Reflexión en Navidad
Al acercarse la conmemoración del nacimiento de Jesús de Nazaret, nuestra vida, al igual que la de cada cristiano, se llena de emoción. Estos días son pautados por la alegría y el humor, podemos llegar a ser tan generosos en hacer regalos a quienes queremos, admiramos o, simplemente, nos sentimos en deuda y con deber, que gastamos lo que tenemos y lo que vamos a tener. Para disfrutar con amigos y con quienes comparten la alegría de estos días, vamos de celebración en celebración, de gaita en gaita, de hallaca en hallaca, de trago en trago, de trasnocho en trasnocho y, ciertamente de gastritis en gastritis y de promesa en promesa. Por supuesto que todos nos creemos nuestras promesas y todos creemos en las de los demás. La Navidad es así, es época de creer en los demás, es momento de prometer, es tiempo de enmendar, es la ocasión de borrar y botar el cuadernito donde anotamos -quienes lo hacen- las deudas de los demás y las esperanzas fallidas.
Aparejado con la llegada al mundo de Jesús y su amor redentor, celebramos el año nuevo; todavía no se ha parado el niño Dios cuando ya tenemos nuevo año. La asociación de ambas fechas no es casualidad. Nuestro subconsciente occidental acercó estas celebraciones en busca de reforzar el concepto de novedad, de inicio, de frescura, de claridad, transparencia y esperanza. Jesús viene a este mundo de terribles conmociones naturales y artificiales, y en medio del conflicto guerrero de su época y de la desatención e incredulidad de sus semejantes, se crece en bondad, entrega, generosidad y perseverancia. Van 2004 celebraciones de su liderazgo espiritual, de su ejemplo como hombre y del enorme conflicto que representó para él decidir que tenía que pasar por hacer lo que tuvo que padecer, si quería hacer lo que se había propuesto hacer. Tuvo que aceptar que su madre sufriría, que el sufriría, que pocos entenderían su sacrificio. Aceptó que el tiempo le daría forma a su historia y que el contenido de sus ideas sería finalmente transmitido por otros. Se sabía finito como humano y débil ante el dolor. Pero confió en él, tuvo fe en sus principios, no perdió la paciencia ni se entregó al desespero. No utilizó el poder que de hecho tenía y que yo sepa, pudiendo mandar ejércitos divinos de fuerza inconmensurable, la única orden que dio fue a Lázaro para que andase.
Hoy, pensando, poco y con poca profundidad, por que soy temeroso de los poderes terrenos, me pregunto: ¿el balance de estos últimos años de desarrollo político en nuestro país, es como alguna vez lo soñé? Hasta hace unos días, un mes, más o menos, pensaba que sí. Desde los sucesos de Ucrania, he visto claro que no y a medida que se ha venido acercando la Navidad ha crecido mi sensación de que no ha sido como yo lo quería, que nos hemos comportado menos bien de lo que pensábamos, que hemos sido menos eficaces que lo que deseábamos y que finalmente, debemos seguir hacia delante, siendo cada vez mejores y más cercanos al mensaje implícito en la Navidad, en la vida y en la muerte de Jesús de Nazaret, en la actitud valiente y dolorida de su madre y en la inagotable fe e incansable actitud de los Apóstoles, recorriendo la tierra de uno a otro confín llevando un mensaje de paz, esperanza, aliento, constancia y fe.
Jesús no tenía nada, carpintero, como su padre, tendría más bien instrumentos que bienes o inmuebles. Algunos de los Apóstoles tendrían más, pero todos dejaron todo por acompañarle. Todos se jugaron la vida, como él. Algunos la perdieron y fueron crucificados o simplemente asesinados. Murieron por sus ideas.
Hemos hecho gestas admirables. Huelgas larguísimas, marchas multitudinarias, escritos y discursos sesudos y apasionados. Pero, ¿por qué la huelga no fue completa, por qué exigíamos automercados, clínicas, farmacias, panaderías y bancos abiertos unas horas al día? ¿Por qué cuando faltó la gasolina, sentimos más la necesidad de llenar el tanque que apoyar la huelga y la escasez? ¿Qué tan fuerte es nuestra decisión, qué tan sólido es nuestro compromiso?
Vamos a celebrar esta Navidad con gran alegría, por que yo si estoy viendo surgir ese compromiso en muchas personas. Ahí vienen esos líderes comprometidos que tengan o no que perder, están dispuestos a darlo todo, hasta la vida -que si no, no vale de nada- por sus semejantes, Que desean que los demás tengan en su alma la fe que ellos tienen y en sus cuerpos la energía, la decisión, el aliento y la perseverancia suficiente para guiar con autoridad moral y anímica a sus semejantes. Esos líderes ya están ahí y a partir de ahora los veremos y los sentiremos y nuestro apoyo para ellos será tan sólido como el de su compromiso con nosotros. Así fue. Así siempre ha sido. Así será.
¡Feliz Navidad!