¡El chamorrazo!
En 1990, Daniel Ortega, gobernante y candidato a Presidente, segurísimo ganador en Nicaragua -según casi todas las encuestas- perdió la elección ante la avalancha silenciosa de votos por la Sra. Violeta de Chamorro. Por 11 años había gobernado el Frente Sandinista de Liberación Nacional, en nombre del pueblo y con la inspiración de Sandino. En once años se habían logrado libertades civiles que aparecían sólo en el papel. El espionaje civil, social y político, las represiones judiciales y extrajudiciales y la censura, regresaron al país de la mano de sus principales críticos y antiguos enemigos. Mejoró el analfabetismo, empeoró la agricultura y el desempleo. Cambiaron de dueño las tierras, pero no se pudieron trabajar ni sembrar, por falta de créditos y apoyos externos. La industria, casi inexistente. Los capitales se fueron y no quisieron regresar. El nicaragüense sobrevivía en 1990, con medio dólar diario. Desde el triunfo de la Sra. Chamorro, las cosas han cambiado; las leyes se respetan, desaparecieron los espías y soplones de esquina, hay plena libertad de expresión, no hay presos políticos, la lucha anticorrupción ha sido dura, constante, y se sigue dando, pero el nicaragüense, todavía, sobrevive con menos de 2 dólares diarios, 14 años después.
Campanada de aviso. Recuerdo crudo de que el futuro no es sólo hacer algo hoy, es también seguirlo haciendo cada día. Los problemas que padece nuestra nación no se solventarán con el simple y costosísimo expediente de cambiar al Presidente. No debemos olvidar ni por un segundo, que él está ahí por nuestra desidia.
El silencio de nuestros votos, la serena marea de venezolanos asistiendo a su deber de votar en secreto y con contundencia, será nuestra forma de iniciar un largo camino de legalidad, prosperidad, igualdad y solidaridad.
El 15 de agosto se cumplirán 57 años de la independencia de India y Pakistán (el día antes), luego de 200 años de dominación británica, gesta histórica basada en la resistencia pacifista y férrea de la fuerza moral activa en la desobediencia no violenta, liderada por Gandhi y asumida por 400 millones de hermanos.
Actos de la significación y sentido como el del Referéndum Revocatorio, no están aislados en la historia del desarrollo humano. Ser mejores es una necesidad vital que nos obliga a sacrificios insospechados. Ser útiles y solidarios a nuestros hermanos es, igualmente, una expectativa moral de tal calibre, que nos plantea hasta la renuncia al bienestar y, por qué no, la pérdida de la libertad. Los presos políticos en la Venezuela de hoy, serán parte de nuestro quehacer a partir del 15, pues el cambio del Presidente será sólo el comienzo del proceso de desmontar la patraña socio-política que estamos viviendo actualmente.
La intención de ir a votar -83% en algunas encuestas, 100% en mi entorno- el desagrado, el miedo y la certidumbre de falta de paz y bienestar para el futuro que genera el gobierno, unidas a la inseguridad social, económica, política, jurídica y cultural, son los motores de la marea silenciosa de votos para revocar al Presidente.
Falta ahora que además de cambiar al Presidente, cambiemos nuestra actitud y seamos, como obviamente queremos ser, mejores venezolanos y adelantemos nuestro país al futuro brillante que nos queremos dar. Sería muy triste decirnos luego, que ganamos las elecciones como en Nicaragua en 1990, pero 14 años después estamos con el país casi igual que antes, como Nicaragua en 2004. Nos lo debemos ahora para el futuro y lo mereceremos después, esperamos como Gandhi y sus hermanos esperaron y al final ganaron y siguen ganando; esperamos, con la seguridad callada de ganar como la Sra. Chamorro.
Ganaremos y seguiremos ganando.