Difícil
En estos primeros días del año 2005, me he sentido falto de palabras y abrumado por los diversos temas que calientan el ambiente y enfrían el ánimo. Quería escribir con esperanza sobre el futuro inmediato de nuestro pueblo, escribir con seguridad y optimismo sobre los logros que esperamos y las vidas que vamos a llevar en este año nuevo. Siento que lo puedo hacer y lo quiero hacer. No me falta el optimismo y me sobra esperanza positiva, alegre y creciente.
El problema no está en lo que siento que va a pasar en este país, que, como dije antes, estoy seguro va a ser bueno. El problema que es que no hallo como hacer para conseguir de nuevo la atención, el compromiso y la dedicación que desplegamos durante el «paro» y hasta el revocatorio. No encuentro los signos vitales de mis conciudadanos, no palpo el pulso ni siento el aliento.
Estamos como en estado de suspensión, en coma vigil, vivos pero sin acción. Las cosas pasan, suceden y la inercia de nuestras vidas actuales permite que nos deslicemos hacia delante; caemos hacia el futuro. Aún con poco o nada hacer, tendremos futuro. Siempre lo hemos tenido y lo seguiremos teniendo. El chorro de petróleo, los impuestos a todo lo imponible, las ganancias cambiarias del estado sobre si mismo, la buhonería bendita hasta ayer, maldita y a punto de ser proscrita hoy, las invasiones de tierras sagradas y protegidas por el silencio cómplice hasta hace dos semanas, incómodas, injustificadas y competitivas con los intereses políticos hoy, son algunas de las bases sólidas de la economía gubernamental.
Así pues, el futuro de la nación, medido o calibrado por los logros materiales, será bueno, a pesar de los pesares. Dinero hay, dinero habrá. Trabajo ya hay un poco más, trabajo habrá. Elecciones tendremos por todas partes, de todos los tipos. El CNE se va a hartar de hacer elecciones limpias, quirúrgicas, asépticas, no contaminadas, electrónicamente puras, cibernéticamente reales. No importará para nada que la base de datos, el registro electoral, tenga errores voluntarios e involuntarios que comprometan los resultados. No importan los Granda. Cada vez que se descubra uno nos dirán: «por un caso no se puede decir? o invalidar?» Al final, no importa para nada que las minorías, si es que existimos, si es que somos reales y no un invento mediático, no sean tomadas en cuenta, que la única opinión y la única opción sean los oficialistas comprometidos con la revolución. La idea final será que nos llevarán al futuro agarrados por la manita, apenas empujados en la bajadita, guiados por los prohombres y las prohembras que echan el bofe trabajando y maquinando en la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo, el CNE, el tren ejecutivo de ministros y gobernadores, y los diversos institutos autónomos del país. Cada vez tendremos más cosas y podremos utilizar más dólares. Se «rescatarán» del uso individual y privado todas aquellas instituciones y servicios que a alguien le parezca que se deben rescatar, comenzando, por supuesto, por las de capital foráneo, o sea, extranjeras. Con las viviendas, terrenos urbanos y otros predios e inmuebles, se seguirá idéntico procedimiento, si no se usa se «rescata» y se reparte. No creo que lleguen hasta el punto de rescatar el dinero en las cuentas bancarias por no estar en movimiento, aunque el principio es el mismo.
Pleitos habrán, y si no los hay se inventan. Hay que mantener el sobresalto, el temor y exaltar la «prudencia». Seguiremos siendo los apóstoles de la moral gubernamental. Sembraremos de ética gobiernera el continente americano, el europeo, el asiático y el resto del mundo será también el escenario de la gesta principista aleccionadora y ejemplar del Presidente que nos tocó por obra y gracia de birlibirloque. A los colombianos les enseñaremos a no hacer las cosas escondidos y en las casas de los demás. A los chilenos a que no discutan y acaten. A los americanos a que no sean desconfiados y crean en Citgo. A los chinos les haremos saber lo contentos que estamos de que Mao haya sido chino y de que su libro rojo fuera de verdad rojo. A los peruanos y a los mexicanos les mostraremos el camino de la justicia social, la equidad étnica y la correcta distribución de la riqueza. A los bolivianos les daremos lecciones de paciencia, por que la revolución sigue viniendo y la estamos apoyando. A los cubanos, hermanos soberanos de la libertad les continuaremos inyectando la energía endovenosa que constituye la única compensación posible para los desvelos, sacrificios y desinteresada buena voluntad que han demostrado en el manejo de los asuntos internos y la precaria salud popular de los venezolanos.
El orden se generará solo. Nos acostumbraremos a las honestas colas vigiladas por efectivos del ejército o la Guardia Nacional. Al que se colea: «te me vas de aquí» y para estar seguro te pintan en la mano un número. Ni en el Libro de los Records, he leído de alguien haciendo una cola durante más de cuarenta y ocho horas seguidas, para lograr un pasaporte.
Los tribunales de justicia funcionarán pero pocos solicitarán su actuación, para qué, sólo aquellos que previamente apoyados y debidamente aprobados por las autoridades competentes, se atrevan a ir a juicio, tendrán éxito.
Por eso y otras cosas más que hoy no nombraré, pienso que el futuro está allí. Pero no es el futuro que quiero para mi país. Es el futuro que nos estamos dando por inercia. Decía hace unos días el nuncio apostólico: «¿Dónde se encuentra hoy ese pueblo valiente, es decir, esos hombres y mujeres, testigos de libertad y solidaridad, conscientes de su responsabilidad y protagonismo?»
La Venezuela que yo quiero tiene que palpitar de alegría, buen humor, respeto y libertad. No la quiero conformista ni la quiero atemorizada. La quiero retadora y audaz. No la quiero belicosa ni pendenciera, pero si decidida y dispuesta al sacrificio. No la quiero cómoda y arrellanada permitiendo que los demás hagan y deshagan a su antojo. No la quiero frotándose las manos entre bambalinas y sin que los vean los espectadores, por que es mejor negocio que me expropien y me paguen que seguir aquí, en esto? La quiero sin vivos que abusen y sin zoquetes que se dejen abusar. No necesitamos paladines de nada y menos de la justicia.
Si hacemos sentir nuestra presencia, si vivimos de acuerdo a nuestros valores éticos, religiosos, sociales y políticos, si somos solidarios, si somos respetuosos de las libertades y los derechos individuales y colectivos y, finalmente, si no vendemos nuestra alma al diablo y por ella nos jugamos nuestra paz y nuestras vidas, seremos aún mejores, aunque no seamos felices en el momento pues tenemos mucho trecho que recorrer y mucho esfuerzo que aplicar, estaremos cada vez más cerca de nuestras ilusiones.
Este es el mejor de los momentos, no sólo debemos aprovecharlo, debemos integrarnos y liderar los cambios y el desarrollo. Estamos en esa bajadita y coger velocidad y dirección es solo cuestión de echar para adelante.
Aparécete y actúa, ¡ya!