Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

sábado, 24 de junio de 2006

Evo y los iconos revolucionarios

(Artículo de opinión publicado en el diario El Nacional el viernes 23 de junio de 2006 en la página A-8)

Los trazos oscuros que dan forma al rostro y la boina del Ché Guevara, son un icono de la revolución socialista y comunista, pero su simbolismo se extiende hasta quienes, aún sin saber quién fue, admiran su ubicuidad y el respeto y veneración que infunde su rostro a jóvenes en todo el planeta. Los iconos son así. Son el emblema de aquello que deseamos y queremos formar parte, son el modelo a seguir. También son iconos revolucionarios la cruz, que fue y sigue siendo la representación última de Jesucristo, y la manzana, quizá la más antigua y persistente representación de la motivación a la libertad y a la disensión, si es que estamos dispuestos a creer en la fruta prohibida, en la capacidad de Adán de actuar racional y autónomamente, y en la de Eva de hacerlo desinteresadamente. La manzana es percibida como fuente de salud y nutrición, como símbolo de cambio, de lo nuevo y del acto de plena y total adopción de responsabilidades individuales y, por supuesto, del trabajo y del dolor.

Querer ser icono revolucionario es una aspiración importante y puede ser una meta que llene a plenitud la vida. Lo que hay que hacer para llegar a serlo es simple, vivir dedicado por entero a querer cambiar el curso y sentido de la humanidad y aceptar las consecuencias: incomprensión o aceptación, rechazo o adhesión, amor u odio y, finalmente, persecución y muerte o, en el mejor de los casos, como dijimos antes, trabajo y dolor.

Para los iconos humanos, la muerte suele ser el comienzo del culto, pues hasta ese momento, adeptos y opuestos viven las mismas inseguridades de amenaza y peligro. A partir de la muerte aparece la seguridad en ambos grupos: unos creen que el personaje ya no será amenaza y los otros piensan que ahora es cuando...

El Ché sigue siendo un personaje interesante, escogió vivir como un revolucionario y sus camaradas vieron en esa actitud una oportunidad única de trascender como grupo y de quitárselo de en medio. Por eso murió en Bolivia, aislado, sin el apoyo prometido y peleando por sus ideas y las de sus compañeros de Sierra Maestra. El no llegó a icono porque quiso, es más, nunca pensó en serlo y que hoy sea el rostro humano más fácilmente reconocible en todo el planeta, no se debe a su deseo, pero sí a sus actos. Es difícil no pensar en él como un ser entregado, generoso con su propia vida y auténtico en sus actitudes. No estar de acuerdo con sus ideas y métodos no quiere decir que no le veamos como el modelo de revolucionario que fue. Honrar su memoria es un gesto de caballerosidad. No honrarle y denigrar de su imagen pública es una idiotez.

Evo pegó una, no hay vergüenza en honrar al vencido; que no fuese el Ché exitoso en su campaña no le resta mérito a su gesta. Mientras más le recordemos más entenderemos lo que es ser un idealista y no tener el apoyo pero si la incitación de quienes tienen el poder. Evo en su homenaje al Ché identificó el peligro cierto de que a la hora de las chiquitas le dejen sólo su mentor y su mecenas, mejor dicho: sus incitadores.

Hay quienes pretenden llegar a ser iconos revolucionarios en vida (Fidel, Osama, Saddam, Hugo). Ellos buscan el reconocimiento a sus palabras y no a sus actos. Solicitan la aceptación universal de sus promesas y enarbolan algún instrumento amenazador y poderoso: un tabaco encendido, un fusil o una chequera.

Apenas han transcurrido 39 años de la muerte del Ché y 46 desde que le tomaron la famosa foto, que hoy, cada vez más simplificada, se ha convertido en los trazos que en paredes, camisas, tatuajes y proyecciones luminosas, le mantienen vivo. ¿Qué dirán nuestros descendientes dentro de 50 años, o dos mil? ¿En qué habrá devenido la imagen del Ché? ¿Qué pasará con sus banderas ideológicas que otros le han quitado y que casi nadie recuerda? ¿Seguirá siendo icono de la revolución?

La cruz aporta la redención a la humanidad y por tanto el más alto grado de generosidad y entrega. La manzana nos indica el ejercicio de la libertad individual y las responsabilidades que conlleva. El Ché simboliza el idealismo y la ingenuidad. Pero imaginemos por un instante que el del tabaco encendido llegue a icono, ¿Icono de qué? ¿Y los de los fusiles, qué serán? ¿Y el de la chequera?

Es por eso que Chávez, que, obviamente, quiere llegar a icono, tendrá que aparecer con un fusil en una mano y la chequera en la otra, por que es esa la máxima demostración de poder en el mundo moderno: las armas y el dinero, los únicos dioses tangibles. Los iconos de la guerra y del poder, la destrucción y la sumisión, la amenaza y la dependencia, el abuso y el desprecio, la imposición y la necesidad. ¡Qué desgracia!

Archivo del Blog

Acerca de mí

Mi foto
Caracas, Venezuela
Médico psiquiatra en ejercicio