Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

sábado, 5 de julio de 2003

05.07.2003 – Firma del acta de Independencia

Ciento noventa y dos años son demasiados años para vivir una persona, pero son demasiado pocos para la vida de un país.

Ciertamente, los países tienen vida propia, a la vida entera le llamamos «Estado», al cómo la viven le llamamos «Gobierno» y a quienes la viven les llamamos «Pueblo o Nación». Los Estados pueden ser decretados, pueden permanecer o ser anulados, morir, desaparecer o cambiar, los gobiernos pueden surgir, llegar, ser elegidos, permanecer, morir, desaparecer o cambiar, los pueblos son, permanecen y no mueren aunque desaparezcan nominalmente o cambien físicamente. Al final, país, nación y pueblo es lo mismo.

La historia nos muestra como la lucha de los pueblos, desde que se reconocieron como tales, ha sido la de construir Estados y procurarse cada vez mejores gobiernos, para así tener mayor bienestar y seguridad, es decir para poder atender como sociedad, cada vez mejor, a sus miembros. Los diversos grados y complejidades de la evolución de los estados y de sus gobiernos es materia interesante y primordial para entender la evolución del hombre, que al final se centra en la búsqueda de la estabilidad, el bienestar y la seguridad, que son, quizás, las motivaciones grupales más fuertes que hemos conocido y al servicio de la cuales ponemos los impulsos individuales de cada uno de nosotros.

Los gobiernos, desgraciadamente, pueden estar desorientados o ser ineficaces y los gobernantes pueden ser incultos, iletrados, venales, egoístas, incapaces y hasta ausentes.

Los pueblos, en cambio, pueden ser incultos, iletrados o analfabetas, pero no son venales, ni egoístas y nunca estarán ausentes o serán incapaces. Esta última aseveración es continuación de aquella que dice que los pueblos se dan a sí mismos los gobiernos que merecen, aseveración que no es peyorativa ni insultante, ni representa una intención negativa o pesimista, mas, por el contrario, implica el más alto grado de optimismo y seguridad en la capacidad que tienen los pueblos de resolver sobre el gobierno que desean para guiar el Estado que ambicionan.

Cuando los padres de la Confederación Americana de Venezuela, el primer y hasta el momento único Estado venezolano, firmaron el Acta de Independencia, sabían muy bien que obraban en representación de un pueblo que había decidido convertirse en estado soberano. Tenían muy claro que fuere cual fuere el gobierno que tuviere ese Estado, lo importante era contar con que el pueblo tenía y tiene «… un pleno poder para darse la forma de gobierno que sea conforme a la voluntad general…», y la ruptura con el Estado español estaba avalada de forma inequívoca por «… en uso de los imprescriptibles derechos que tienen los pueblos para destruir todo pacto, convenio o asociación que no llena los fines para que fueron instituidos los gobiernos…»

Los comentarios sobran. En el aniversario 192 de Venezuela, los principios que rigen la acción de los pueblos siguen siendo los mismos, y el respeto por los actos de la voluntad general, es primordial.

El 19 de agosto se inicia la posibilidad constitucional de revocar el mandato al Presidente del actual gobierno del Estado venezolano. Otros mandatos estadales y municipales ya están en la condición de ser revocados; hasta el momento no ha sucedido nada. A partir del 20 de agosto algo tendrá que suceder. 192 años son pocos años para un Estado destinado a permanecer, mejorar y llenar las expectativas de los pueblos que lo componen. Padecer desgracias, sufrimientos y desmejoras puntuales es el sino de los pueblos y por ende de los Estados, pero no salir de las desgracias, no superar los sufrimientos y no buscar con fruición la mejoría, es contra la naturaleza humana y por tanto, sólo la represión brutal e injusta puede mantenernos en esa situación de parálisis, con la consiguiente acumulación de frustración, desesperanza e indignidad. La consecuencia de tal presión íntima y colectiva, siempre es la explosión, la pelea por lo que es justo y es mi derecho.

Ahora es el momento de continuar con nuestras voluntades apuntando a un solo objetivo. Nuestros líderes, tanto aquellos en juego abierto como aquellos en juego todavía cerrado, tienen, como buenos y valerosos líderes que son, estoy seguro, un solo objetivo: canalizar la voluntad general hacia conseguir el resultado que buscamos, que es, por ahora, el referéndum revocatorio de la jefatura del gobierno.

Después nos tocará decidir quién y quiénes formarán el Gobierno del Estado venezolano.

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