Actualidad al 07.04.2004. - Habas de aquí y de allá
Se cumplen diez años del genocidio de Rwanda, 700.000 personas asesinadas en cien días por los Hutus extremistas que se ensañaron contra los Hutus no extremistas y los siempre dominantes Tutsis. Cientos de miles de refugiados, mayormente Hutus, cruzaron por Zaire (Hoy Congo Kinshasa o República Democrática del Congo) y llegaron a la actual República del Congo (Congo Brazzaville) donde fueron, tres años después, los perseguidores de cientos de miles de congoleses que tuvieron que buscar refugio en los países vecinos. Hoy, el salvador de Rwanda, el hombre que logró parar la masacre genocida, el actual Presidente Kagame apoya y favorece las milicias de Rwanda que están aterrorizando a los congoleños Kinshasa, al igual que hace 7 años a los Brazzaville; y nadie hace nada. Inmunidad por fama y hechos pasados, sea como sea que se comporte hoy. Otro tanto sucede con Mugabe presidente de Zimbabwe, el gran luchador y liberador del pueblo rhodesiano, quien hoy preside un gobierno autocrático, hegemónico, aterrorizador y represor; y nadie hace nada. Como Castro en Cuba, inmune a la legalidad en su perpetración de agravios a los derechos humanos; y nadie hace nada.
Ya nos estamos acostumbrando, en el Sudán se está llevando a cabo una supuesta lucha tribal, entre los árabes pastores nómadas musulmanes que están acabando con los negros africanos también musulmanes, con la anuencia y apoyo del gobierno sudanés. Ahora mismo hay 700.000 mil sudaneses encerrados a la fuerza en la población de Darfur, sin permiso de recibir suministros ni ayudas internacionales.
Años tardaron los países desarrollados en llamar genocidio a la masacre de Rwanda. Todavía no llaman así a la de 1959 también en Rwanda, ni a la que protagonizó en 1958 Toure en Guinea, o las del cabo Sankoh en Sierra Leona en 1991 y en el 2000, ni a la que sucede hoy en Sudán. Llamarlas genocidio, o mejor dicho, darse cuenta de que suceden, tiene implicaciones legales y conlleva deberes morales de solidaridad y justicia que pocos están dispuestos a aceptar. Se mantiene el postulado de que es mejor mantenerse lejos de la candela, ver los toros desde la barrera. Total, son luchas tribales, problemas locales. No intervención en los asuntos internos de otros países es la regla, la buena regla, la democrática regla del respeto.
La historia recoge los hechos de los humanos. A ella pertenece el juicio sobre los actos cometidos. Enjuiciar con vistas al futuro no es adecuado. Por tanto toda crítica o juicio emitido sobre sucesos en desarrollo es inadecuado e inválido, además de injusto. Prohibido inferir, prohibido deducir, prohibido pensar, prohibido analizar, prohibido teorizar. Lo importante es lo sucedido, no lo que puede suceder. Las cosas sólo se demuestran por que suceden. Todo lo demás son hipótesis. Las hipótesis no sirven, no son aceptables. Así, mientras sucede una masacre en Sudán, o se prepara una guerra fratricida en Venezuela, que comenzará, según el Presidente Chávez, cuando los campesinos de Cabrutas, que tendrán que aprender a manejar un fusil -así lo ordenó el Presidente- o se matan entre ellos o se ponen en camino a dispararles a otros, como las montoneras de nuestro pasado guerrero, sólo que en este caso ya hay un grupo definido: los escuálidos, la oposición (definida como golpista por el único que piensa y decide aquí). Pero prohibido pensar en que aquí va a pasar algo feo o malo. Luchas faccionales, tribales, políticas, simples arrecheritas locales. No hay que temer, no ha sucedido nada.
Las firmas también son vistas con ese criterio. No se puede inferir -léase presumir- la buena fe. Sólo vale lo absolutamente objetivo, pragmático y descarnadamente mecánico. Si yo escribí tu nombre por la razón que fuera, tienes que demostrar que si es tu nombre. Tu firma no vale si tu nombre no lo escribiste tu.
Pero no se crean ustedes que ese asunto del pragmatismo a ultranza, del «ver para creer» descarnado y sin imaginación, es sólo ante los genocidios o las firmas. ¡Qué va!
Al gobierno de Bush lo están acusando de no permitir el acceso a información clave que habría evitado el 11-S. Si la información no está absolutamente probada: no es. También acusan a la administración Bush de haber minimizado los informes sobre los daños que puede causar el mercurio en los humanos; aparentemente, alguien cambió frases que aseveraban la posibilidad del daño y colocó en su lugar la palabra «hipótesis» o similar. Si no está absolutamente probado: no es. Recordamos con dolor y tristeza las maravillosas fotografías de Gene Smith sobre Minamata y las vidas truncadas de aquellos japoneses tarados de por vida por el mercurio.
«En todas partes se cuecen habas y en mi casa a calderadas». Minimizar la realidad objetivada por los demás es la práctica común de nuestros personeros gubernamentales. Las manifestaciones de la oposición son escuálidas, la huelga general es un saboteo, las muertes, torturas y maltratos, así como otras agresiones e irrespetos a la dignidad humana y por tanto a los derechos humanos, son exageraciones sin base de la oposición golpista. La información que no viene de ellos, siempre es sesgada, inadecuada y mentirosa. Los quemados del fuerte Mara en el Estado Zulia, sólo padecieron ligeras quemaduras, aunque su muerte pruebe lo contrario.
Los poderes autónomos ya no son poderes ni son autónomos. Todos dependen de la dependedera. Asumen su autonomía para concretizar más lo concreto. No hay autonomía de pensamiento ni de acción. No hay capacidad de pensar, ni de creer, la fe no existe, la buena fe no se puede presumir, la mala tampoco, se ejerce. Hombres actuando como máquinas de líneas de producción, no importa que ves, que oyes o que sientes, si no cuadra con este determinado esquema concreto y definido por coordenadas contabilizables: no es. Si cuadra, es, aunque sea mentira, como en la justificación del ataque a Irak en base a la presunción de armas de destrucción masiva. Se acabó el pensamiento, la inteligencia sólo sirve para programar y programarnos. Ya no hay abstracción posible que pueda cuadrar el futuro con mis esperanzas. Se acabó la expectativa, que viva la exigencia. Se acabó el futuro, que viva el pragmatismo puntual y su desarrollo programado. En esas estamos. O mejor dicho, están. Por que yo y muchos como yo, todavía y para siempre, haremos como los apóstoles, aunque el pragmatismo, el miedo al futuro y la inseguridad del presente, nos hayan quitado a nuestro «Rey», seguiremos adelante, aunque nos cueste caminar por el mundo predicando la buena fe, las buenas y sanas creencias y pensando hacia delante con la fantasía del que sabe que sin ilusión y sin amor no somos nada. Por cierto, sigo pensando que el referendo va, sin mayores bases que mi esperanza, mi fe, mi creencia en los seres humanos, mi fantasía y mi capacidad de análisis y de proyectar mis expectativas.
Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.