Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

domingo, 14 de diciembre de 2003

Actualidad al 12.12.2003. - 8 millones de firmas

Que la Virgen María ascendió a los cielos en cuerpo y alma es creencia primordial y básica entre los católicos, pero la obligación de creerlo fue conseguida como un logro colectivo de la espiritualidad cristiana católica en 1950, cuando Pío XII promulgó la Asunción de la Virgen como dogma de Fe. Cien años antes, Pío nono (IX) había abierto la posibilidad de reconocer como dogma de Fe la ascensión a los cielos de la Virgen, creencia asumida como verdad incontrovertible por todos los cristianos desde la muerte de la Virgen María, pero que no siempre fue expresada como tal, ya que también se conoció su fecha conmemorativa -15 de agosto- como la de la Dormición de la Virgen. La constancia, la determinación, la Fe cristiana y el propósito definido de conseguirlo como fuente de inspiración y celebración de su excelsa santidad, llevaron a los católicos a recoger firmas para solicitar al Santo Padre que declarase la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos. Y así fue. Más de 8.000.000 de peticiones firmadas llegaron al Vaticano entre 1858 y 1950. Ese fue un firmazo colectivo que duró casi cien años y que rindió un fruto tan inocente como divino y tan justo como reconfortante.

Pocos humanos han ascendido a los cielos en cuerpo y alma. Según el viejo Testamento sólo Elías el Profeta y quizá Moisés. Según el Nuevo Testamento, Jesucristo y su madre. En alguna parte leí que el padre de Matusalén también, pero no tengo mayores referencias al respecto.

Los católicos han sido tradicionalmente dedicados y valientes en defender y difundir su religión. Los mártires en la defensa de la Fe y los innumerables sacrificios personales y colectivos por la permanencia y extensión del cristianismo, han sido regla y norma del ser cristiano. Además de cristianos los católicos somos marianos. La Santísima Virgen María, en cualquiera de las denominaciones que nuestra Fe y nuestro cariño le manifieste, sigue siendo bendita entre todas las mujeres y a ella seguimos pidiendo que ruegue por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

Vandalizar imágenes de la Virgen o iglesias y otros santuarios de alta significación religiosa, es un acto agresivo, violento, irrespetuoso y aterrorizante. Los venezolanos católicos tenemos miedo, los católicos del resto del mundo tienen miedo por nosotros. El miedo reta nuestra Fe y nuestra devoción mariana y cristiana. También a los venezolanos de otras religiones le asalta el miedo y sus correligionarios en otros países temen por ellos y por nosotros. El reto a la Fe y la agresión a las creencias espirituales o de cualquier tipo, son estímulos muy fuertes para la aparición de los actos de coraje y valentía desmedidos que orientan a los grandes líderes y también a los mártires y a los denodados e incansables luchadores por los principios e ideas que mueven al hombre. El miedo es el ingrediente principal del valor. La burla y el desprecio lo son de la rabia y la sinrazón. Mantener la cordura y la serenidad en estas circunstancias que vivimos exige valor. Yo entiendo que quienes han violentado las imágenes religiosas y las iglesias, se sienten burlados y despreciados por sus jefes y supuestos líderes, sienten la indiferencia a su drama social, cultural y económico. Sus necesidades no han sido consideradas y hasta han perdido la fe, sienten que los políticos no les escuchan y por analogía tampoco los Santos ni la Virgen . Sienten que sus necesidades terrenales y puntuales dependen de otros, no les han enseñado a depender de sí mismos e interactuar con la colectividad en paz, respeto y armonía, les han mostrado que la interacción posible en la comunidad es sólo con quienes piensan y actúan así, de esta manera y con quienes apoyan y no cuestionan los líderes que ahora son incuestionables, despóticos, intolerantes, mentirosos y cínicos. Se sienten derrotados como ciudadanos y su frustración la expresan así: con rabia, violencia, vandalismo y sinrazón. Hoy son imágenes religiosas, mañana serán libros, fotografías y estatuas, pasado mañana?

Mussolini como otros, vivió y disfrutó la gloria y la exaltada esperanza de sus seguidores por muchos años, pero cuando se acabó la esperanza de sus seguidores ante tanta inconsistencia e infelicidad y ante tanta sordera, desprecio, violencia y abuso de la colectividad; las cambiantes masas, ardidas de rabia y frustración se rebelaron contra él, lo sometieron a un juicio sumario, y luego de condenarle y ejecutarle fue expuesto a la indignación popular. Tal es la evolución de la frustración y la desesperanza. Las personas sabemos que no son los Santos ni las Vírgenes nuestros proveedores ni nuestros gobernantes. Sabemos muy bien «quién es quien» y que busca cada quien.

Amar a la Virgen no tiene explicación, es un afecto profundo y envolvente que exige, como todo amor, entrega total, y como todo amor es para siempre. Eso no va a cambiar.

La adoración a un líder carismático puede cambiar. Mantenerse inmaculados como líderes de la revolución y de las esperanzas de los ciudadanos es imposible cuando no se tienen o no se ejercen las bondades de la misericordia, la aceptación, la tolerancia y el respeto.

Hacer valer los derechos que como seres humanos nos pertenecen es muy importante para todos, tanto para los que amamos a la Virgen y creemos en su ascensión a los cielos y de haber tenido que firmar esa petición de reconocimiento de nuestra creencia, lo hubiésemos hecho, como para quienes creemos en la democracia, el respeto, la tolerancia, la igualdad y la fraternidad y firmamos por el revocatorio de un gobernante que consideramos inadecuado, ineficiente, irrespetuoso, egoísta e insufrible, aún con la mejor intención y caridad cristiana.





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