Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

jueves, 24 de agosto de 2006

Epopeya en desarrollo

Estuve tentado de titular esta breve historia: Ailuz y Selasor, pero me sonó tanto a romance medieval que perdí el hilo de la intención política del escrito y me metí en profundidades wagnerianas, tan apasionadas, que el anillo de los nibelungos quedó para cuento infantil de guardería, comparado con el drama épico de la relación amorosa entre Ailuz y Selasor.

Retomando mi intención original, decidí centrarme en lo que exige el momento que vivimos en Venezuela y haciendo de mi fantasía un rollo, guardé el drama y saqué a relucir lo épico de ese amor de Ailuz por Selasor.

Para comenzar esta narración debo advertirle a los ávidos lectores de esta historia por suceder, que la clave del futuro es entender que el presente siempre sucede y que el futuro también, pero no siempre como lo deseamos y que estaremos más cerca de conseguir el futuro que queremos, mientras más esfuerzo compartido hagamos.

Iniciaremos pues esta historia épica refiriéndoles que hablaremos de amor y de política y que ambos términos no son excluyentes. Comenzaremos por decir que Selasor fue un personaje local de origen humilde, que a fuerza de trabajo, sacrificios y promesas cumplidas logró el cariño de Ailuz por varios años y, posteriormente, su sacrificio, al dejarle ésta el campo libre a la valiente Aleuzenev para que mostrase a Selasor su incontenible amor, aún a sabiendas de los celos del terrible Oguh, hijo preferido de Atenabas, el Emir de Sanirab. Por supuesto que Ledif, el ogro máximo, hizo lo imposible para impedir ese romance y sus acólitos Essej, Orudam, Legnar y Aral, salieron a espantar y aterrorizar a las gentes, pero al final no tuvieron éxito, ya que el sacrificio de Ailuz y el amor de Aleuzenev lograron la dedicación de Selasor a su misión, que no sólo fue bien recibida, si no que fue imitada por todos los líderes del continente y trajo como consecuencia inmediata el regreso de aquellas gentes que, despavoridas y amenazadas, se habían refugiado en otras regiones menos felices pero más seguras.

Ninguno de ellos sabía que debido al hechizo de la bruja Ahcib, la felicidad de esa unión duraría tan solo 6 años y que la pelea por el amor debía ser continua, en ciclos cronológicamente perfectos, ya que Oguh, el famoso, no rendiría las armas jamás e intentaría con técnicas mediáticas, de extorsión y a la fuerza, cambiar los deseos de Ailuz y Aleuzenev. De hecho, así fue, y a los sacrificios de Selasor para mantener vivo el amor de Aleuzenev, se opuso siempre Oguh, quien apoyado por el poder económico que le brindaba Zerimar, el visir de Asevedep y los sicarios de la secta de los Taines, logró doblegarles por un tiempo, hasta que Selasor con el apoyo de las huestes de Sodila Ucse y a pesar de los ataques de las tropas de Enc el transparente y de las legiones de Salleuh Atpac, triunfaron en su gesta épica y vivieron felices por seis años, solamente.

Luego del triunfo del amor sobre el interés, por muy absurdo que parezca, las fuerzas del mal tuvieron que cambiar sus estrategias y modificar sus metas. Tanto fue el cambio, que la famosa teoría de Ehcub tuvo que ceder el paso a los planteamientos del Ajellom, que salidos de la inteligencia y creatividad del valiente Eteverta, acabaron con la idolatría, la inseguridad, la violencia armada, la corrupción, el nepotismo, las faltas de respeto, la chabacanería y otros males de la sociedad involutiva que pretendió dominar a Aleuzenev y, por supuesto, a Ailuz.

La historia se repitió, se repitió y se repitió, y lo hizo tantas veces, que los cronistas, trovadores y otras gentes de memoria infinita, dejaron de acordarse y cayó en el olvido del tedio la política de los países felices. Siglos después, en tiempos del reinado de la consorte integral, la famosa Yrallih, en el país de Asu, se supo que no eran verdad las acusaciones de soborno y soporte económico que habían esgrimido los enemigos de la ideología de Aicar Comed, cuando éste ejerció su apoyo político primigenio al valiente Selasor. Pero también se supo, por las notas autobiográficas que dejó el terrible ogro máximo Ledif, luego de su impresionante autocombustión y desaparición total, que todo había sido un montaje político del brazo difamador de la sección Sod-g, del grupo foráneo de apoyo a las acciones de Oguh, y que además habían contado con la complicidad del elfo Oterrab, el homúnculo desorbitado.

Este es un breve resumen la historia de la historia. Algún día la realidad se encargará de representarla en el escenario de la vida. Dios mediante.

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