¿Qué está pasando aquí?
¿Qué pasó Walter, te descubrieron que querías encumbrarte?
Perdóname que te tutee sin conocerte personalmente, aunque si te encuentro en cualquier sitio, así sea en la ONU, te reconocería de inmediato, primero, por el parche en tu ojo derecho, segundo por tu porte de gallo de pelea y tu verbo incisivo y tercero por la sensación que intentas transmitir de que te las sabes todas y que cuando no es así, es que no te hicieron caso. Un narrador y analista de noticias así, es muy entretenido e interesante de ver y escuchar. He disfrutado, realmente, de muchos de tus "dossiers".
Siempre supe que eres tuerto, demócrata cristiano, piloto militar, periodista, internacionalista, pedante, uruguayo y que no eras muy jalabolas. Pero también sabía que para qué ibas a jalar si te jalaban a ti.
Ahora, entiendo que te encontraste con la horma de tu zapato. Pretendiste encumbrarte y enseñar, ayudar, colaborar y etcétera, al Sr. Presidente y saliste con las tablas en la cabeza. Te metieron el dedo en el otro ojo y te apagaron la audiencia. Tu tienes tus opiniones y las entregaste a tu audiencia. Vive ahora con ellas y sin él. No son los de abajo quienes te trataron de subyugar, ahora lo sabes. Choque de voluntades, choque de personalidades, choque de imágenes. Sólo es quien yo quiero que sea, sólo destaca con mis recursos quien yo quiero que lo haga. ¿Entendiste?
Pero entonces, ¿Qué está pasando aquí?
Esa es la pregunta más frecuente en nuestras diarias conversaciones. Se adereza con las consabidas alusiones a nuestra falta de comprensión del proceso por el cual estamos atravesando en Venezuela y por la supuesta pasividad de nuestras acciones, al aceptar la forma de vivir que nos están imponiendo, sin chistar ni protestar.
Es evidente que muchos de nosotros queremos vivir en democracia y la practicamos: aceptamos y respetamos la disensión, la mayoría y el derecho a gobernar que detenta el ganador de las elecciones.
También es obvio que entre los ganadores de la contienda electoral hay quienes creen que salir electo es como un título de doble cero, con permiso y autorización para hacer lo que les venga en gana y apabullar, aplastar, desconsiderar hasta el desprecio y no tomar en cuenta hasta la indiferencia, a las minorías, excepto si estas se pliegan de forma genuflexa y arrastrada.
Las humillaciones y las indignidades son causantes de algunas de las actitudes que vemos en el oficialismo. El hecho de ser triunfadores les ha despertado rencores antiguos, manejan con pasión el revanchismo y el poder. Pretenden que los no alineados con sus ideas y acciones, se suman en la desesperanza, en el abandono y en un ostracismo acatador, pusilánime y llorón.
Bajo el tinte del socialismo comunista, rojo, como siempre, han adoptado una bandera revanchista de ?rescates?, confiscaciones, expropiaciones, decomiso e invasiones (hechos cumplidos), y también han promovido la actitud inadecuada del populismo malcriador que mantiene en el deseo y en la envidia al individuo, pero no estimula su esperanza, al no sentir en sus manos el control de su destino.
La generosidad desplegada con otros y la falta de solución a nuestras carencias más esenciales, como es la salud, se contrastan de manera conflictiva y nos orientan a pensar en una fase final de propaganda y mercadeo individualista y enaltecedor de la figura máxima del patriarcado caudillista criollo recién acuñado. Chávez no acepta personalismos encumbrados o encumbrándose, ni competencias, tampoco oposición. No hay opiniones personales, no se aceptan criterios individuales. Si estás con él, bien, si no, pues allá tú y no tienes nada que hacer, a menos que te conviertas en comparsa abultadora y ruidosa de candidatos y grupos opositores, que decidieron jugar el juego como el oficialismo lo planteó: un grupo, un contendor, una idea; cero pluralidad, cero tolerancia, cero democracia. Entre el Presidente y el Vice-Presidente se han encargado, coreados por gobernadores y ministros, de decirnos cómo debe ser y cómo debe actuar la oposición; incluso, hasta quienes sí y quienes no, deben ser oposición. No estamos hablando de personajes públicos políticos que en la lucha democrática por el voto califican o descalifican al contendor, no, estamos hablando de los individuos que están colocados por el voto popular en los cargos más altos de la nación y que en contravención del respeto debido a quienes no comparten sus opiniones, intentan doblegarles por el medio que sea.
No importa tu calificación académica ni tu experiencia, menos aún si es reconocida local e internacionalmente. Lo que importa es que no saques chispas, que no destaques, que tu opinión y experiencia no sean claves para nada. Los Walter Martínez que se han deslizado de sus posiciones en este país, son legión. Muchos emigran, otros cambian de ocupación o pasan al buhonerismo compensador. De los que se van, a algunos les ha ido bien, a otros, no tanto, pero el lenguaje común de ellos es que allá, en el extranjero, son y les dejan ser como quieren ser. Yo quiero seguir siendo así aquí, ¿y tú?
Walter, te echaré de menos en la TV, por ahí vendrá alguien interesante, algún día, a darnos las noticias, entretanto te recuerdo aquel viejo refrán español: "Ojos que ven, no envejecen"