Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

domingo, 8 de junio de 2003

Actualidad al 8.6.2003. – ¿Qué pasa?

La fallecida escritora y periodista estadounidense, Dorothy Thompson, escribió una crónica el 18 de febrero de 1938, que hacía referencia a la entrevista de Hitler con el Presidente de Austria en el refugio montañés de Berchtesgaden, apenas 6 días antes. En dicha entrevista, de manera despótica y brutal, Hitler había obligado a Schuschnigg a aceptar una serie de condiciones en principio inaceptables y a firmar concesiones igualmente inaceptables, tales como nombrar ministro del Interior a un nazi; concesiones inútiles, pues antes de 30 días se produjo la humillante invasión a Austria y su Presidente fue enviado a Dachau. Invasión de angustiosa memoria para los psiquiatras, pues por poco nos quedamos sin Freud, quien, finalmente, se salvó gracias a la corrupción del régimen nazi, que se dejo influenciar por Roosevelt, por Mussolini y por un cuarto de millón de schillings austríacos, por cierto que estos no alcanzaron para salvar a sus cuatro hermanas que murieron gaseadas.

De forma atrevida e ilegal, para estar cónsono con los tiempos de ayer y de ahora, me permito copiar el artículo, en traducción lo más literal que me ha sido posible:

«Escríbanlo. El sábado 12 de febrero de 1938, Alemania ganó la guerra mundial, y dictó, en Berchtesgaden, un tratado de paz que hace que el Tratado de Versalles parezca uno de los grandes documentos humanos de la antigüedad.

Escríbanlo. El sábado 12 de febrero de 1938, el nazismo inició la marcha a través de toda la Europa al este del Rin.

Escriban que la revolución mundial comenzó en serio —y quizás la guerra mundial.

Escriban que lo que ni siquiera los jefes de las fuerzas armadas de Alemania pudieron soportar —ellos protestaron, ellos renunciaron, ellos perdieron sus puestos— los así llamados Cristianos y la civilización democrática, lo aceptaron, sin arriesgar una gota de sangre valiente.

Escriban que el mundo democrático rompió sus promesas y sus juramentos y capituló, no ante la fuerza, que ante una terrible debilidad, armada solamente con crueldad y audacia.

¿Qué pasó?»

Ciertamente que hay paralelismos en cuanto a las reacciones que las sociedades tienden a adoptar cuando son confrontadas con peligros cuya proporción y trascendencia no es posible ver con claridad. Para Dorothy fue fácil darse cuenta de hacia donde iba Hitler, que quería y como lo pensaba conseguir. No en vano había estado en Alemania como corresponsal por muchos años y había visto y entrevistado a cuanto político importante hubo, hasta que su antinazismo declarado hizo que en 1934 el gobierno alemán le prohibiera seguir en Alemania. Además, por esos años estaba casada con Sinclair Lewis, premio Nóbel de Literatura, que se caracterizaba en sus escritos por sus análisis críticos de las actitudes y carácter del americano promedio. Acostumbrada estaba, seguramente, a analizar conductas y proyectarlas al futuro. No es por tanto intuición premonitoria lo que leemos en ese escrito, es más bien una educadísima y bien pensada inferencia del futuro de la Alemania de 1938.

No pretendo hacer un paralelismo entre Chávez y Hitler u otros dictadores modernos. Siempre habrán similitudes entre los autócratas y mientras más desconsiderados y despóticos sean más similitudes habrán. Hay historiadores que dicen y hasta lo demuestran, que unos aprenden de los otros. Hay pruebas irrefutables de que Hitler imitó a Lenin y a Stalin, aunque los odiaba. Donde se comienzan a diferenciar estos individuos es cuando ya poseen el poder, cuando, supuestamente, ya todos los pobladores son adeptos al régimen y cuando llega por fin el momento de demostrar para que querían el poder.

¿Qué pasó? Esa es la pregunta que tenemos que evitar hacernos en el futuro. No la podremos suprimir por decreto, ni impedirla por miedo a hacérnosla. Tenemos que evitar en nosotros la actitud que permitió que Lenin, Stalin, Hitler, Castro y tantos otros, pudieran ser gobernadores despiadados y audaces, que impusieron un orden despótico e ilegal y convirtieron a sus países en predios personales y a sus pobladores en presos permanentes sin derechos ni esperanza.

«El acuerdo de la mesa fue violentado por la actitud oficialista» Así son los titulares de los periódicos en estos días. Montoneras y riñas en la asamblea; Fedecámaras paralela; Confederación de Trabajadores paralela; Policías intervenidas y mermadas; delincuentes, asesinos y exconvictos en posiciones de poder y apoyados por el oficialismo (por cierto, Martín Bormann, Rudolph Hess y Adolph Eichmann, eran asesinos confesos y exconvictos. ¿Qué tal?); Gobernadores cuestionados; manifestantes y políticos agredidos y hasta intentos de asesinatos, como el que hubo en la Universidad del Zulia contra Leopoldo López, alcalde de Chacao y líder político en el partido Primero Justicia; la Asamblea sesiona incorrectamente para, incorrectamente, conseguir que las leyes incorrectas y agresoras a la libertad individual sean aprobadas. Hay indignación por todas partes. Hasta algunos de los seguidores del chavismo están indignados.

¿Nos estará pasando lo que pasó en Alemania? ¿Estaremos todos, como los oficiales alemanes y muchos de los oficiales venezolanos, protestando, a punto de renunciar y perdiendo sus puestos? En Alemania, Hitler mandó a matar un número muy alto de oficiales «disidentes» a quienes se les probaba su traición en juicios amañados con leyes espurias; Stalin, mandó a matar tanta gente y por tantas excusas que todavía no se han puesto de acuerdo los historiadores sobre el número de asesinatos. Castro acaba de permitir la condena a muerte de tres disidentes escapados del país, y los que osan pensar en términos diferentes a los del régimen y decirlo, van presos por muchos años.

¿Querrán renunciar los diputados y los líderes de las fuerzas políticas o nosotros, los de a pié… queremos hacerlo, irnos y no voltear para atrás, ver los toros desde la barrera?

¿Aceptaremos lo inaceptable «sin arriesgar una gota de sangre valiente»?

¿Cuándo nos daremos cuenta de que la supuesta fuerza con la que se nos amenaza en nuestra condición de seres libres, no es mas que «una terrible debilidad, armada solamente con crueldad y audacia»?

¿Qué pasa?


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Médico psiquiatra en ejercicio