Poder, petróleo y votantes
(Artículo publicado en el diario El Nacional el 17 de febrero de 2006 en la página A-8)
En Venezuela, como consecuencia de la imitación y del deseo de poder, aprendimos a condicionar la ayuda al prójimo a los resultados de su agradecimiento. Por supuesto que para ejercer ese poder avasallador hay que tener ?cómo?, y aquí tenemos el petróleo, que es dinero y por tanto poder. Hemos ganado puntos para ser una ?pre-potencia?. Nos destacamos como los dadivosos socialistas, incitadores e irrespetuosos. Ponemos en tela de juicio toda actitud proveniente del norte, cercano o ultramarino. Sólo creemos en los rebeldes, en los excéntricos, en los segregados, en los endogámicos grupos de aislacionistas, vengativos y fundamentalistas. Buscamos la amistad de los rechazados, de quienes creen tener la razón sin consideración de los demás, de quienes mantienen a sus pueblos sumidos en la miseria cultural e intelectual y bajo una dominación dictatorial insoportable para cualquiera.
¿Pero, a quienes imitamos? A las grandes potencias, obviamente. Las de ahora y las del pasado. Todas han dado y todas han cobrado, algunas antes de dar, otras después. Los procesos de transculturación han sido, sin excepciones, procesos de extracción. No puede ser de otra manera. La culturización trae consigo la etiqueta con el precio.
Ahora, cuando las cosas están cambiando en el mundo, cuando ya no serán más las grandes potencias geopolíticas internacionales, quienes intentarán la dominación a través del bozal de arepa y la dependencia político militar y tecnológica. Ahora, cuando la dominación del más fuerte la vemos en las empresas transnacionales que, sutilmente a veces y burdamente, generalmente, se introducen en el medio de vida del individuo; cuando la banca internacional es ubicua; cuando la moneda tiende a ser una; nos encontramos con que aquí, en la República Bolivariana, queremos hacer lo que las grandes potencias ya no hacen por que nadie se deja, y encontramos quienes se dejan. Espacios vacíos que dejo libre la política internacional del G-8.
Ustedes se preguntarán: ¿Por qué este señor habla de nosotros y no sólo de Chávez? Pues bien, resulta que al Presidente, gústenos o no, lo elegimos todos, votando por él o aceptando, tácitamente, su elección. Esa es la desgracia más notable de la democracia: aceptar lo que no nos gusta, si jugamos el juego de las elecciones. Así pues, es Venezuela quien regala, da y quita. Todo lo que ese señor hace, es Venezuela y seguirá siendo Venezuela, aunque digamos que no estamos de acuerdo, pues si jugamos el juego, tendremos que cambiarlo en las elecciones para que cambie el estilo del régimen.
De siempre es sabido que ?dádivas quebrantan peñas?, es decir voluntades, tanto las de aquí como las de allá. Los votos son voluntades.
Marcial, un escritor latino, decía: ?Muchos regalos derramó, pero todos los puso como cebo en un anzuelo, y ¿qué pez puede amar al pescador?? ¿Quienes nos amarán? ¿Quién lo amará después?
Dar es bueno. La caridad es un principio básico de la bonhomía. Compartir, es ser solidario. Interés por colaborar, ayudar y apoyar a quien se encuentra en necesidad o desgracia, es bueno y es adecuado. Ejecutar esas mismas acciones contemplando las desgracias y miserias en la propia casa es, cuando menos, descastado. Quizá este año se abran los chorros para los venezolanos y algo nos caiga de tanta bonanza, y no tengamos que ser, solamente, los espectadores de los viajes y dádivas del Presidente a los demás.
Aunque aquí, al final, también nos tratan con dádivas. No nos enseñan a pescar. Nos alivian con subsidios, ayudas, reparticiones y abaratamientos artificiales. ¿Qué pasará cuando topemos con las realidades? ¿Qué beneficios ha traído haber asustado al capital inversor, generador de puestos de trabajo? ¿O es que el gobierno piensa que hay capitales inversores que no se asustarán y se escurrirán hacia otras latitudes, ante la inseguridad y la temporalidad de las leyes, la intemperancia impositiva, la discrecionalidad ejecutiva, ciega ante las normas y las decisiones intempestivas?
Vivimos como Hollywood en los años 40, sacando una nueva película cada semana. Una nueva historia medio épica, medio paranoica, pero con suspenso dramático, cada 8 días o menos. Y la gran historieta, merecedora del Oscar, será la elección presidencial y la propuesta civilista y enaltecedora de disminuir la abstención popular dando cincuentamil bolívares a cada persona que vote, después de mojar el dedo en la tinta, por supuesto. Misión: ¡vota feliz, vota contento! Garantía indiscutible de muchos votantes, no del voto. ¡Espero!