Medicina heroica en la desdichada Venezuela
(Publicado en el diario El Nacional el 2 de septiembre de 2005 en la página A-11)
Para un médico escribir para el público en general sobre la medicina y los médicos es una tarea difícil que puede resultar penosa. El orgullo y la comprometida satisfacción del deber cumplido en el ejercicio profesional, aun siendo placenteros, no mitigan la angustia, la tristeza y la desesperanza al conocer las desgracias humanas. Peor si son producto de la desidia, el desinterés, la negligencia y el desprecio por quienes sufren.
Bolívar, en la carta de Jamaica, describió proféticamente a nuestro país como la ?heroica y desdichada Venezuela?. Optimista, decidido y constante, padecía y conocía la soledad y la falta de solidaridad e interés de las naciones en colaborar con su empeño libertador, a falta de rendimientos económicos substanciales inmediatos.
Venezuela sigue siendo heroica y, lamentablemente, desdichada. Los venezolanos seguimos siendo héroes desdichados. Los cambios introducidos en nuestra sociedad, en la política, en la economía y en la atención a la salud, son demasiado estrambóticos, chocantes y probablemente excesivamente costosos e ineficientes, a más de temporales.
La ineficiencia gubernamental de éste y de todos los gobiernos anteriores, necesario precio a pagar por el excesivo crecimiento poblacional sin adecuada planificación urbana y previsional, trajo como consecuencia la insuficiente prestación de servicios de salud, que aunado a la mezquindad propia de los políticos con los dineros del estado, al preferir derivarlos a obras de insignia y firma personal que a la nebulosa cesta de la atención y prevención de los problemas de salud, sellaron la inatención y la sensación de abandono que padece la población de menores recursos.
Paralelamente, las acciones gremiales de los médicos, loables y justas, no trajeron el éxito apetecido y como consecuencia, a la desdicha de la población se unió la de los galenos, ambos con la misma queja: no tener recursos suficientes.
El ritmo de preparación de médicos en el país se ha visto comprometido por años. El tipo de preparación prevista para el médico debió ser planteada de otra manera, más ajustada a las necesidades de la comunidad, no a las oportunidades de trabajo o a las tecnologías en boga.
La Ley de Ejercicio de la Medicina, que exige la práctica rural por un año, no es suficiente para cubrir las necesidades de prevención y atención médica primaria, que es una necesidad básica en nuestra sociedad. Aun estando conscientes del problema, no surgió de los órganos legislativos, de los gremiales, de las universidades, ni del ministerio correspondiente, la planificación y puesta en marcha de un plan agresivo de formación y asistencia sanitaria, como debía ser. Varias leyes sobre la asistencia sanitaria siguen en reposo mortal. Ni se concretaron las normas, ni se adjudicaron los dineros, ni hubo voluntad de acatarlas. La descentralización de los recursos, deseada aspiración comunitaria y provincial, va a ser cercenada por la autocrática voluntad de legisladores y políticos, temerosos del desequilibrio que pudiese representar el éxito de alguna gestión local y la pérdida del ascendiente estrangulador de la manipulación administrativa.
Ahora, cuando la voluntad del gobierno, en desprecio de nuestra conocida y mal utilizada calidad profesional, está llevando, en manos de médicos importados, la asistencia médica a quienes más la han necesitado, protestamos y nos sentimos seriamente ofendidos, pues es claro que no se han respetado las reglas de juego desarrolladas en tantos años de lucha gremial y tantos debates sobre la ética del ejercicio profesional, ni se ha acatado la Ley de Ejercicio de la Medicina.
Los heroicos médicos de los desposeídos hospitales y los desdichados venezolanos atendidos por ellos, claman en común el apoyo que su salud y su ejercicio profesional necesitan.
No puede ser que nuestra desdicha llegue hasta resentir que la ayuda que damos a otras naciones sea a costa de nuestra miseria comunal. No tener para todos es una desgracia, pero tener y que no alcance por prodigalidad, es una catástrofe.
Espero que los colegas que vengan a nuestro país en la esperanza de acercarse a nuestra forma de vivir y ser, con la sana intención de ayudarnos a aliviar nuestras necesidades de salud, sepan entender que la escasez de recursos que nos acucia es distinta de la mezquina abundancia que a ellos les han facilitado y que cuando esta luna de miel acabe, pues los amores por interés terminan todos iguales, los galenos venezolanos, graduados aquí o allá, tendremos que meterle el hombro, como siempre, heroicamente, a la salud de los desdichados venezolanos.