Gavilla alevosa, maldita, perversa y taimada
Publicado en el diario El Nacional el 8 de julio de 2005 en la página A-9
Que 26 individuos se junten y se pongan de acuerdo para matar y maltratar a unos jóvenes, sea por la razón que sea, es muy difícil, más difícil aún si son de tres grupos policiales diferentes, a menos que fuese una fiesta o como suele decirse: un bonche. Eso es lo que parece este crimen sin sentido, un bonche sangriento para continuar celebrando la ausencia de sanción, es decir: la impunidad.
Una prueba más de hasta donde puede llegar la sensación de poder y el revanchismo social, cuando agentes de la justicia y el orden masacran a tres adolescentes estudiantes y hieren a otros tantos por que les pareció, sin más.
El criterio de quien detenta el poder que no le corresponde siempre será su amargura, su envidia, su pasión injusta, su egoísmo, su rabia, y el resultado siempre será el mismo: injusticia, arbitrariedad, ilegalidad y abuso. En este caso hubo además celada, fraude, engaño a la justicia, a la sociedad y a las víctimas.
Los modelos políticos, judiciales y administrativos que nos gobiernan y nos han gobernado dejan mucho que desear. Es obvio que muchos de nuestros gobernantes no están impuestos de su papel de modelos. Lo cierto es que no han adoptado el papel de guía, de líder facilitador de la convivencia y gestor de la administración puntual y futura del estado. Eso sí, pretenden la aceptación y el reconocimiento, abusando del poder, tergiversando la información, apabullando y despreciando las opiniones de propios y extraños, con soluciones parciales a los problemas, con admoniciones altisonantes a las fuerzas productoras de riqueza, trabajo y estabilidad económica y con la actitud dispendiosa del nuevo rico ostentoso, cursi y malgastador, lo que hasta hace unos años llamábamos: ?rastacuerísmo?.
¿Qué podemos esperar de quienes no tienen otros modelos que imitar, otros modelos que seguir, que los personajes que constituyen el poder en el país?
Es cierto que no son así todos los que están, no dudo de la honorabilidad y buenas intenciones de muchos en el gobierno. Pero no podemos seguir viviendo de buenas intenciones, ya es hora de que quienes no estén de acuerdo con el abuso del poder, el desprecio por las leyes y las minorías y el rastacuerísmo gubernamental, se impongan de su responsabilidad ante la sociedad y la historia y adopten las medidas y posiciones públicas necesarias. Ya es hora de que oigamos a alguien del gobierno decir que este estado de cosas no puede ser; que botar el dinero de todos en seguir quimeras políticas propias y de otros, no está bien, no es aceptable; que hacer creer a la población que la atención médica cubana es mejor que la nacional, cuando no se le ha dado la oportunidad ni el apoyo a los médicos ni a la medicina nacional, es, cuando menos, una falacia; que el delirio de persecución que pretende descubrir un posible magnicida, un agente de la CIA, un narcotraficante o un guerrillero urbano, en cada persona que al agente policial le parezca, es una barbaridad; y que, finalmente, tomarse la justicia por la propia mano, sin el juicio deseable y necesario, es inadmisible.
Quisiera poder vivir sin esta desagradable y pegajosa sensación de que estamos siendo continuamente constreñidos en nuestras libertades, perseguidos social, económica y políticamente por firmar, disentir o porque a alguien le da la gana; sin esta sensación oprobiosa de que la ley que leo y entiendo, no tiene nada que ver con la ley que se aplica o que, simplemente, no se aplica; que dependemos de la discrecionalidad de un funcionario; que asuntos tan básicos en la vida ciudadana como puede ser la previsión social, esté en un rezago tal que será imposible ponerla al día en vida de los actuales jubilados; que conseguir un pasaporte sea una tarea imposible; que tengamos temor de nuestras vidas e integridad física y por nuestros familiares, bienes y puestos de trabajo, porque la delincuencia por un lado y el abuso gubernamental por el otro condicionan nuestro diario vivir.
Es muy duro y lamentable tener que pasar por este duelo indignante y enfurecedor, es demasiado desagradable saber lo que sabemos y saber también que nuestros gobernantes no tienen la credibilidad necesaria para que su discurso público nos llegue al alma y sentirlos solidarios en duelo, ira y vergüenza con esos muchachos estudiantes y sus también inocentes familiares, amigos, condiscípulos y profesores. Yo no los siento solidarios con el dolor de ninguno de los abusados, sólo los veo leales a sus intereses mezquinos y con la defensa cómplice del poder que detentan y del rastacuerísmo apabullante que practican.