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viernes, 18 de marzo de 2005

TSJ, Antígona, Sócrates y Mahatma

Publicado el 18 de marzo de 2005 en el diario El Nacional

Hemos visto en las noticias que las sentencias del TSJ son desechables. Sabíamos que eso venía, pues bastante se ha dicho y la constitución, que da para todo, lo garantiza. Pensamos que no sucedería, dado el caradurismo y la desconsideración con las costumbres, normas, leyes, tradiciones y acuerdos internacionales, que había que demostrar; pero lo hicieron y se materializó la más flagrante agresión contra la estabilidad judicial y legal, se eliminó de un plumazo la presunción de inocencia y se institucionalizó la culpabilidad presunta como garante de un juicio «así sí», «ajustado a derecho». (Pido mil perdones a los abogados por esta interpretación baladí de un problema tan denso).

Aceptar lo inaceptable, es poco menos que imposible. Se revela el espíritu contra la imposición de aquello que sentimos que va en contra de nuestros derechos, costumbres, historia y libertad.

La literatura y la historia muestran ejemplos edificantes:
Antígona, que cuidó a su padre Edipo, cegado por su propia mano al darse cuenta del incesto con su madre, se resistió a cumplir un edicto real que prohibía enterrar a uno de sus dos hermanos, muertos ambos en batalla por el poder, y autorizaba el entierro del otro hermano, el que defendió al gobierno. Tal decreto iba contra las costumbres sociales y familiares y su conciencia le dictó que debía enterrar a su hermano y lo hizo, no sin antes discutirlo con su hermana, quien no estuvo de acuerdo y obedeció el decreto.

Antígona, descubierta y denunciada mientras cavaba la tumba, fue sentenciada por Creonte, el rey, a ser enterrada viva en una cueva. Posteriormente, Creonte cambió de opinión y anuló el edicto, luego de escuchar al anciano Corifeo, quien le dijo: «A los que perseveran en errados pensamientos les cortan el camino los daños que, veloces, mandan los dioses». Cuando fueron a sacar a Antígona de la cueva-tumba, la encontraron muerta, ahorcada, en brazos de su novio, hijo de Creonte, que tampoco estaba de acuerdo con el edicto y se suicidó luego de una corta pelea con su padre.

Sócrates fue sentenciado a morir por «no creer en los dioses en que el estado cree e introducir nuevos y diferentes poderes divinos; y también por corromper a los jóvenes.» Eufemismos por reaccionario. En el juicio no se retractó y defendió su derecho a «criticar, disentir, incordiar, provocar, convencer y reprochar al gobierno»; también les dijo a los 501 atenienses que le juzgaron: «prefiero morir hablando como suelo hacerlo a vivir hablando como soléis hacerlo vosotros». El hecho es que ingirió el veneno y no se echó para atrás.

Mahatma Gandhi, para quién «la fuerza no está en las armas sino en el amor y la verdad», preconizó, en oposición absoluta a la resistencia con las armas y a la violencia, la resistencia pasiva y la no violencia, como «método para asegurar los derechos mediante el sufrimiento personal». En tal sentido escribió: «Cuando me niego a hacer algo que repugna a mi conciencia, empleo la fuerza del alma»; también dijo : «obedecer leyes que repugnan a nuestra conciencia se opone a nuestra condición de seres humanos»; completó su posición aseverando: «Quienes creen que no están obligados a obedecer las leyes que van en contra de su conciencia, no tienen otro recurso que la resistencia pasiva. Cualquier otro les ha de llevar al desastre».

Tal día como hoy, en 1922, Mahatma fue sentenciado a prisión por desobediencia civil.

Estos tres personajes que hoy recordamos, prefirieron perder la vida por sus objeciones de conciencia y la defensa de sus libertades personales y sociales. Buscaron su muerte como puerta a la esperanza. Afrontaron su desobediencia con valentía, sabiendo que honraban sus valores más preciados.

Antígona respetó la actitud de su hermana y defendió el derecho de ambas a disentir. El Rey, rectificó. La pérdida de Sócrates dio paso al pensamiento universal desatado por él, Platón y quienes le siguieron. India logró su autonomía y Mahatma es símbolo universal de entrega, dignidad, resistencia y no violencia.

El desconocimiento de: «?cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos», está garantizado por la misma constitución que hoy permite la inseguridad en las leyes y en el sistema judicial. El desconocimiento al que se refiere la constitución es un asunto colectivo. La resistencia pasiva y la desobediencia civil son, en esencia, una asunto individual, nunca colectivo. La responsabilidad y decisión son personales. Pero, si todos la tomamos a la vez...

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