Iré a votar el 7 de agosto
Publicado en el diario El Nacional el 5 de agosto de 2005 en la página A-17
Jamás pensé que tal aseveración fuese alguna vez algo más que un simple y casual comentario en tiempo electoral. Pero hoy no es así, la acción definida por el título de este artículo, se ha convertido, para mi y para muchos, en una cuestión que genera conflictos hasta de tipo personal. Explicar por que iré a votar es innecesario, obviamente, ya que se trata de un derecho, moralmente obligante.
En sana paz, el acto de ir a votar es un deber social, comunitario, solidario y leal, para con quienes aspiran a ser gerentes del bienestar de la nación en cualquiera de sus niveles de poder. Yo no aspiro tal honor ni tanta responsabilidad, por eso escojo entre quienes sí lo aspiran, a aquel que creo lo hará mejor ?es mi esperanza? si ese deseo es compartido y manifestado a través del voto por un grupo de mis connacionales numéricamente mayor que quienes han votado por otro u otros candidatos, habremos elegido según nuestra aspiración; de no ser así, lo intentaremos de nuevo en una próxima oportunidad electoral; entretanto, desearemos al ganador la mejor de las gestiones y el más grande éxito. Esa, en definitiva, es la cuestión: elegir, votar.
En nuestro maltratado país, las elecciones han cambiado. Un Consejo Nacional Electoral (CNE) espurio y probablemente, por su duración, origen y conducta, ya ilegal, convirtió el acto de elegir, en una odisea y terminamos teniendo un sistema policial y de identificación total, más importante y efectivo que el de la policía y el del sistema nacional de identificación. Quienes lo duden, piensen que la cédula de identidad, que es el único documento probatorio de identidad válido en Venezuela, que sirve para sacar el pasaporte, para inscribirse en el registro electoral, para vender, comprar, refrendar cheques y tarjetas de crédito, pagar impuestos y hasta para abrir puertas y trazar líneas rectas, se puede obtener, simplemente, con la fotocopia de la cédula de identidad vencida. Es decir, un desaprensivo, puede obtener una cédula de identidad al nombre que le apetezca, con tal de falsificar y fotocopiar lo falseado. Sin embargo, para firmar el revocatorio fue necesario la firma, la dirección, la cédula, la huella digital y dos testigos. Para algunos ni eso fue suficiente. Para votar, posteriormente, se hizo indispensable la huella digital, la cédula, la firma, aparecer en el cuaderno y adivinar, si es que no tienes internet o teléfono, donde estabas inscrito para ir a votar. Con todo hubo personas que inscritas en Caracas fueron pasadas a Barinas o de allí, acá.
El CNE ha logrado que no le tengamos fe, que no creamos lo que dice ni lo que hace; sus directores nos inspiran desconfianza e inseguridad, de algunos tenemos la sensación que detrás de su sonrisita, el aire de suficiencia y la chabacanería amistosa, se esconde el conocimiento de algo maluco, desaprobable y artero, que atenta contra la claridad y equidad del proceso electoral. Cuando el río suena piedras trae, dice el refrán. Algo pasa y pasó en el CNE y en el registro electoral, eso creemos casi todos
Los de afuera, el resto de los venezolanos, seguimos pensando que lo importante es facilitar el proceso electoral, hacerlo atrayente y confiable, que creamos todos en el CNE. Para que esa fe compartida exista tiene que haber confianza mutua, que hoy, sencillamente, no hay. Simplemente, el CNE no confía en sus mandantes, no confía en el pueblo, no confía en nosotros, y nosotros, en justa y adecuada correspondencia, no confiamos en él. Por eso muchos no quieren ir a votar. No creen en el CNE y no creen en el gobierno que, por supuesto, tampoco cree en ellos.
Yo no creo en el CNE, pero pienso que las instituciones son más duraderas que los humanos. Espero que votando se note que no estoy de acuerdo con este gobierno, ni con sus políticas, pero que acepto seguir jugando el juego que acepté originalmente cuando asistí y voté en las elecciones que eligieron al candidato que menos me gustaba, y que será por ese mismo método, tarde el tiempo que tarde, que elegiremos otro gobierno más afín con mis intereses, voluntades y esperanzas. Mientras tanto, aunque no me guste la cara, ni las expresiones, ni las políticas, ni los planes, ni las falsas esperanzas que tratan de inculcarnos tantas horas de propaganda personalista y proselitista por televisión y radio, seguiré votando, aunque sea nulo, si es que no hay candidatos que me entusiasmen. Pero les aseguro que de haber trampa con mi voto, la van a tener que hacer, por que yo no la voy a hacer por ellos.