Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

sábado, 6 de noviembre de 2004

Caraotas

Pitágoras decía a sus discípulos que se abstuvieran de las caraotas. Aristóteles no compartió nunca ese consejo, porque las caraotas de la época, que eran las habas, se referían simbólicamente al sexo y él no estaba de acuerdo en prescindir de tal placer, por muy puro que desease conservar su cuerpo. Pitágoras sabía mucho de matemáticas, pero poco de nutrición. Hoy sabemos que los granos son fuentes poderosas de alimentos y si los combinamos con cereales, tendremos proteínas tan excelentes como las de la carne; además, contribuyen a disminuir el colesterol y tienen efecto protector contra algunos cánceres. Así, lo recomendable es no abstenerse de las caraotas, es decir, granos, habas, habichuelas, fríjoles, lentejas, alubias, o como las queráis llamar.

Hace apenas una mano de días, que una parte importante de los venezolanos decidió no utilizar el pulgar para dejarse cazar la huella, ni el meñique para que se lo entintaran y menos aún el índice para señalar su elección y apretar en la pantalla el voto, pero usaron el dedo medio para pintarle una columba mensajera al gobierno y al resto de la oposición, que sí nos dejamos cazar la huella, nos pintaron el dedito, presionamos las pantallas y nos fuimos henchidos de algo que no se qué es, pero que sabe entre maluco y soso, sin llegar a miel, pero con aroma a lechosa muy madura. Por supuesto, hubo quienes utilizaron el dedo meñique para menesteres más útiles, como el Presidente del Consejo Nacional Electoral, que abiertamente y sin ningún rubor, pena, vergüenza o lamento, se rascó los sesos, desde su abultada narizota con el tímido dedito.

Las cifras electorales hablan por sí solas. Exceptuando algunos enclaves notorios de la oposición, a todos los demás les dieron jaque mate. Derrota anunciada; obviamente no merecida, pero bien planificada, bien ejecutada, impecable desde el punto de vista político, burda y maloliente desde el ángulo del participante y del votante crédulo, confiado y esperanzado. Es también obvio que la fuerza política más grande del país es la abstención.

¿Cómo puede ser que en un país donde la gente come tanta caraota y tan seguido, haya tanta abstención? Es un contrasentido incomprensible. O caraotas, o abstención. Las dos cosas no pueden ir juntas. Pero así es Venezuela y así es el mes de octubre. Yo lo dije, en octubre las cosas no son lo que parecen (Ver artículo del 3.10.2004: ¡Octubre!, en http://mivenezuela.blogspot.com)

Sigo empeñado en descubrir las contradicciones de octubre y sus secuelas. Por ejemplo: los famosos rectores imparciales y no comprometidos del CNE, avalando con sus intemperancias la falta de respeto al derecho de disentir y solicitar reconsideración y recuento de votos, o asistiendo a los actos de auto proclamación política de algunos de los nuevos conductores públicos; o ver como un ejemplo de líder probo y paradigmático, recientemente elegido al más alto cargo político y administrativo de la zona metropolitana, no es reconocido como tal por su bullente y amantísimo pueblo elector y tiene que huir del Poliedro a ritmo de bachata, apenas dos días después de ser elegido. Me pregunto, ¿si así fue antes de mandar, lo irá a hacer mejor mandando? Pero eso es nada, comparado con los carabobeños votando cruzado: para gobernador, por el candidato apoyado, aupado e impuesto por el Presidente Chávez y para la Asamblea Legislativa por los candidatos no oficialistas. Ahora tienen un gobernador desconectado de la Asamblea. Aceite y vinagre.

Técnicamente hablando, ya la revolución terminó. Ahora viene la etapa de dominación, de inculpación y de contrición. Luego vendrá la de la contrarrevolución y finalmente alcanzaremos la paz, cuando las ranas críen pelos. Pero eso, a este paso de contradicciones, será pronto.
Por cierto, en la época de Pitágoras en la Grecia antigua, las caraotas se usaban también para las votaciones, depositándolas, una por cada elector en los cascos o sombreros de los candidatos. Ya entonces la política era poco pulcra, a veces, y por eso, seguramente, Pitágoras no quería que sus discípulos se embarraran. Las cosas no han cambiado en cuanto a la política se refiere, pero si en cuanto a la gente. Se impone la no abstención.

Ahora tenemos que ser todos políticos, tenemos que comer caraotas y tenemos que ir a votar. No podemos seguir repitiendo estas situaciones inútiles y absurdas, llenas de contradicciones y de efectos teóricos que nunca se dan. En el 2006 tendremos que votar todos. Por ahora recordemos las palabras de Abraham Lincoln: «Se puede engañar a todo el pueblo por un tiempo, y a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo».

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