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miércoles, 20 de abril de 2005

La fuerza del nombre

La elección del Cardenal Ratzinger al Papado, es bienvenida y no ha sido una sorpresa.

A pesar de estar seguro de la lógica secuencia de la sucesión papal, en la cual los elementos más importantes ya fueron delineados por los propios Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, hubo momentos en que la duda me asaltó y, a la esperanza moderada por la prudencia que llama a saber esperar, se le adelantaba la esperanza moderada por la impaciencia que pide cambios ya, no importa qué, ni cómo. ¡Un Papa latinoamericano, un Papa africano u oriental!, clamaba mi impaciencia, mis deseos de cambio social y político y mi angustia por el futuro de la Iglesia, con aparentemente menos feligreses y menos vocaciones eclesiásticas.

Cuesta no ligar al papado con la política y los cambios sociales. Sabemos de la mortificación permanente de los altos prelados eclesiásticos y del Papa en particular, respecto de los problemas políticos, sociales y económicos de los seres humanos. La pobreza que nos angustia y deprime a todos, es también un problema nuclear para el Papa. Las libertades individuales, el derecho a la libre expresión y práctica de las ideas y de las creencias religiosas y políticas, es primordial para la Iglesia y el Papa. Sin duda alguna.

Cuando digo que la secuencia sucesoral era lógica, no me refiero a que estuvieran de acuerdo en que uno sustituiría al otro, eso no lo creo, pero si sabían muy bien qué hay que seguir haciendo por la Iglesia Católica y el Cristianismo en particular y por las religiones monoteístas en general. También los otros 114 cardenales lo saben y al menos 75% de ellos lo sacaron a relucir, eligiendo al Cardenal Ratzinger. Ese mensaje, contundente y sin palabras, que nos ha enviado el Sagrado Colegio Cardenalicio, no es etéreo y fútil, como el humo blanco o las campanas al vuelo tocando a alegría por el nuevo Papa, sea quien fuere. Es un mensaje importante, profundo, lleno de contenido y esperanza. Es un mensaje que también dice que entre ellos hay muchos que pueden calzar las sandalias del pescador, pero, al menos uno ya sabe como caminar con ellas y hacia donde ir. Conoce el rumbo del viaje iniciado por Juan Pablo II y él mismo. También dice el mensaje que sus años por vivir son menos importantes que lo que tiene que decir y hacer y que debe hacerlo.

Benedicto XVI, ha comprendido y aceptado el mensaje de sus pares y en la escogencia de ese nombre papal envía el mensaje definitivo de su papado. De una vez. Contundentemente, audazmente, piamente, con la claridad y diafanidad que un líder de tal calibre debe demostrar.

El evangelio según San Lucas narra la historia de la Sagrada Familia. No sólo de la Virgen María, San José y Jesús, también habla del resto de la familia, en particular de San Juan Bautista a quien llama: ?Precursor?.

Juan, hijo de Zacarías e Isabel, por intervención divina, ya que ambos eran viejos y no habían podido concebir (Lucas 1: 5-25), vino al mundo, a decir del propio ángel Gabriel, para: "... gozo y alegría y muchos se regocijarán con su nacimiento. Porque será grande delante del Señor..."

Por cierto, Zacarías, por incrédulo, fue sancionado por el ángel a ser mudo hasta el día de la circuncisión y cuando le pidieron que dijera el nombre del niño, lo escribió en una tablilla y luego se soltó a hablar y a decir alabanzas a Dios. A las preguntas de la gente que sorprendidos quería saber: "¿Qué será este niño?", contestó Zacarías con una profecía, que la costumbre de recitarla convirtió en canto: "Benedictus domine Deus Israhel... (Bendito sea el Señor, el Dios de Israel ...)" (Lucas 1:68-79).

Ese canto de humildad y declaración de confianza en Dios, tiene al final una frase que dibuja el pensamiento que, seguramente, llevó al Cardenal Ratzinger a escoger como nombre el anuncio de su bendición divina:
"Y tu pequeñuelo, serás llamado profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para preparar sus caminos, para dar a su pueblo el conocimiento de la salvación, en la remisión de sus pecados, gracias a las entrañas misericordiosas de nuestro Dios, por las que nos visitará desde lo alto el Oriente, para iluminar a los que en tinieblas y sombra de muerte yacen, y dirigir nuestros pies por el camino de la paz."

Más claro no canta un gallo. Él se quiere llamar a sí mismo como Zacarías a su hijo en la canción profética: Bendito, "Benedicto"
Un sólido compromiso, el de ser precursor, adelantado, iniciador, para la obra de Jesús, que es la de él también Así que esperamos un Papa que impartirá a la Iglesia cambios, porque cambios vendrán, por eso pide la bendición y nuestras oraciones, pero serán cambios sin romper record de velocidad. Nuestras expectativas son tan buenas como las enseñanzas que hace muchos años comenzamos a tener de él a través de la lectura de sus escritos. Sus lecciones sobre la ?Introducción al Cristianismo?, basadas en la exégesis del credo, símbolo ancestral del catolicismo, cuyo origen bautismal lo acerca más a Juan el Bautista, son inigualable fuente de apoyo espiritual e intelectual.

Creo también en Benedicto XVI.

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