Jugarrón
Jugarrón es un neologismo de mi cosecha, formado por las palabras «jugador» y «jarro».
Jugador, como ustedes se sospechan, es aquel que juega o que tiene el vicio de jugar, como dice el diccionario.
Jarro es, según el mismo diccionario la cantidad de líquido que cabe en una jarra y es, por tanto, sinónimo de cántaro y fuente de la frase popular: «echarle a alguien un jarro de agua, o de agua fría». La Real Academia Española lo entiende también como: «Quitarle de pronto una esperanza halagüeña o el entusiasmo o fervor de que estaba animado».
Así pues, jugarrón, definirá de ahora en adelante, a aquellas personas cuya actitud lúdica pueda representar una pérdida de al menos el entusiasmo de los demás por lo halagüeño de saber que estaban en algo.
Un paseo por la historia muestra que algunas personas que se dedicaron al juego en algún momento de sus vidas, fueron también, alguna vez, jugarrones. Por ejemplo, Sansón el melenudo aquel que perdió la fuerza cuando le cortaron la cabellera, fue muy famoso por sus apuestas. Durante el banquete de su boda, hizo una apuesta con 30 tipos y estos para ganarle consiguieron bajo amenaza que su esposa le sacara la respuesta. Pero Sansón no permitió que le ganaran así de fácil y los mató, a los treinta y dejó a su esposa. Eso fue un jarrón de agua fría para ella y el suegro, que se asustó tanto que le ofreció otra de sus hijas. Posteriormente, Sansón mató 1.000 filisteos con una quijada de burro. A partir de ello la gente le tomó tan en cuenta, que fue juez durante veinte años y nadie nunca jamás se atrevió a contradecirlo. Después fue que vino lo de Dalila y lo del templo. Indiscutiblemente que el juego tuvo su impronta en la sociedad de la época de Sansón.
Otros jugadores notables por sus acciones públicas y los muchos jarrones de agua fría: Napoleón Bonaparte, que aislado del «mundanal rüido» en algún lugar del Atlántico, jugó solitarios constantemente hasta su muerte. Eisenhower, jugador de golf y bridge, aplicó principios lúdicos a la estrategia militar aliada. Franklin Delano Roosevelt, que jugaba póker y otros juegos, casi a diario, por horas de horas, y sonaba las fichas en sus bolsillos mientras daba discursos por la radio a todo un país en angustiosa tensión bélica; lo del campaneo de las fichas se supo cuando se dieron cuenta de que eso era lo que dificultaba entender lo que decía y no el resultado de alguna de sus incapacidades físicas. Por cierto, el sucesor de Roosevelt en la Casa Blanca, Truman, también fue un notorio e innovador jugador de póker.
En Venezuela los juegos de envite y azar más jugados son: el truco, los gallos, ajiley, la ronda, la cruz, los dados, la turra, la vateíta, el matibol. lagó lagó, mamalé, la tortolita, el boá, las loterías de todos lo tipos, los caballos y los remates. Además, algunos juegan: golf, bridge, póker, carga la burra, canasta, gin, corazones, 7 _ y el mus. Otros juegan bingo y maquinitas -los menos. Los turistas y la gente con plata juega también ruleta. Hay más juegos que no recuerdo. En todo caso, aquí juega casi todo el mundo, hasta quienes están de incógnito por enconchados.
Lamento no poder nombrar muchos jugadores entre nuestros presidentes y políticos de renombre. Me acuerdo apenas de los juegos de dominó del doctor Caldera, Luís Herrera y Rómulo Betancourt. No se si alguna vez jugaron los tres en la misma mesa, quizás. Seguro que hubo otros jugadores. Alguno jugó hasta ajiley. Aquí todos jugamos algo y a algo. ¿Quién no? Por supuesto, que me refiero a juegos de envite y azar, no a juegos de béisbol, softbol o de perseguir artistas en motoneta por las playas y prados de la Orchila. Ese es otro tipo de juego.
A Ortega no lo perdió el juego y a mi me importa muy poco que estuviera jugando. A mi lo que me moja de agua fría es ¿Por qué estaba solo? ¿Qué hacía en Caracas, jugándose la libertad a diario? ¿Qué significa Ortega preso? ¿Va a haber juicio? ¿Cómo va a ser ese juicio? ¿Quién o quiénes lo van a defender?
¿Pero, si a Ortega no lo perdió el juego, qué pasó, por qué lo agarraron, estaba ya la cosa tan madura así, como para que se dejara agarrar?
Veamos los hechos y pensemos. Pensemos en que es mejor estar preso que en la calle. O dicho de otro modo, vale más estar en la palestra pública que en casa abandonada y bajo peluca, bigotes y nombre postizo. Es mejor ser parte de un juicio que mueva opiniones y levante pasiones que la apagada neutralidad del anonimato y el disimulo. Además, está mejor cuidado ahora que antes.
Yo no se, ni puedo saber, que hacía aquí el Sr. Ortega, pero me exalta la imaginación pensar mil cosas. Por eso, la mamaderita de gallo y la sornita del ministro presentador del éxito policial de su captura, me resulta reconfortante, pues me asegura que el gobierno no tiene idea de donde está parado, ni que es lo que se mueve ni para donde. Al mero estilo Las Vegas están embelezados con los repiques que el poder depara, sin darse mucha cuenta que están perdiendo contacto y con ello el premio mayor. La verdad es que Ortega es un clavo caliente. Mejor estaba en la calle y escondido. Ahora, cualquier juicio lo traerá de vuelta a la calle y, de repente, volver a decir en plena pantalla chica lo que muchos esperan oír.
¿A qué apostaba Ortega estando en Caracas?