Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 13 de mayo de 2005

Trece de mayo

Publicado en el diario El Nacional el 13 de mayo de 2005

La víspera del inicio de la marcha de Bolívar y su pequeño ejército desde Cúcuta hasta Caracas, en la Campaña Libertadora de Venezuela (Campaña Admirable), imaginamos los tempestuosos conflictos en su mente, pues a sabiendas de la importancia de su gesta, tenía que, disciplinadamente, esperar las órdenes del Poder Ejecutivo de la Unión, quienes al poner metas inmediatas al desplazamiento del ejército, limitándoles a llegar hasta La Grita, luego hasta Mérida y finalmente hasta Trujillo, cercenaban así la posibilidad de éxito al eliminar la sorpresa. No obstante, Bolívar salió al día siguiente, el 14 de mayo de 1813 y como sabemos, el 6 de agosto entró triunfante en Caracas. Audaz, decidido, disciplinado y con una clara visión de su papel de líder, tomó la decisión de iniciar la campaña, aún sintiendo la fuerte limitación impuesta a su desplazamiento. Gracias a su desempeño la jugada al destino se cumple y se decide finalmente la marcha a Caracas.

Tal día como hoy, en 1917, tres niños pastores vieron en las afueras del pueblo de Fátima, en Portugal, una imagen que se identificó a sí misma como Nuestra Señora del Rosario. Desde entonces Fátima es lugar de peregrinación y devoción de los católicos. La Virgen dio tres mensajes a los pastorcitos; los dos primeros sobre la visión del infierno, el establecimiento de la devoción al Inmaculado Corazón de María, el final de la primera guerra mundial y, si no cesaban las ofensas a Dios, el inicio de la segunda guerra mundial. El tercer mensaje, celosamente guardado hasta el año 2000, describe, en lenguaje parabólico, el intento de asesinato que sufrió el Papa Juan Pablo II a manos del joven turco Mehmet Ali Agca, ¡el 13 de mayo de 1981! No morir, fue la señal para que se precipitaran los acontecimientos, primero en Polonia y luego en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, cediendo en pocos años el paso a la democracia. El apoyo constante, personal y pastoral a los pueblos oprimidos, la firmeza de sus convicciones, la disciplina agotadora de su trabajo y la fortaleza de su espíritu que motivó, incansable, sus acciones, le salvaron la vida a él y a muchos. Su fuerza fue nuestra fuerza.

El 13 de mayo de 1940, Winston Churchill, que acababa de ser nombrado Primer Ministro, dio su primer discurso ante la Cámara de los Comunes, en ese discurso memorable fijó posiciones valientes, liderizantes y ejemplares: ?No tengo nada que ofrecer excepto sangre, brega, lágrimas y sudor.? Palabras no sólo proféticas sino además marcadamente realistas. Eso fue lo que dieron los ingleses y todos quienes lucharon en la segunda guerra mundial. Igualmente importante, pero que hoy pasa desapercibido, fue el contexto de esas palabras: la unión, la lucha compartida, la entrega a la colaboración mancomunada y el acercamiento entre las facciones políticas opuestas y de intereses diversos en un solo gabinete ejecutivo con representación de todas las tendencias. Los hombres unidos ante el desastre, la unión haciendo la fuerza. Esa fue la clave del éxito, sin esa unión para gerenciar el sufrimiento y la lucha no tendríamos hoy celebración alguna.

En 1958, el para entonces Vice-Presidente de los EE.UU., Richard M. Nixon, vino a América Latina a dar un garbeo, un ?tour? de buena voluntad, que resultó un enorme fracaso político o como lo llamó el famoso articulista Walter Lippmann: ?Un Pearl Harbor diplomático?. El 13 de mayo le tocó estar en Venezuela y aquí, en Caracas, le apedrearon, golpearon y escupieron el automóvil blindado. Se asustó con razón, la agresión fue muy fuerte, se salvó por poco. Nunca sabremos a ciencia cierta si los caraqueños de entonces detestaban a Nixon o a los EE.UU. Yo pienso que aquí nunca hemos detestado a los EE.UU., pero sí a algunos de sus personajes. La prensa apuntó claramente al sentimiento antiamericano. Yo lo dudo. Los pueblos suelen captar las ondas intangibles irradiadas por la buena voluntad. La prueba es el sentimiento de dolor de ese mismo pueblo a la muerte de Kennedy. Hay quienes tienen mala voluntad y resienten de otros, manipulan a los demás, utilizan la información y el poder de forma inadecuada y mienten, engañan y tienen el cinismo de considerarse por encima de las leyes, las buenas costumbres y los principios morales y religiosos. A Nixon, al final se le vio el plumero y se descubrieron sus truquitos.

Hoy conmemoramos que Bolívar tomó la decisión de marchar sobre Caracas y consolidar la independencia; el Papa Juan Pablo II sobrevivió un atentado que impulsó la libertad de los oprimidos, intensificó la devoción a la Virgen e hizo del rosario un instrumento poderoso de unión y resistencia; Churchill unió a todas la facciones políticas británicas en una sola voluntad y las fundió con un pueblo al que solo pudo prometerle sangre, trabajo agotador, lágrimas y sudor; el pueblo lo siguió; el pueblo sabe reconocer quien le dice la verdad, quien le tiene buena voluntad, quienes les guían con probidad y honestidad y quienes se aprovechan, lo explotan, lo engañan y lo utilizan para fines personales y políticos.

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