Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

miércoles, 18 de agosto de 2004

La mujer del César

Pompeya, la segunda esposa de Julio César, fue acusada de mantener relaciones con Publio Clodio Pulero, de quien se dijo que había entrado en su casa, con motivo de una fiesta, vestido de mujer. César la repudió y el Senado romano dispuso que se abriera una averiguación acerca de este hecho considerado entonces un sacrilegio. En el interrogatorio a que sometió el Senado a Julio César, le preguntaron por qué había repudiado a su mujer, a lo que contestó, según cuenta Suetonio: «por que es preciso que todo lo que me pertenece esté tan exento de sospecha, como de crimen». Esta misma historia es contada también por Plutarco y según él la frase fue: «A la mujer del César no le basta con ser honesta, sino que además debe parecerlo»

Es evidente que los principios detrás de estas frases, sea cual fuere la verdadera, son: la diafanidad, la transparencia, el respeto y la honestidad de la conducta de la esposa del César. Principios aplicables a todo aquello que se relaciona con la Jefatura del Estado, el hombre público, el líder, el paradigma del éxito o del servicio público. «No basta serlo, hay que parecerlo» es una expectativa básica sobre el político y más aún, sobre el Presidente.

Los números pueden ser los correctos, pero si el proceso no ha sido transparente, si no está exento de sospecha, quien no debe aceptarlo es el propio Presidente. Su fuerza moral se compromete, flaquea su fortaleza democrática. Es él quien debería repudiar la acción sacrílega de quien haya empantanado la voluntad del pueblo.

Deseo, francamente, que se demuestre que no hubo fraude. Quisiera sentir que aunque mis compatriotas no compartieron conmigo la posibilidad de revocar al Presidente, ellos ganaron en buena lid, de forma transparente. Nuestra dignidad lo exige. Necesito la paz interior de sentir tristeza por no estar en sintonía con el resto de los venezolanos que escogieron no revocar el mandato a Hugo Chávez y no la rabia enorme de sentirme engañado. No quiero seguir sintiendo esta sorda indignación de saberme burlado. Odio pensar que somos las víctimas de un plan orquestado oficialista para minimizarnos, amedrentarnos, desestabilizarnos, irritarnos y finalmente lograr que claudiquemos, nos larguemos del país, abandonemos toda esperanza y se entronice en suelo venezolano la dependencia absoluta del estado y el manejo dictatorial, autoritarista y humillante del pueblo, por parte de gobernantes arteros, malignos, explotadores, despóticos y desconsiderados. Por eso, si ganó el NO, así sea. Pero si hubo trampa, si pretenden engañarme, no lo puedo aceptar y el Presidente tampoco. El lo sabe. Sus elecciones anteriores fueron limpias. Estas si no lo son, no deben ser aceptadas, ni por él ni por mi, ni por todos.

El CNE adolece de parecer lo que pregonan. Ya es hora de que empiecen a parecer tan honestos como nos dicen que son. Una auditoría seria es necesaria.

Estoy seguro de que los que votamos SI tenemos la disposición de aceptar el NO como respuesta popular del pueblo de Venezuela, sólo si está « tan exento de sospecha, como de crimen».

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