San Valentín
Es tan difícil calibrar adecuada y justamente lo real y veraz de un suceso, depende tanto de la apreciación del que lo mire que, cuando lo vemos a través de la presentación o descripción que otros hacen, puede ser que terminemos viéndolo como el presentador quería y no como es en realidad.
Normalmente la gente decente, honesta, respetuosa y consciente de sus responsabilidades sociales, no hace presentaciones de realidades tergiversadas o falsas a fin de confundir o arrimar la sardina a su brasero. Dicen las cosas como son y aceptan las consecuencias de esa verdad expresada.
Pero los humanos somos como somos y aunque veamos clarito que nos están mintiendo o que nos están presentando las cosas como no son en realidad, seguimos pegados de la fantasía estimulada por el presentador. Seguimos jugando el juego de creer, a pesar de que nos demuestren los hechos que no nos están diciendo la verdad. Seguimos empecinados en esperar las ofertas que nunca llegarán y seguimos justificando lo injustificable en defensa de nuestra casi idolatría por aquellos que nos han dicho lo que queríamos oír o, simplemente, se han identificado con nuestras cuitas y han ofrecido lo que, secretamente, sabemos que no es posible, pero que constituye en ese momento un asa débil para sostener la esperanza.
El estado Vargas, es una prueba palpable y rotunda de aquello que los anglosajones llaman el «wishful thinking», el «deseo pensado» sería una traducción. En todo caso se trata de vivir de deseos e ilusiones, no de realidades.
Que lo de Vargas iba mal, se vio desde el principio. Ha sido una retahíla constante de errores y cambios de rumbo. Es obvio que todo el empeño y compromiso que desplegó el gobierno se quedó en el vacío. Ni se hicieron la obras que debían hacerse, ni las que se hicieron se realizaron como debían haberse hecho. La gente fue defraudada en casi todas sus aspiraciones. Aún hoy día, cinco años después, no están reubicadas las viviendas y barriadas, no están reunidas las familias y no están aseguradas las quebradas y ríos; las calles y carreteras siguen siendo provisionales e inadecuadas y no han sido planeadas las posibles emergencias. La improvisación es la regla, todavía.
Da tristeza y rabia leer las declaraciones de quienes estuvieron o están involucrados en el futuro del estado Vargas. El ex ministro Genatios, habla de obras incompletas y mal hechas, pero recordemos que el era la ¡Autoridad única! ¿Qué pasó, por qué no dijo algo?¿ Es obvio que quienes mandaban eran otros.
Asombra oír al vicepresidente decir que gracias a las obras construidas los daños fueron menores. ¿Es que acaso el piensa que lo que ha pasado en estos días de carnaval es un problema menor?
Total, estamos igual que después del deslave de 1999. Hay que volver a empezar. Supongo que esta vez habrá otra autoridad única, esta vez militar, que junto con la autoridad única civil, la autoridad única del MVR, la autoridad única de la Asamblea Nacional, la autoridad única del poder moral, la autoridad única del TSJ y la definitiva autoridad única del Consejo Nacional Electoral, si arreglaran las cosas. Y si no se arreglan, no importa, con las promesas por prometer y las cifras contundentes del registro electoral, volverán a ganar las elecciones. Está clarísimo, a ese pueblo de Vargas lo que les gusta es votar masivamente por la ilusión demagógica y por el futuro incierto que este gobierno les ha propuesto al estar por seis años completos tomándoles el pelo.
Lo que viene es eneas, como decimos en criollo. Si Vargas estaba mal económicamente, ahora estará peor. Arreglar las carreteras y calles, limpiar las playas, clubes, balnearios y edificios, tomará varios meses. La semana Santa que está a la vuelta del calendario, no va a ser la fuente de ingresos que esas familias soñaron y, claramente, necesitan.
Mérida es otra víctima, siempre muda y sufrida; también lo son Zulia, Táchira, Falcón, Yaracuy, Carabobo, Miranda, Anzoátegui, Sucre y nuestro ex-Distrito Federal; estoy seguro de que los otros 11 estados que no estoy nombrando, también tendrán dolor del cual quejarse y son testigos de primera fila del descuido culposo del gobierno.
Estas lluvias han lavado la propaganda oficialista y han dejado al desnudo las realidades de nuestra nación. Entre ellas, la incompetencia derivada de la desidia y de los intereses creados.
Esa incompetencia, se nota en varios aspectos del acontecer nacional. No sólo en la incapacidad que presentamos como nación para afrontar las desgracias naturales que son tan esperables como la noche y el día. Nuestra historia de terremotos nos indica que otro vendrá, según algunos lo estamos esperando desde 1996. Nuestra historia de inundaciones nos advierte que el río Guaire, sucio, apocado y dormilón, puede levantarse como un gigante terrible y perder la compostura y cubrirnos de barro, agua y porquerías, como lo hizo, que yo recuerde, en 1951. ¿Qué más tiene que suceder? ¿Cuántos muertos son una tragedia más seria y acongojante que la actual? ¿Cuántos buenos negocios se derivarán de hacer que no se haga lo que se tiene que hacer?
El Presidente devuelve una Ley al Congreso, por que esa Ley se aprobó sin profundizarse en su contenido y repercusión, simplemente, había que aprobarla. Pero los diputados siguen ahí, atornillados. Se trata sólo de una ligereza excusable por la premura del caso.
Los escándalos políticos derivados de la muerte del fiscal Anderson, del juicio a los ex-jefes de policía, del sainete de los paramilitares, del rollo político-comercial del secuestro del guerrillero Granda, de la eterna peleadera del gobierno con los gringos, del ataque a las libertades individuales representado en la periodista Poleo, el abogado Álvarez, la desgraciada Linda, de la elección de magistrados al TSJ, sin calificaciones adecuadas, de los enroques de ministros, jueces y otros ejecutivos oficialistas, de la posición edificante del nuevo flamante presidente del TSJ y el apoyo indiscriminado e irrestricto de su esposa, que iluminan con claridad el futuro judicial de este país y abre la puerta a las revisiones de sentencias, según sean o no del agrado e interés de los magistrados. Todos estos sucesos y otros que se me aglomeran en la memoria, pero que para ser breve no mencionaré hoy, han demostrado la poca fiabilidad del gobierno y por tanto justifican que las sospechas de fraude electoral, sean hoy, para casi todos, incluyendo los propios cómplices pasivos, una realidad sin discusión.
Una religiosa y luchadora educacional y social no recibe ayuda para sus cientos de alumnos en Petare, porque firmó: ¿Cómo se le enseña a un alumno venezolano que la constitución habla del derecho a disentir y del derecho a firmar y el gobierno sanciona y priva de ayuda esencial a los alumnos y sus familias porque la directora firmó?
Desde luego que terminará el oficialismo sin oposición alguna, sin disidencia abierta, franca, tolerante, pacífica, alegre y espontánea. Pero la habrá, solapada, callada, agresiva, pasiva en apariencia y tan intolerante o más, que el propio oficialismo. ¿Será eso lo que el gobierno desea? ¿Será la desidia, el fraude y la corrupción oficialista una forma de generar una oposición pasivo-agresiva, violenta, intolerante y vengativa? ¿Es eso lo que quieren?
Yo no quiero eso. Hoy es San Valentín y deseo manifestar mi amor a todos y a mi Venezuela.