Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 19 de agosto de 2005

¿El futuro es el pasado?

(Publicado en el diario El Nacional el 19 de agosto de 2005 en la página A-11. Fue publicado con un error en el tercer párrafo en la sexta línea cuando cambiaron la e de la palabra "previsional" por una o. Aparentemente el culpable fue el diccionario automático del diario)

Antes de escribir suelo buscar anécdotas o eventos históricos que ilustren el tema sobre el cual voy a opinar. Casi siempre encuentro algo interesante que transporta mi mente por horas a otras épocas y obtengo la sensación de estar viviendo en el presente lo que otros vivieron en el pasado. Esa fascinación que tiene el creernos descubridores de la repetición del pasado le sucede a muchos. Hace tres años leí "El retorno de la antigüedad" de R. D. Kaplan, ensayo publicado en 2002 que resultó casi profético. Su apreciación de la influencia de los gobiernos y los movimientos populistas a lo largo de la historia, y la tremenda impronta de estos, tanto sobre la sociedad como la economía en el siglo XX y la que se sentirá en el XXI, es una hipótesis muy interesante y atractiva.

Personalmente estoy ganado a la idea de que los eventos históricos muestran un esquema general básico del camino que seguirían los eventos actuales, por tanto, la historia permite presentir la evolución del proceso actual. Pero no se trata de un desarrollo rígido y preconcebido, ya que está condicionado a si la satisfacción de las necesidades humanas o la promesa de satisfacerlas, se realiza dejando de lado la generación, formación y producción de riqueza, es decir de fuentes de trabajo estables, permanentes y ligadas al bienestar y progreso de la sociedad, siendo ese el caso simplemente no habrá avance en el desarrollo de esa sociedad. Se estancará la nación que la alberga. Esta proposición en apariencia rígida y limitante, deja sin embargo la puerta abierta al cambio y de tal cambio puede surgir la estabilidad social que garantiza el trabajo productor de riqueza para todos.

Ese cambio modificador de la historia, creador de nuevos caminos, es la no aceptación de las actitudes y gobiernos populistas. No aceptar la repartición de la riqueza puntual, fomentar la inversión provisional, la generación de trabajo y bienes, la construcción de obras públicas y privadas, el fomento del crédito y el ahorro y la presencia de líderes probos y ejemplares que constituyan el ejemplo a imitar y no la envidia por sus posesiones, poderes, habilidades para hacer dinero o manejar voluntades.

Los gobiernos populistas y demagógicos suelen presentar pareadas las coberturas a las necesidades básicas de los individuos con las restricciones cada vez más duras y limitantes de sus libertades. Hay ejemplos de esto: hoy 19 de agosto se cumplen 71 años del infame plebiscito de Hitler solicitando la unión de todos los poderes públicos en su persona al convertir los cargos de Presidente y Canciller en uno sólo y por tanto asumir el control total, el poder total y absoluto. Su propuesta ganó por 89,9%, el resto fueron votos negativos, nulos e invalidados. Desde la época de Gengis Kan no veía la humanidad tal concentración de poder. Sólo en algunos sectores de Hamburgo y Berlín, donde tradicionalmente había mayor población de intelectuales y hombres de negocios, la votación en contra fue de 20%. Quienes debieron votar "NO", no se atrevieron a hacerlo, quienes no querían votar, no se arriesgaron a no hacerlo. Las tropas de asalto, las juventudes hitlerianas y los sindicatos comenzaron a despertar a la gente desde temprano y a gritos les llevaron a votar. La abstención fue del 7,6%.

Los gobiernos populistas suelen tener un enredo ideológico y generalmente enfocan sus planteamientos a cuestiones que generan estados de ánimo difíciles de controlar por estar ligados al revanchismo, la frustración, el rencor, la envidia, el deseo de poder omnímodo, el odio y quién sabe a que otras bajas y tenebrosas pasiones.

Hoy, que deberíamos estar todos muy contentos celebrando que Baruta cumple años de fundada, estamos, sin embargo, mortificados por el rumbo aparente de esta nación gobernada por un populista extractado de muchos otros personajes de la historia, acompañado por el embeleso de una mayoría de la población, dudado por un porcentaje alto de sus connacionales, pero que en todo caso no pasa del 40%, de los cuales Baruta, como Chacao, el Hatillo y algunas otras pocas poblaciones, son los sectores de Hamburgo y Berlín disidentes, pero sin la fuerza necesaria. Es posible que llegue al 2021 o al 2030, pero como todos los gobiernos populistas, este no perdurará, su propia pudrición interna mermará su poder y su efecto, pero si queremos cambios antes, sólo los obtendremos si quienes disentimos hacemos algo para que el futuro no sea como el pasado.

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