Credibilidad cero
(Artículo publicado en el diario El Nacional el viernes 11 de noviembre de 2005, en la página A-13)
A algunos personajes públicos, simplemente, no les creo.
Al trisoleado Rincón, informando la renuncia del Presidente, o exponiendo los razonamientos deductivos de las pesquisas de lo que fuere, no le creí jamás; tampoco a Rangel, ni a Rodríguez del CNE, ni al defensor del Pueblo y menos a Jesse.
Cuando habla el contralor general, uno sabe que él sabe que sabemos que nada de lo que dice es exactamente como él lo dice. Él, que vigila la decencia en el manejo de los dineros públicos y mantiene a raya la corrupción que, supuestamente, no existe en el país, determinó que uno de los poquísimos actos de corrupción administrativa que se han cometido en éste país, el país de las maravillas, fue realizado por el alcalde de Chacao, al pagarle a los bomberos, maestros y policías, por una partida originalmente destinada a otro asunto que, con la anuencia del concejo y la Contraloría Municipal, se enrumbó a donde hacía falta. Bomberos, maestros y policías, saben que el alcalde se la jugó por ellos, también lo sabemos los demás.
Cuando declama sin pasión el fiscal general, tampoco le creo y hasta me atrevería a decir que en mi mente se despierta la duda de si sabe que lo están engañando. Él y otro fiscal, ensartaron de una puntada a los supuestos autores intelectuales del asesinato de aquel otro fiscal que fue más conocido por lo que dicen que era, que por lo que el Gobierno le lloró. Aparentemente se trata de evidencias circunstanciales convertidas en pruebas irrefutables por la retórica legalista de la fiscalía.
¿Cuál será la verdad?
Es obvio que se trata de un juego maligno que comenzó hace tiempo.
La etapa actual es la de crear incertidumbre y temor. Nadie debe saber cuando ni por qué razón será objeto de acusación, detención y juicio.Todos deben tener la seguridad de que quien esté a su lado puede ser un soplón o un ?testigo protegido?. Ninguna gestión será lo suficientemente limpia y pulcra para el criterio discrecional absoluto del contralor. Persecución a todo nivel, es el nombre del juego. Limpieza política. Asustar a quienes se oponen, estimular el silencio cómplice y el éxodo.
El Gobierno, creyendo que está haciendo la jugada del siglo, está cavando su propia tumba. Los presos e inhabilitados políticos de los regímenes autoritarios son la terapia lenta pero definitiva para el miedo, la vacilación, la indecisión y la falta de arrojo. El germen de la resistencia pacífica, firme e implacable, ya está en la calle. Seis años de inhabilitación política serán seis años de preparación intensa para todos. La ordalía de los presos actuales y futuros por crímenes no cometidos y por ser sujetos expiatorios, será la experiencia para el posicionamiento político. Si no lo creen que se lo pregunten a quienes estuvieron en Yare y hoy están mandando, o a quienes estuvieron en Guasina y ya mandaron.
Los caminos del éxito son impredecibles, pero, si no perdemos la orientación y mantenemos el propósito, de una manera u otra llegaremos a la meta.
Cada uno de nosotros conoce de vidas interrumpidas y luego continuadas, de felicidades parciales y luego obtenidas, de enfermedades que nos han detenido, paralizado y hasta cambiado y proyectos vitales que finalmente se han cumplido.
Miles de empleados de Pdvsa vieron truncadas sus carreras y sus aspiraciones.
Muchos de ellos reanudaron aquí o en otros países e industrias, sus proyectos vitales.
Roosevelt sufrió parálisis infantil a los 39 años de edad, luego de siete años de esfuerzo logró reinsertarse en la política y fue sucesivamente gobernador del estado de Nueva York y Presidente de EE UU.
Mandela, fue inhabilitado políticamente por seis años y luego estuvo en prisión por casi 28 años y de milagro no lo mataron, pues además de prisión perpetua habían decretado su ejecución. Al final, logró sus objetivos.
Por supuesto que hubiese sido mejor para Roosevelt no tener parálisis infantil y para Mandela no haber pasado por esa retahíla de maltratos, inhibiciones y prisiones. Pero la vida es así y lo que mucho nos duele, puede ser la redención de otros y de nosotros mismos. Lo importante es no perder el sentido de nuestras vidas. Una vida tendrá significado en la medida en que tenga sentido y lo tendrá para los demás en cuanto seamos congruentes con nosotros mismos.
Por eso creemos en Leopoldo y en Patricia y no creemos en tantos otros.