Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

sábado, 24 de diciembre de 2005

Reflexion en Navidad

(Artículo publicado en el diario El Nacional el viernes 23 de diciembre de 2005, en la página A-6)

Muchas personas en la oposición han desarrollado un alto nivel de reflexión culpabilizante respecto al desarrollo de los eventos políticos en nuestro país.

Los gobernantes también lo han hecho, pero no sobre sí mismos, ya que ni autocrítica han desarrollado y por eso no reconocen sus errores y persisten en ellos; han aplicado, sin vergüenza alguna y de forma constante, la culpabilización de otros como medio para contrastar sus propias acciones y disimular las inacciones. No hay un solo oficial público actual, aún después de siete años de gobierno, que no endilgue las culpas de las insuficientes gestiones de gobierno a los gobiernos anteriores. Hasta las ideas tienen la culpa; cuando no es el capitalismo es el neoliberalismo salvaje o manso, como sea, pero siempre culpan a los demás.

Ese manejo de la culpabilización ha sido absorbido por el pueblo políticamente activo, como una explicación permanente de lo inadecuado de nuestro sistema de hablar mucho y producir poco, de no analizar las gestiones gubernamentales, de no invertir provechosamente, no generar riqueza y gastar mucho dinero. Todo movimiento es una acción en contra del pasado, si tal cosa era así, ahora será asao. Nada es valorado con independencia de las acciones pretéritas.

Hemos caído en la trampa de la culpabilización. Para cada acción ineficaz o inadecuada de la oposición han surgido explicaciones que al final cargan la culpa a alguien o a algún grupo. El oficialismo se recrea en esa culpabilización y la oposición se auto infunde esa generación de dolor culposo como crítica suficiente, cuando en realidad es un mecanismo perverso para seguir generando paralización y división en los políticos activos y sus seguidores.

La Navidad representa un momento crucial en la historia de la humanidad y en la evolución de las ideas políticas. Es el nacimiento de una nueva forma de expresar la bondad, la solidaridad, la esperanza, la frescura del pensamiento espontáneo y auténtico del que ama y sobre todo del que ama a otros, a sus semejantes, la constancia en la lucha por los disminuidos, los desposeídos, los enfermos, los infelices y todos aquellos para quienes, con Jesús, declaramos la buenaventura. El cristianismo nos trae el bautismo y con él la desaparición del lastre permanente que es el pecado original, la culpa original, aquella que cargamos todos por el sólo hecho de ser y que heredamos, a decir de la Biblia y de San Agustín, de la desatención de Adán. Finalmente, para remate de generosidad y entrega, Jesús nos redime con su muerte. ¿Qué más podemos pedir para justificar no sentirnos culpables, para ser positivos, esperanzados, luchadores activos solidarios, generosos e incansables?

Analizar nuestras acciones es necesario, corregir el rumbo de nuestras naves y vidas es imprescindible, emprender nuevos derroteros, escudriñar e intentar nuevos caminos, es nuestro futuro. Quedarnos en el lamento, achacando culpas a otros y a nosotros mismos es inútil, paralizante y una pérdida de tiempo y energías imperdonable e insustituible.

No seguir el juego a quienes nos indican el camino del éxito político haciéndonos sentir culpables de acciones no exitosas, es primordial. No aceptar ese supuesto futuro que se constituye en la insolente sugerencia de lo que debemos hacer en la oposición, según los planteamientos oficialistas, es básico. No culpar a nuestros semejantes y más aún, a nuestros líderes, de la falta de éxito de nuestras luchas, es clave.

Esperar un líder mesiánico a la vez constructor y vengador, salvador, balsámico y unificador, es una tontería, pero pretender forzar su aparición o creer que lo hemos encontrado, es peor. Entender que los caudillos, sean buenos o malos, son inaceptables en este punto y hora de la humanidad, es una posición de apertura a la libertad, a la solidaridad y a la igualdad. Los líderes seremos todos y de entre nosotros escogeremos aquellos que por sus habilidades, destrezas, experiencias y disposición, podrán hacer buenos gobiernos.

Darnos cuenta de que debemos asumir íntegramente nuestra cuota de responsabilidades en la lucha política, en la formación de nuestros conciudadanos, en el desarrollo de actitudes justas, consecuentes, equitativas, solidarias y ejemplares, es lo que debemos invocar en esta Navidad y pedir al Niño Jesús que derrame sobre nosotros su candor, su buena voluntad y su espíritu de sacrificio comunitario y mientras tal bendición nos alcanza, estaremos todos, de una vez, laborando por un país mejor para la mejor gente que hay: nuestros conciudadanos.

¡Feliz Navidad!

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