Los listos y las listas
Publicado en el diario EL Nacional el 29 de abril de 2005 en la página A-9
Nos encanta hacer listas. Hacemos listas para todo: el mercado, los invitados, los regalos de navidad, los cumpleaños, los teléfonos, los proveedores, etc. Todo puede ser objeto de una lista. El colmo de las listas lo lograron , el escritor Irving Wallace y sus hijos, con ?The People?s Almanac? y ?The Book of Lists?. Esas son listas, que llamaremos inocentes, tan inocentes como la del Evangelio de Lucas refiriendo los antecesores de la Virgen María o la de los inscritos en el Arco del Triunfo en París.
Hay otras que, obviamente, no son tan inocentes: la lista negra del macartismo en los EE.UU. de los años 50, la lista de los docientos y tantos enemigos de Nixon en la cual decía como ?fregarlos? utilizando la maquinaria gubernamental, la lista de los diez fugitivos más buscados por el FBI o las figuras de la baraja en la guerra en Irak.
Algunas salvan vidas, la de Schindler, por ejemplo. Otras las ponen en peligro, como la de los más ricos del mundo.
El asunto no es la lista en sí. El problema es lo que haces con la lista. Algunos se pasan de listos y hacen uso de las listas para fines inconfesables y hasta ilegales.
En el CNE convirtieron un proceso simple de inscripción y firma con identificación ante terceros y con testigos, en un engorroso e imposible proceso de doble o triple identificación, para, finalmente, declarar inválidas las firmas de personas cuyo nombre fue escrito por otro, aunque la firma fuese auténtica. Inválidas para votar en el revocatorio, pero válidas para la lista de opuestos al revocable.
Hay quienes han inventado nombres, repetido nombres y reinscrito a votantes ya fallecidos. También han desaparecido de las listas, como por arte de magia, votantes inscritos y probados con sus votos anteriormente.
La lista más larga del país es la de los ciudadanos cedulados, la siguiente más larga debe ser el Registro Electoral Permanente y la tercera en tamaño, seguramente, fue la del referendo revocatorio al Presidente de la República. Consultar las dos primeras sólo aporta la condición de ciudadano cedulado e inscrito en el REP. Consultar la de los firmantes de la solicitud de referéndum, aporta una condición política, condición que debe estar protegida por el estado y sus leyes. De no ser así, no debería expresarse inclinación política alguna más que con la fuerza bruta.
En Venezuela la condición política está protegida por la Constitución, tanto en aquellas leyes que cuidan de los derechos civiles, por ejemplo: la expresión de la disensión o la objeción de conciencia; como aquellas que protegen al trabajador en su puesto de trabajo.
La Constitución establece como principio inalienable: ?(85-5) Se prohíbe todo tipo de discriminación por razones de política, edad, raza, sexo o credo o por cualquier otra condición.? Lo cual se aplica, entre otros, a los empleadores y contratistas, sean privados o estadales.
Es tan grave el irrespeto al trabajador discriminado que ninguna legislación moderna en el planeta, lo permite y todas lo sancionan. Aquí tampoco se permite y el artículo 25 de la misma Constitución dice; ?Todo acto dictado en ejercicio del Poder Público que viole o menoscabe los derechos garantizados por esta Constitución y la ley es nulo, y los funcionarios públicos y funcionarias públicas que lo ordenen o ejecuten incurren en responsabilidad penal, civil y administrativa, según los casos, sin que les sirvan de excusa órdenes superiores.?
El problema no es el diputado que tenía, por ordenes superiores o no, la lista en su página web, ni por qué tenía la lista, ni cómo la obtuvo. Todo eso es cuento y desviación del verdadero problema de fondo: lo que hicieron con esa información quienes despidieron, doblegaron o no contrataron a trabajadores venezolanos por que hicieron uso correcto y adecuado de su derecho a solicitar el Revocatorio del Presidente.
Esas leyes son una necesidad. Su efecto está vigente. Probar el abuso de las autoridades empleadoras, contratantes o decididoras, es muy difícil, pero no es imposible. Si se prueba un caso se habrán probado muchos. Hay que hacerlo.
El listo útil que apadrinó la lista es sólo culpable de no estar haciendo lo que debería, de mezclar su representatividad con odio y retaliación, de mezquindad y traición a la clase trabajadora; ninguna razón para ir a la cárcel, pero muchas para entrar en el olvido político por quemado, usado y desgastado.
Francamente, de todas las listas, la única que me interesa es la del ?Salón de la Fama? del Béisbol, por que hoy cumple 71 años Luís Aparicio.