Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

miércoles, 14 de mayo de 2003

Actualidad al 14.5.2003. – Sin alegría, pero con seriedad, paciencia y determinación

Hace tan sólo cuatro meses, los actos que realizábamos los de la oposición exudaban alegría, contagiaban alegría. Alborozo constante en medio de la manifestación de la vocación de libertades y de la solidaridad con los marinos, la gente del petróleo, la CTV, FEDECAMARAS, la Coordinadora Democrática, la mesa de Negociación y acuerdos, los desempleados, la Plaza de Altamira, los generales vilipendiados y humillados, etc. A la impaciencia del que se sabe vencedor se le unía la alegría del triunfo en curso, del implacable y seguro triunfo.

Las cosas no han cambiado mucho en estos cuatro meses. De hecho, tristemente están iguales. Lo que si ha cambiado es nuestra alegría. La pena por los demás en situación de desempleo. La indignación generada por los despidos masivos en PDVSA, la humillación a la que son sometidos los pocos reenganchados y los que permanecieron en sus puestos de trabajo. El desprecio por los méritos obtenidos en estudios, desempeños y desarrollo de ideas y cargos, junto a la politización nepótica de los puestos de dirección y ejecución del estado y de sus empresas y, últimamente, la designación de individuos en canonicato disfrazado en lugares claves para la formación de los jóvenes, como el INCE, hacen que toda alegría se torne en severa mortificación por el desarrollo inmediato, a mediano y a largo plazo de este país.

Sí, en cuatro meses no hemos avanzado nada, sigue retrocediendo el país, continua el empobrecimiento acelerado. Se avecina una moderada escasez de alimentos. Moderada, por que con tantos dólares guardados, el gobierno los utilizará para importar los mínimos necesarios para que la depauperación y sufrimiento del pueblo sea vista como la consecuencia lógica y directa de las acciones antipatrióticas de los industriales y comerciantes, que tienen detenidas sus líneas de producción y acaparan alimentos y otras cosas con la única finalidad de maltratar, hundir y hambrear al pueblo.

Es evidente que mantener esa alegría contagiosa y triunfalista es muy difícil en medio de lo que se vive en Venezuela. Pero la falta de alegría no debe ser confundida con tristeza, con desánimo o con depresión. Que no mantengamos el nivel de alegría contagiosa no significa que el ánimo haya decaído, ni que el pesimismo anide en nuestra alma. Creo que hemos ganado con los golpes y con la dura lucha política algo que no va desaparecer más nunca: seriedad, paciencia y determinación.

Nuestros deseos políticos ya no son solamente un deseo a llenar, ahora son una vocación definitiva.

Nuestra actitud de seriedad implica que medimos al contendor y calibramos sus actos con la mesura e importancia necesaria, sin descuidarnos en base a que nos sabemos ganadores y poseedores de la razón y la justicia y no basta con creerlo hay que justificarlo, transmitirlo, ponerlo en práctica y evaluarlo continuamente; no hay enemigo pequeño ni débil; ya sabemos que no hay ideas mejores o peores y que hay juntarse y apoyar aquellas que nos gustan y que compartimos, alrededor de las cuales construiremos la sociedad que queremos; ahora sabemos que la mejor manera de enfrentar a quienes disienten de nuestras ideas y principios es con respeto; eso es seriedad.

Paciencia, es una virtud que practican pocos y que es cada vez más necesaria. Del apresuramiento y la impaciencia sólo hemos obtenido malos ratos. Desplegar la virtud de saber esperar, de no apresurarnos antes de tener las situaciones claras y las salidas vistas, es primordial. No es necesario llegar al extremo de plantear los «¿para siempre?». La prudencia de saber esperar es, ha sido y será siempre, más efectiva que el apresuramiento y los buenos y esperanzados deseos de que todo va a ir bien, que la gente se nos unirá en el camino, etc…

Una de las cuestiones más importantes que nos han sucedido es el firmazo, entre las muchas cosas que hemos aprendido de esa gesta, está lo difícil de su logística organizativa y de la gestión posterior de auditoria, pero así se construye el camino. Ahora, no habrá quien pueda con nuestra capacidad de recoger, contar, cuidar y depurar firmas o votos o lo que sea. Otra enseñanza impagable ha sido la mesa de Negociación y Acuerdos. Es indudable que ahí se ha visto de todo, pero nuestros representantes han aprendido de primera mano «cómo se bate el cobre». Ni las peores manipulaciones y engaños de la cuarta república llegaron a tal nivel de cinismo y desprecio por las intenciones de un sector de la población, tan importante y representativo. Todos los juegos posibles y más se vieron en esa mesa, el pobre Sr. Gaviria, debe estar de cama, el no sólo perdió su alegría, debe estar triste y hasta deprimido. Creyó en el gobierno y lo engañaron, se fió de las buenas intenciones del gobierno y no le respondieron, buscó el apoyo internacional y se le aguaron los socios. Los famosos «amigos» no encuentran donde meterse, tanto, que a la habitual ambigüedad del lenguaje diplomático se le ha juntado ahora la pobreza de ideas y la falta de imaginación para plantear salidas airosas. No hubo más «puente de plata» para nadie. Se trancó el juego donde se tenía que trancar, antes de llegar a algo concreto. Pero lo que todos sabemos, gobierno y oposición por igual, es que el revocatorio va.

Determinación nunca nos ha faltado, ahora menos. Hacia allá vamos y allá iremos. Llegaremos sin duda. Como decía al comienzo: sin alegría, pero con seriedad, paciencia y determinación.

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