Actualidad al 22.05.2004. ETA
ETA son las iniciales finales (se cambió el último de sus nombres en honor a Mozart) de Ernst Theodor Amadeus Hoffman, el imaginativo, fantasioso y a veces macabro escritor, que tanta influencia tuvo en Poe y Baudelaire y cuyo cuento del «hombre de arena» inspiró a Delibes en la composición del famoso ballet Coppélia. En dicho ballet, Coppelius, el creador de la muñeca autómata Coppélia pretende quitar la fuerza vital a Franz para dotar a la muñeca de su propia vitalidad; Swanilda la novia de Franz se disfraza como Coppélia y así engañan a Coppelius y logran escapar. Al final se casan Franz y Swanilda, Coppelius asiste a la boda y la vida continua para todos. Hasta que aparezca otro Franz para quitarle su vitalidad y dotar a Coppélia de la vida que los autómatas no tienen, entretanto seguirá Coppelius fabricando muñecos autómatas. Por cierto, Copelia es el nombre de los helados cubanos que Fidel le manda al Presidente Chávez y que éste prometió compartir con los muchachos presos por ser supuestos paramilitares.
Que me perdonen los amigos vascos por la ligereza del título, que no tiene, obviamente, nada que ver con ellos. Pero es que así son las cosas. El 11/3, en Madrid, se dijo que era la ETA y no era. Que importa que hoy diga lo mismo y tampoco sea. Así son las cosas. No importa lo que dices, el asunto es decir algo y si inventado, mejor. Además, ¿quién dijo que sólo Bush, Blair y Aznar inventan cosas y descubren complots que después no existen? ¡Por favor! ¿Qué me dicen de Fidel Castro y del Presidente de «El Señor Presidente»? Todos ellos se quedan pálidos ante la creatividad macabra, descarnada e inverosímil de quién quiera que fuese el que planeó los acontecimientos del día de la madre en Caracas. Todos los antes mencionados y el finado Premio Nóbel Miguel Ángel Asturias, son estudiantes de primer grado de complot, fantasía mediática y mentirología. En cambio, en el curso avanzado que nos ha dictado el gobierno venezolano en estos últimos días, hemos aprendido cosas que ni aun soñadas por Asimov serían pensables, y sin embargo? ahí están: 130 adolescentes convertidos por decreto en paramilitares, entrenados en 43 días sólo teóricamente, alimentados con cachitos de la Danubio (pasteles hojaldrados de jamón o de queso de una exclusiva pastelería caraqueña), sin armas, sin pertrechos, supuestamente alojados en la finca de una persona muy conocida por ser dirigente extremista de la disidencia cubana en el exilio y de la venezolana actual. Encerrados en esa pequeña finca, sin salir, sin hacer ruidos, sin comprar papel higiénico (hecho, aparentemente, demostrado) sin encender luces, y el día que les uniforman con trajes de campaña del ejército venezolano --robados, dicen--, por virtud del destino y gracias a la bondad divina, la esposa de uno de los conductores de los dos autobuses en que les llevaban al posible holocausto para luego terminar de vestirles con armas largas, cortas y sudarios de plástico negro, se asustó, con razón, y avisó a la policía que a su marido (Para más inri, llamado Fidel Castro) lo estaban secuestrando y la policía encontró 56 de ellos en los autobuses, sentaditos con sus botas y trajes nuevos, con sus caras inocentes y sin saber de la que se salvaron. Todos fueron presos y las explicaciones del gobierno son? pura fantasía terrorífica. Vaya soldaditos paramilitares, menores de edad y hasta una niña de 15 años embarazada --todavía no se sabe de quién. Con razón el Presidente Chávez se enterneció tanto y les invitó a quedarse en Venezuela y a compartir los helados Copelia. ¿Quién le quiere quitar la energía vital a quién? ¿Quién es el autómata de quién?
Otro drama insospechado, sin final por el momento.
El gobierno, como es sabido, ha perdido toda credibilidad. Magnicidio, ataques a fuertes y batallas y batallas que se evitaron librar. Soldados presos que se queman solos, Alcaldes que saltan y se ensartan. Periodistas y medios de comunicación que si dicen pierden y si no dicen también.
Las tramas enredadas, retorcidas e increíbles, continúan. Las pruebas de las mentiras, de las calumnias y de los supuestos objetivos de la inteligencia policial secreta antidisidencia, nunca aparecen. Los allanamientos de moradas y de papeles privados no producen las pruebas supuestas. Las escenas de los terribles crímenes sucedidos, son invadidas por el desorden o el «pueblo» y desaparece automáticamente la prueba pertinente. Los muertos desenterrados sirven los propósitos escatológicos y propagandísticos del gobierno. Asustar al pueblo y al cuerpo diplomático con fotografías de cabezas cortadas de supuestos paramilitares (o disidentes) es un acto de mal gusto e irrespeto. También es una advertencia a quienes se desvíen del camino que el gobierno quiere marcar.
Los mártires que no queremos tener, ya están comenzando a aparecer, esperemos que esto termine antes de ver convertidos en símbolos de la libertad y el futuro, al General Carlos Alfonso Martínez, Henrique Capriles, Alejandro Plaz, Maria Corina Machado, Patricia Poleo, Ybéyise Pacheco y tantos otros que llenan las listas de los disidentes opositores. Estoy absolutamente seguro de que ellos prefieren ser luchadores por la libertad que el hecho de que luchemos por ellos. Yo también lo prefiero.
En un país con leyes que son cuando menos interpretables al antojo oficial y cuando más, no cumplidas, ya no podemos intuir que va a pasar. Las señas son enredadas. Lo único claro es que ejercer el derecho de revocar el mandato de Chávez va a resultar muy costoso en términos de paz, tranquilidad, alegría y felicidad. Nuestro desagrado con la mentira, el disimulo, la manipulación, el montaje, las amenazas, las destituciones injustas, los encarcelamientos injustos, las imputaciones maliciosas e injustificadas, los falsos testimonios, la utilización de seres humanos, la burla y el desprecio por la disidencia, la falta de respeto a muertos y heridos, la delincuencia, y tantos otros males que hoy nos aquejan, ha llegado al límite. Padecer pacientemente ya no es un alternativa, es preferible caerse que quedar colgando. Aguantar hasta que la razón prevalezca es sensato, bueno y deseable, pero ya no está siendo posible. El revocatorio tiene que venir o tiene que venir.
Por eso cuando veamos ETA pensaremos en Al Q?aeda, cuando veamos armas de destrucción masiva pensaremos en petróleo, cuando nos hablen de magnicidio pensaremos en cortina de humo para otra retorcida e increíble marramucia y cuando nos digan que nos van a dar helados Copelia, es que me quieren convertir en autómata, como Farfán el brazo ejecutor de «El Señor Presidente»
Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.