Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

jueves, 27 de marzo de 2003

Actualidad al 27.3.2003. –(¿Paz insensata?)

«Nadie es tan insensato para preferir la guerra a la paz;…» Palabras de Herodoto, el «padre de la historia». Palabras que resultan chocantes en una persona que vio tantas guerras por tantos años, que vivió y estudió el terrible conflicto entre los ideales políticos de Grecia (Europa) y Persia (Asia), y que describió las desgracias del ser humano sometido al estrés infinito de la guerra. ¿Será que en la época de Herodoto no tenían los hombres conflictos tan serios como los que tienen hoy día? ¿Cuándo aparecen los insensatos que prefieren la guerra a la paz? ¿A quiénes se refería Herodoto?
No soy un insensato, prefiero la paz. Mis amigos no son insensatos, prefieren la paz. No conozco, personalmente, a alguien que prefiera la guerra. Sin embargo, 45 países prefieren la guerra. Bush, Blair, Aznar y muchos otros, prefieren la guerra. ¿Serán por eso insensatos?
¿Saddam Hussein prefiere la guerra? Pienso que sí. ¡Insensato!
Chávez, Castro, Fox, Chirac y Putin, no prefieren la guerra. ¿Son sensatos?
Los cines están casi vacíos. La televisión ha bajado en audiencia en todos los programas que no son de noticias. La guerra es el entretenimiento del día y de la noche. Se de personas que se despiertan a media noche o más tarde y van al televisor a ver qué ha pasado en la guerra contra Saddam Hussein. Los gravísimos problemas políticos, sociales y económicos que padecemos, en Venezuela y en otros países, han pasado a un segundo plano de interés. La sordera, la visión borrosa y la justificación de lo injustificable, parecen ser los males de los dirigentes mundiales. Tan injusta e inaceptable es la actitud del marshall tejano del mundo, como la del aséptico y cínico comerciante francés, o la del desalmado asesino, mentiroso y genocida iraquí. A ellos no se les puede aplicar el calificativo de sensatos. Bush, Blair, Aznar y Hussein, hacen la guerra. Chirac y Putin le dan las armas y los motivos a uno y le niegan el reconocimiento a los otros. La ONU está paralizada por la perfidia del veto y la injusticia de las deudas, prebendas y negocios futuros con los grandes. Al final, los que no están en la guerra, están esperando que termine pronto con la victoria del que ofrece más posibilidades de desarrollo para Irak. Es decir, mejores negocios para ellos. Pescar en río revuelto es la regla. Lo que es importante es lo que los demás quieren para ellos, no lo que ellos quieren para sí mismos. El «fair play» o juego equitativo y justo de los angloparlantes, es «juega conmigo, como yo quiero». ¿Alguien les ha preguntado?
¿Por qué llegamos hasta aquí, hasta esta guerra? Hay muchas teorías, la prensa escrita, hablada y televisiva del mundo, expone cada día varias. Todas interesantes. Todas probablemente válidas. Lo que pocos dicen es que esta guerra es la segunda parte de la otra, la del 1991, la famosa tormenta del desierto que no finalizó. En aquel momento la coalición tenía un mandato de la ONU, comprensible y limitadísimo, absolutamente inaceptable desde el punto de vista militar, político, económico y social, pero bonito como propaganda, útil para ganar indulgencias mediáticas. Fue mejor hacer la guerra, aunque fuera un poquito, por unos días, que no hacerla del todo. Además, había que probar las armas y demostrar quien manda aquí y allá. Así pues, pasó lo que sucede siempre que los problemas no se atacan y se resuelven de una vez; se van agravando y después es casi imposible resolverlos. Las posibilidades de que esta vez tampoco se resuelvan son muy grandes. Irak, tristemente, aparte de todas las desgracias que le ha tocado vivir con su Presidente malvado, se ha convertido en el campo de pruebas del armamento militar más sofisticado y en el test definitivo de las tropas profesionales altamente tecnificadas.
Menos carne de cañón y más electrónica. Un soldado de la coalición vale por 5 o más guardias republicanos y un fedayín, con armas convencionales. Algo se vio en Afganistán. Ahora lo veremos en directo y al momento de producirse los acontecimientos. Tanques sofisticados, aviones ultra especializados, bombas y misiles con precisión quirúrgica, delfines, entrenados y cuidados como perros queridos, que encuentran minas y que a lo mejor tienen otra actividad secreta, vaya usted a saber. No es la primera vez que se prueban armas, métodos de guerra y las habilidades de la soldadesca, aprovechando la oportunidad del conflicto. Qué tanto pesa ese concepto en la no búsqueda de la paz, es algo más que no sé. Varios países han sido escenarios dramáticos y trágicos de ese escalón en el desarrollo de las ciencias de la guerra. Manchuria, España, Viet Nam, por nombrar algunos modernos; la antigüedad también tuvo sus guerras parcialmente «experimentales».
La sensación que tengo es la de estar inmerso en un mundo de mentiras, falsedades, reservas mentales, tergiversaciones y medias verdades, que se está psicotizando, que se está acostumbrando a vivir así. Los mensajes son controvertidos, contrapuestos, dobles y es casi imposible discernir sobre la veracidad y la falsedad. Con Herodoto pasó algo similar, en su época no había televisión ni reporteros. El era el periodista, el cronista del suceso. Quienes leyeron sus descripciones de las guerras médicas le llamaron el «padre de las mentiras», no podían creer que hubiesen individuos con sólo un ojo, pues habían perdido el otro, el de la fe, que estuvieran en guerra todo el día, todos los días, peleando por el oro, por las riquezas. Sin embargo, supieron de Creso y sus riquezas, de su derrota y de la incredulidad del sabio estadista Solón.
Nuestra confusión no nos hace tibios ante los problemas que confronta la humanidad. No es blanco y negro, conmigo o contra mi, La manipulación, la falta de sinceridad y diafanidad de todos los políticos y gobernantes presentes en el problema, no nos deja salida. Cualquier inclinación que se muestre, encuentra una contrapartida supuestamente moral o desleal. El problema no somos quienes no deseamos la guerra, quienes no la queremos y no la preferimos a la paz, y tampoco queremos personajes como Hussein dañando, maltratando y acabando con personas y libertades, o como Bush ejerciendo, por arte de no se qué autoridad, el cargo de policía mundial, planetario; y menos aún queremos esa ONU, que cuando tiene que probar su eficacia en procurar la paz, se muestra entrabada y hace gala de ineptitud. Es un juego maldito.
Sí, en época de Herodoto y antes y después, había quienes deseaban la guerra, preferían la guerra, no les importaba la paz, necesitaban el oro, querían el oro, a pesar del sufrimiento. El oro de hoy es negro y tenerlo es una necesidad. Por eso, como todo lo que se dice a medias es sólo media verdad o falso, copiaremos de nuevo, esta vez completa, la frase de Herodoto: «Nadie es tan insensato para preferir la guerra a la paz; en tiempo de paz los hijos entierran a sus padres; en tiempo de guerra los padres entierran a sus hijos.»
¡Qué dolor tan grande! ¡Qué sensación de no poder hacer nada!

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