Cañón suelto
Pocas cosas más peligrosas y aterrorizantes que una cureña y su cañón liberados de sus ataduras y deslizándose al vaivén de las olas por la cubierta del barco que los porta. Y si hay tempestad, peor. De ahí la frase: «más peligroso que un cañón suelto» y su derivada calificación: «fulano es un cañón suelto». Que, si a peligros vamos, es sólo comparable con: «más peligroso que un mono con un revólver»
En todas las comunidades siempre hay alguien que es un poco díscolo y hasta rebelde. Pero cuando el grado de rebeldía alcanza el mismo nivel que el de tozudez y se convierte en un activo público o popular el desmán, el abuso discriminado, la sinrazón, la intuición y los pálpitos inspirados, entonces estamos en presencia de un personaje de esos que se califican como «cañón suelto». Usualmente son figuras que destacan por lo continuamente inapropiado de sus acciones y lo constante de su afán de notoriedad. Generalmente oyen pero no escuchan más que a su obstinado interés. No suelen atender razones de otros y estas son vistas y juzgadas como pretensión de imponerles pautas de conducta. Esa actitud paranoide les defiende y aísla de acciones de control por parte de los demás, tanto que pueden convertir una actitud de defensa en un baluarte de aparente probidad, entereza y ejemplo para las gentes. La certeza de lo imposible de controlar, canalizar y utilizar provechosamente a estas personas, se va instalando paulatinamente e individualmente en quienes están relacionados con ellos por favor o en desgracia. Eventualmente, ambos llegan a la misma conclusión: uno de los dos sobra. Lapidaria decisión. Comprensible sólo en la desesperación.
Es fácil imaginar al abad del monasterio en el cual profesó el monje Bertoldo El Negro, por allá en la Alemania de entonces, a comienzos del siglo XIV, halándose los pelos de desesperación al entender que lo que su tan ocupado y diligente monje hacía, era formular la pólvora y fundir el primer cañón de bronce. Por muy guerreros que fueran los monjes, que a veces lo eran, resulta difícil aceptar semejante actitud. Ese dolor de cabeza debió quitarle muchas horas de sueño al Abad y quien sabe que deseo secreto manifestó a Dios, para que controlara y encauzara la imaginación de Bertoldo a un uso más humanitario de sus habilidades.
Lo cierto, es que los cañones, desde entonces, no han dejado de sonar y destruir. Y ya sabemos, por lo que contamos antes, que a veces también destruyen cuando se sueltan la cureñas y comienzan a pasearse sin control y sin concierto, por la cubierta del tambaleante barco, y sálvese quien pueda de quedar aplastado, manco, cojo o simplemente baldado, ante el embate desproporcionado del cañón libre de ataduras y enseñoreado del espacio de los demás.
Con tristeza y pesadumbre nos enteramos del fin trágico de uno de los fiscales del Ministerio Público. Explotado con pólvora plástica ultramoderna, heredera de la antigua. Que Dios le tenga en su gloria.
Con tristeza y pesadumbre nos enteramos del fin trágico de uno de los abogados de la República; baleado de forma inmisericorde. Que Dios le tenga en su gloria.
Con tristeza y pesadumbre nos enteramos de la detención ignominiosa y humillante de los padres del abogado baleado. ¡Que Dios les mantenga en su dignidad!
Con tristeza y pesadumbre nos enteramos de la aprobación apresurada, mediatizada y abusiva, por la Asamblea Nacional, de la cacareada ley que controlará los medios de expresión públicos y privados. ¡Que Dios nos reciba confesados!
Con tristeza y pesadumbre nos enteramos del allanamiento del Colegio y Club Hebraica que mantiene la comunidad hebrea en Caracas. ¡Que Dios nos ampare!
Con tristeza y pesadumbre nos enteramos de que un juez de la República, decidió, sin más y por su intuición sugerida, ordenar el allanamiento antes mencionado. ¡Que Dios le proteja y permita que su cureña este bien fija y segura, otra vez!
Si es así como vamos a dirimir nuestras diferencias, es mejor que nos dediquemos a contar monedas, dormir siestas, hablar paja, contar chistes y a arreglar flores en los jardines, mejor, no veamos, no oigamos y no contactemos, permanezcamos en el silencio comunal y en el autismo sociopolítico, que la política no es para nosotros y tampoco las leyes lo son. Quienes crean que matando, maltratando y humillando, se cambia a las personas y se modelan el presente y el futuro, están cometiendo un serio error. Matar al fiscal equivale, como en el chiste, al marido que botó el sofá, testigo mudo del adulterio de su esposa.
Allanar una casa de estudios de una comunidad religiosa como la hebrea es una afrenta inaceptable, pues indica la creencia del poder judicial de que la comunidad judía o no puede mantener a raya a sus cañones sueltos, o les auspicia y protege. Ambas cosas, obviamente, falsas.
Hay tantas cosas que lamentar en estos momentos, que de repente creo entender por que Bertoldo usaba su tiempo en perfeccionar un medio expedito de buscar la paz. Seguro que rezaba mientras se fundían los cañones. No deseo mal a nadie. Ninguna desgracia me es ajena. Todo sufrimiento se asemeja al mío. Pero desearía, Dios me perdone, que la fuerza y la maldad que despliegan hacia otros se volviera contra ellos por descuido y por error.
A los cañones sueltos, que son muchos, ¿qué podemos decirles, que ellos puedan escuchar?