O Hugo, o nulo.
(Artículo de opinión publicado en el diario El Nacional el viernes 9 de junio de 2006 en la página A-9)
Para quienes hemos vivido con pasión e intensidad el desarrollo de Venezuela en los últimos 50 años, el sólo hecho de pensar en votar en diciembre por el menos malo de los candidatos para presidente de la República, es repugnante.
Siento mucho por los peruanos lo que les ocurrió. Alan García, "Caballo loco", como le dicen, no era el mejor de los candidatos en la elección a la presidencia del Perú, era, simplemente, el "menos malo" o el "malo conocido". Era quien garantizaba menor turbulencia social y económica y el más predecible. No importa su ideología, no interesa su inclinación moral, ni su pasado o su presente; lo que interesa es que mantenga las cosas como hasta ahora, que no apriete tornillos ni cambie el status quo político y económico. Lo que se espera de él es que sea pro globalización, pro libre mercado, pro Estados Unidos, pro México y pro Argentina, que mantenga buenas relaciones con Chile, Brasil, Colombia, Panamá y que le ponga coto a la injerencia de Fidel, de Chávez y de Evo.
Eso se llama miedo, se llama inseguridad y es lo mismo que sentimos aquí.
Cuando enfrentamos un problema huyendo, sólo logramos distanciarnos, el problema sigue ahí, no se ha ido. Los peruanos se distanciaron un poco del potencial problema populista, nacionalista, revolucionario, militarista, socialista y retaliativo, que plantea Humala. Pero el futuro del Perú está comprometido y quienes piensen que por haber ganado García se acabó el peligro, están equivocados y ahora es cuando tendrán que meterle el hombro a su país y comprometerse intensamente con el pueblo, o no podrán contra el populismo nacionalista que ya prendió en el Perú, otra vez.
En Venezuela, pensar que un candidato único de oposición, por el sólo hecho de serlo, aunque no nos guste, nos va a sacar del fenómeno chavista es tener una visión simplista y acomodaticia de la política, aparte de que demuestra muy poco respeto por las personas.
Sólo la oferta de un modelo de acción política y social, vivido, honesto y congruente, atraerá a los votantes que cambiarán el rumbo del país.
Entretanto, seguiremos nadando en el mar del populismo, la demagogia, el derroche y la manipulación.
Ser el "menos malo" y "más vale malo conocido que bueno por conocer", son dos lapidarias apreciaciones de un posible candidato a la presidencia.
Lo importante no es canalizar nuestra falta de concordancia con las políticas y actitudes del actual gobierno a través de un nuevo presidente que no reúna las características de confiabilidad, simpatía, congruencia e identificación ideológica que deseamos. La clave será, en todo caso, hacer el trabajo que nunca hicimos por los demás, ser los ejemplos que no fuimos y tener y hacer gala de la honestidad y entrega al servicio del pueblo que jamás mostramos.
Ir a las "primarias" suena interesante, pero a mi manera de ver es un fiasco. Es una forma de distraer la atención del hecho de que las elecciones no son confiables por que el Consejo Nacional Electoral tampoco lo es. Es darle carta de aceptabilidad al CNE.
Escoger un candidato único por el hecho de enfrentar a Chávez es cuando menos, una tontería. Creo más bien que debemos estimular la democracia.
La presencia de muchos partidos y candidatos es más importante que un solo candidato o un solo e inmenso grupo opositor. Lo que ha venido pregonando Chávez es: candidato único, partido único, ideología única, etcétera. Porque es más fácil medirse, en un país chantajeado hasta en lo más íntimo, contra un candidato único que contra muchos candidatos y muchos partidos. La fuerza de la democracia se debilita con las unicidades políticas. El pensamiento democrático se estimula con la multiplicidad de ideas y de grupos, no con la uniformidad ideológica, el monotema controlador y la imposición de leyes, reglamentos y políticas viscerales y acomodaticias.
Por eso, cuando en diciembre me toque ir a votar, a votar iré. Si surge entretanto algún candidato que polarice mi intención de voto de una manera positiva y llena de esperanza y yo llegue a creer en el CNE y en la pulcritud de las futuras elecciones, votaré por él con mucho gusto. Si no fuese así, votaré nulo, pero nunca lo haré por el menos malo.
Tampoco me abstendré de ir a votar, aún a sabiendas de la enorme probabilidad del fraude electoral. Si van a hacer trampa con mi voto, que la hagan, pero no la haré yo por ellos, no dejaré de ir a votar. Es mi derecho y yo no renuncio a mis derechos por ninguna razón. Así pues, en el peor de los casos: o Hugo, o nulo, será la alternativa para los venezolanos y para mí que no votaré por Hugo, será: o nulo, o nulo.