Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

sábado, 5 de marzo de 2005

Como gobernar

Publicado el 4 de marzo de 2005 en el diario El Nacional, página A-9

Son pocas las personas que no saben como gobernar. En Venezuela somos 24 millones o más de potenciales gobernantes. Gobernar es como el sexo, todos creen que los demás lo hacen mal y además de criticar le dicen a los otros como hacerlo mejor. Hasta el momento no he visto un gobernante que lo haya hecho bien.

El actual gobierno es el más criticado, el más descalificado, el más controversial y el menos eficiente que ha habido en Venezuela. Se ha ganado a pulso cada punto que pierde. El esfuerzo por fracasar ha sido sistemático y constante. Pero, las paradojas de la política han sido tales que, mientras peor va, mientras más promete y más se aleja del respeto por los derechos individuales y más se acerca al autoritarismo y a la tergiversación de la realidad, más suben en las encuestas las pasiones chavistas y más descienden en el favor popular las justas reivindicaciones solicitadas por la oposición.

Debemos aceptar que la diferencia entre el gobernante popular exitoso ? en cuanto a apoyo popular- y la oposición sesuda, consciente y muy trabajadora, es que al gobernante populista y exitoso en las encuestas y las elecciones, sólo le importa eso: las encuestas y las elecciones. Se ganan las encuestas con mentiras, falsificaciones y tergiversaciones, y las elecciones con listas de electores de dudosa calificación. Lo demás no interesa. Después de todo, los pueblos pueden ser como algunas personas que son maltratadas y no se atreven a salirse de la situación. Se quedan pegados, atornillados al sufrimiento.

Esa actitud no es nada nueva, de hecho es muy antigua. Algunos pueblos han aceptado, como un karma, la desgracia de malos gobiernos y peores gobernantes; otros pueblos, simplemente no pueden hacer nada, ya que llegan a depender de tantas dádivas gubernamentales, que su desarrollo personal, individual y colectivo, se ve comprometido por las necesidades creadas y dosificadas según la pretensión oficial. Pueblos ?felices?, así, entre comillas, por que tienen pan y circo.

Hace 24 siglos, en tiempos de Chandragupta Maurya, emperador unificador de la India, el pueblo debió soportar un gobierno autoritario y despótico, pero, en apariencia, benevolente, guiado por el primer consejero del reino, el brillante y pragmático Kautilya, quien escribió un tratado sobre la ?ciencia de las ganancias materiales? ?Artashastra? que es, simplemente, un manual de como gobernar. Lo define todo: qué es el poder y como debe acumularse y ejercerse; la propiedad del estado sobre los yacimientos mineros y el derecho exclusivo de explotar y comerciar la minería; la seguridad pública y del estado, basada, entre otras razones, en la apreciación de los seres humanos como veleidosos y temperamentales, y, por tanto, la necesidad imperiosa de regular, observar y conducir la conducta de los individuos y de la sociedad, instituyendo la creación y organización de redes de supervisión y espionaje, en todos los sectores de la vida nacional, con espías entrenados desde la infancia y otros preparados para espiar a los espías; dispone la prohibición de reunirse en grupos y de discutir o disentir del gobierno; interviene en las cuestiones más privadas, como el comercio, la educación, la religión, la contratación de una brujería y la educación del individuo.

Esa injerencia tan profunda en la vida personal y pública del ciudadano, contrastaba con la ligereza con la cual se manejaban los asuntos económicos y hubo entonces un enorme crecimiento económico privado y estadal. El estado fue tan rico que pudo mantener un enorme ejército de 600.000 hombres y 9.000 elefantes de guerra, durante más de 20 años de guerras continuas.

El emperador también tenía sus normas bien establecidas: las horas para rezar, comer, hablar con sus ministros, atender a sus novias y esposas, recibir los informes de sus espías y, por supuesto, cuando y como gobernar.

Después de consolidar la India, Chandragupta decidió luchar contra el general Seleuco, quien, al morir Alejandro Magno, quedó a cargo de la región entre lo que es hoy Siria y Pakistán. Seleuco fue derrotado y tuvo que contentarse con sólo una pequeña parte de sus viejos territorios. Pero, como son las cosas en política, Seleuco le envió una hija a Chandragupta para que la desposara y éste, agradecido, le regaló 500 elefantes de guerra.

Está clarísimo, la política es una cosa y la vida de los pueblos otra. Para esos gobernantes de ayer, el fin justifica los medios. Para los pueblos de ayer y de hoy, el fin no puede justificar los medios.

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