Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

sábado, 29 de abril de 2006

Inseguridad (I)

(Artículo de opinión publicado por el diario El Nacional el día 28 de abril de 2006, en la página A-11)

Es indudable que los venezolanos sentimos inseguridad. Estamos sufriendo profundas y continuas amenazas a nuestra seguridad personal, familiar y social. La padecen hasta los bien cuidados mandamases que circulan en autos blindados y se visten con trajes a la medida de sus chalecos antibalas.

Los hogares solían ser sagrados, templos íntimos que incitaban al descanso y generaban la confianza que esperábamos de las cuatro paredes y el techo que llamamos casa. Ya no es así. Ahora hay que poner rejas y, si hay jardín, construir muros y colocar alambres de púas enrollados, con pinchos, hojillas de acero y electrificados, como en las guerras o en las prisiones.

Salir a la calle, simplemente a caminar, es lo menos que pedimos. Pero las aceras, ya no son aptas para peatones.

Se ha hecho cotidiano que los atracos, los secuestros, las balas perdidas o las dirigidas a otros, acorten nuestro camino o las vidas de quienes amamos.

Viajar por las carreteras del país es una aventura temeraria. Encontrar una alcabala móvil, asusta o puede ser letal.

La salud, los medicamentos y la atención médica hospitalaria siguen en crisis, agravada por el repunte de enfermedades contagiosas.

Denunciar un delito puede ser más riesgoso que padecerlo. Los procedimientos legales, juicios, reclamos o solicitudes administrativas, son tan dilatados y engorrosos que convierten en injusto el acto de justicia, dan pie a gestores cómplices y favorecen la impunidad.

A quienes ha sorprendido la desgracia en sus hogares, sea por furia de la naturaleza, desidia de los gobernantes o ambas, se les añade la duda de cobrar un insuficiente subsidio para vivienda, quedarse donde están a riesgo de peor suceso o irse a otra parte del país, donde el arraigo es casi imposible por falta de fuentes de trabajo.

Como lo que no se contabiliza no existe, el gobierno cambió los conceptos estadísticos de robos, crímenes, ingresos, salarios, cesta alimentaria y desempleo. Este último, rampante, a pesar de las distorsiones que presentan las estadísticas del gobierno, se le añade la inflación, la necesidad de gastar más para compensar productos baratos de mala calidad y la disminución de la inversión privada, que se siente amenazada, no apoyada, demasiado exigida y con poca o nula protección legal.

La propiedad privada ha sido tan despreciada y cuestionada que ha llegado a ser indefinible.

En política, la cúpula gobernante parece más una casta sectaria, fanática, revanchista, ciega ante la corrupción y la malversación, practicante del más aberrante nepotismo y tolerante de sus mentirosos, cínicos e ineficientes cómplices.

Si este panorama general no es suficiente descripción de inseguridad ciudadana, paseémonos por el escenario de una población no militar, armada de fusiles y revólveres, apadrinados por el Presidente y el Alcalde Metropolitano.

No se puede seguir apelando al patriotismo, al nacionalismo y a la ardiente defensa de nuestra soberanía, si a los habitantes de esta nación no se nos muestran los cambios que como sociedad requerimos para disminuir la inseguridad.

Hay que cambiar la palabrería hipnotizante y seductora por hechos concretos de respeto ciudadano. Hay que permitir que la sociedad se movilice autónomamente. La sociedad tiene dirección y sentido propio y sus líderes serán quienes la conduzcan al destino escogido por ella, no al revés.

Apelamos a aquellos servidores públicos decentes y entregados, con interés en la nación y desinteresados en beneficios y prebendas, que se dan cuenta de nuestras desgracias y se creen obligados al juego de disimulos, tergiversaciones y mentiras, que propone el gobierno para desviar la atención del desastre y la ineficiencia a lo banal y dramático de la sociedad o, como está sucediendo últimamente, a la carrera armamentista beligerante, que nos llevará a ser un país temido y esquivado por propios y extranjeros. Apelo a esos compatriotas para que del examen de sus conciencias extraigan el apego a la leyes, el respeto al ciudadano y a la constitución, la protección de las inversiones y de las fuentes de trabajo, el estímulo al orden y organización del estado, la separación de los poderes y la lucha implacable contra el delito, el nepotismo, la prevaricación, la corrupción, el peculado y la utilización de bienes y medios del estado para uso personal proselitista y político. La seguridad y la paz están en sus manos, y si no es así, al menos recuerden lo que dijo Ortega y Gasset: ?El mayor crimen está ahora, no en los que matan, sino en los que no matan pero dejan matar.?

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