando contactarán a sus familiares, cuando nos dejarán saber qué van a hacer, qué país les dará asilo?

Hasta ahí las interrogantes típicas y normales. Narraré ahora mi reacción: luego de conocer la noticia, estuve perplejo y muy interesado hasta escuchar las declaraciones del Fiscal General, durante las cuales mi asombro no conoció límites y mi pensamiento se orientó hacia la muerte. Fue automático, mientras decía el Fiscal General que podría tratarse de un acto de la oposición para luego causarle daño a los evadidos y hacer aparecer como culpables al gobierno, sentí, como un puñal de hielo, la idea de que los habían asesinado. Era obvio, el Fiscal General lo estaba diciendo en sus declaraciones. No es que se estaba adelantando a los hechos, era, simplemente, que de una manera pasmosamente ingenua, narraba, no el desenlace de lo que estaba pasando, sino el hecho en sí, el suceso, incluyendo la hipótesis del daño físico o la posible desaparición física de los fugados.

Por supuesto que ni yo ni nadie habría pensado así el domingo pasado, si no hubiésemos sabido por boca del propio Fiscal General, en entrevista publicada ese mismo domingo 13 de agosto en el diario El Nacional, que se sentía engañado por el famoso testigo estrella del caso Anderson. Los lectores de la prensa somos testigos de la manifiesta y confesa actitud ingenua del Fiscal General de la nación, quien es ahora cuando viene a caer en cuenta de los falsos testimonios del "testigo" Geovanny y quiere, empecinadamente, seguir creyendo en él a pesar de haberle descubierto en sus mentiras, que, por cierto, ya habían sido develadas meses atrás por los periodistas.

De la mencionada entrevista se desprende que contra el falso testimonio y el ejercicio ilegal de la psiquiatría y por tanto de la medicina, parece no haber sanción, o al menos nuestro Fiscal General no la ha pedido y lo acepta como la cosa más natural.

Pienso que la actitud bonachona, melosa, paternalista y condescendiente de Isaías el fiscal, es un disfraz que no logra ocultar ni disimular su necia candidez y creo que haría bien en renunciar a su cargo y dedicarse a escribir cuentos y novelas con intríngulis y retorcimientos psicológicos y finales previsibles y dramáticos, que asusten y espanten a los malos y premien y exalten a los buenos. Así es la polarización política que alcanza a la ley y a la fantasía literaria de algunos. Es la misma polarización que considera un crimen la expresión y práctica de ideas diferentes a las oficiales.

¿Me pregunto si este brote de expresión libertaria es un episodio aislado o se trata del inicio de una epidemia de evasiones de presos políticos? De alguna manera hay que demostrar que en Venezuela sí hay presos políticos, al contrario de la postura oficial que lo niega y por cualquier medio a su alcance, incluida la fantasía y la mentira, intenta convertir la actitud política en crimen. Muchos de los presos políticos de hoy son considerados reos de delitos comunes en virtud de los juicios a que han sido sometidos. Hay algo intrínsecamente malo en eso.

Me alegra saber que los evadidos están vivos. Me contenta que el Fiscal General sea, por fin, un poco más perspicaz que antes, aunque deploro su actitud de pretendida agudeza política al suponer las posibles malignas intenciones de la oposición. Celebro que nuestro máximo acusador reconozca con gallardía la inutilidad de sus conocimientos de psicoanálisis y psiquiatría. Y aplaudo la voluntad, el valor y la determinación de los evadidos, que se están jugando el todo por el todo antes que seguir aceptando la ignominia propiciada por acusaciones fantasiosas y espurias, retardos judiciales y juicios punitivos.

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Caracas, Venezuela
Médico psiquiatra en ejercicio