Médicos hermanos
Un colega, para un médico, es un hermano. Mis hermanos médicos fueron humillados y desconocidos en su calidad y dignidad el pasado domingo, cuando el jefe del estado, el teniente coronel en ejercicio de la presidencia de la república, decidió, por vía de gracia, aumentarles el sueldo en 50 por ciento. Francamente, sentí indignación.
El problema no es cuanto dinero se aumentó el salario del médico, el asunto está en que esa prerrogativa no es del jefe del estado. Los médicos tienen cinco o más años intentando la discusión de sus contratos colectivos y el reconocimiento de sus necesidades personales, familiares y sociales. Logros de más de cincuenta años de lucha gremial.
Haciendo uso de su derecho a agremiarse, los médicos han sido irrespetados por las autoridades gubernamentales y el CNE, al no reconocerles su capacidad para negociar como gremio y no autorizarles sus elecciones internas. El derecho a discutir su contratación, también ha sido irrespetado y, para colmo, se decreta su salario sin tomar en cuenta la obligación del estado de defender el derecho de los ciudadanos a lo pautado por los artículos 95 y 96 de la Constitución. Esta situación, a mi entender, coloca al Estado al margen de la ley, al no haber garantizado el desarrollo del gremio y la discusión de su desempeño y remuneración. El Poder Electoral es culpable de desacato a la Constitución, al no haber cumplido, como era la esperanza gremial, con lo indicado en el artículo 293, apartado 6, de la Constitución, ya que no han, siquiera, intentado organizar las elecciones de nuestro gremio.
Cincuenta por ciento suena a mucho, pero la realidad es que el rezago salarial de los médicos es de tal calibre, que 50% de aumento cada 6 meses, tardaría dos años en llevar a un recién graduado, recién empleado, a un nivel salarial similar al de los recién graduados en otras carreras menos onerosas en materia de duración y costos, suponiendo que la inflación fuera cero y a los demás no les aumentasen el salario en ese tiempo, ni una sola vez. Asunto, que por los vientos que soplan y el ruido que se escucha, puede suceder.
Los médicos, entre todos los servidores públicos de profunda, larga y especializada preparación, deberían ser al menos tan bien pagados como los economistas o administradores de equivalente preparación universitaria. O al menos como un piloto de avión. No recuerdo quién fue que dijo que no había más contradicción entre la ciencia de la Medicina y el ejercicio del arte médico, que entre la ciencia aeronáutica y arte de volar. Ese pensamiento, chistoso y gráfico, muestra la actitud esencial de la medicina y la diferencia entre accionar actos médicos y hacer medicina y entre llevar el avión y saber lo que se está haciendo en todo momento. ¿Podrían los médicos tener salarios similares, al menos, a los de un piloto? ¿Podría un médico con 20 años de servicio, especialidad, curso de postgrado, master o doctorado, cursos varios, innumerables éxitos profesionales, investigaciones, publicaciones, jefaturas de servicios o profesor titular, ganar un salario al menos parecido al de un coronel?
Por último, para no cansarnos y caer agotados de tanta desesperanza, pidamos a quien pueda influir en el ánimo controlador y generador de dependencias del jefe del estado, que piense en los médicos pensionados por jubilación, en las viudas o viudos de médicos, que cuando tienen pensiones -muchos no las tienen- éstas no cubren la alimentación básica del pensionado y mucho menos los gastos de farmacia, tan altos en la tercera edad. Incrementar el salario de quienes trabajan activamente es, cuando menos, justo, aunque se haga de forma artera y degradante, pero no incrementárselo a quienes ya lo dieron todo y medran sin éxito con pensiones escuálidas, tardas y engorrosas de cobrar, es, sencillamente, inicuo.
La justicia es lenta, pero al final llega y, muchas veces, antes de llegar cobra su cuota de revancha. Como he dicho tantas veces, es probable que la medicina no desaparezca jamás y que las computadoras y otros medios, humanos, electrónicos o mecánicos, desarrollen el accionar formal del acto médico, pero de allí al ejercicio del arte de la Medicina hay un trecho largo, tortuoso, difícil, lleno de grandes y continuados sacrificios, que exige del individuo disposición, entrega, compromiso, interés por nuestros congéneres, amor a la naturaleza y sensibilidad ante el sufrimiento humano. Repito, para finalizar hoy, lo que dije hace unos días, si no estimulamos y apreciamos a nuestros médicos, seremos cada vez menos y serán menores nuestros anhelos y más difíciles nuestros sacrificios.