Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

domingo, 2 de marzo de 2003

Actualidad venezolana al 2.3.2003

Tres soles indican en la jerarquía militar venezolana el más alto grado alcanzable en época de paz. Indica también, obviamente, el más alto grado de preparación, capacidad para el mando, planeación estratégica, organización y gerencia de los recursos militares. Significa también, aunque esto es menos comprobable, un alto grado de ascendencia –léase: liderazgo– dentro de la fuerza respectiva y, lógicamente, en las otras fuerzas, ya que a esa altura del mando las fuerzas tienden a ser vistas y tratadas como un conjunto, mas que como unidades relativamente independientes. Menos notorio, pero muy importante, clave, quizá, es que ese altísimo nivel de mando debe corresponderse con una confianza casi absoluta, o absoluta, del gobernante en el trisoleado y una lealtad a toda prueba de éste al gobernante.
En Venezuela no habíamos vuelto a tener Generales en Jefe, desde la época de López Contreras. Súbitamente y sin mediar, ni la necesidad ni la expectativa, el Presidente de la República ascendió en el 2001, al General de División (Ej.) Lucas Rincón Romero, a General en Jefe. En julio del 2002, este oficial pasó a retiro y hace un mes a Ministro del Interior y Justicia. Estimo, por la velocidad de los acontecimientos honoríficos y la densidad de las responsabilidades que le han endilgado, que sus próximos puestos serán: Vice-presidente ejecutivo o Presidente de la Junta de Gobierno, o ambos en secuencia.
Yo no se si el General en Jefe retirado se merecía o no esos soles. Quiero creer que si. Por tanto, no puedo opinar sobre su actuación profesional y su carrera militar. Ahora bien, actualmente está al frente del Ministerio del Interior y Justicia y, en esa condición, siento que si nos afectan a los civiles venezolanos, su persona y actuación.
El 12 de abril de 2002, en la madrugada y antes de irse a dormir, este General salió por radio y televisión, acompañado por los miembros del Alto Mando Militar, diciendo: «Los miembros del Alto Mando Militar de la Fuerza Armada Nacional de la República Bolivariana de Venezuela deploran los lamentables acontecimientos ocurridos ayer. Ante tales hechos se le solicitó al señor Presidente la renuncia de su cargo, la cual aceptó.» Aunque esa breve pieza de oratoria militar está muy mal redactada, es evidente su intención de informar al pueblo venezolano del hecho concreto de la renuncia del Presidente. Acción avalada, nada menos, ni nada más, que por el más alto jefe militar de la Nación, rodeado de los siguientes más altos jefes militares. Si esa no es una garantía suficiente, ¿Qué es una garantía suficiente?
Pero, si alguna duda se sembró en nuestros pensamientos al regreso del Sr. Chávez, ésta ha quedado despejada, de manera definitiva y absoluta con lo dicho por el Sr. Ministro del Interior y Justicia, General en Jefe retirado Lucas Rincón Romero, el 28 de febrero «próximo pasado», en declaraciones a la prensa nacional: «Yo no me he caracterizado por ser un embustero. Cuando he dicho las cosas, las he dicho con toda realidad, con mi conciencia limpia y tranquila»
No es necesario analizar en detalle este asunto para darse cuenta de la enorme responsabilidad con la verdad que tiene el Sr. Ministro Lucas Rincón, que es el mismo Señor General en Jefe retirado Lucas Rincón Romero. Si él es tan veraz como dice, debe actuar en tal sentido, de una vez, todavía lo puede hacer, luego será tarde; y tarde, hoy por hoy, significa que no es digno de estar donde está, ni de detentar el honor que se le confirió. Mejor es que haga mutis por el foro, y se vaya. Así, al menos, no seguirá siendo utilizado y no acumulará más oprobio a su hoja de servicio, que ya luce oscura a pesar de tantos soles. El General debe probar con hechos lo que dice con palabras, de no ser así, pienso que él no es una garantía para la justicia, el orden y la protección de las personas y sus bienes, ya que su alocución del 12 de abril de 2002, fue un acto que, hoy día, resulta imperdonable, indigerible, absolutamente mezquino y falaz. Sólo explicable por la progresión de funciones públicas, que hace 4 párrafos imaginábamos.

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