Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

martes, 25 de febrero de 2003

Actualidad venezolana al 25.2.2003

¡Cataplum…!
Sobresalto inmediato, mi esposa y mis hijos impresionados, yo, perplejo. Nos asomamos por las ventanas, no se oye nada, ni ruido de autos en las calles. Nada. Esperamos un rato. La TV no da ninguna noticia, la radio, tampoco. «Debió ser un cohetón en un estacionamiento.» «No creo, suenan duro, pero no tanto.» Digo yo. De nuevo a dormir.
¡Cataplum…!
Sobresalto inmediato, de nuevo, todos impresionados. Me recuerdo, súbitamente, de las torres gemelas el 11 de septiembre, iba en el auto escuchando la radio, de pronto interrumpen con la música sin fin y enervante de dar noticias: «Una explosión, se presume accidental en una de las torres del World Trade Center… nos informan que fue un accidente, un avión chocó contra la torre.» Minutos después: « Otra explosión en la otra torre… Otro avión chocó contra la otra torre. Esto ya no es casualidad, esto no es accidente, esto es… terrorismo». Así fue como oí la noticia, así fue como me enteré de que el terrorismo nos estaba pegando cerquita. Hasta ese momento era cosa de los demás. Lamentable, muy lamentable, pero no lo teníamos tan cerca, a pesar de tenerlo al lado. En quince minutos o menos, la segunda enorme explosión, esto ya no es cohetón, esto es algo malo, terriblemente malo. Minutos después, el noticiario confirma nuestras ominosas predicciones, dos bombas, una en la Embajada de España y otra en el Consulado de Colombia.
La siguiente hora la pasamos frente al televisor esperando una tercera bomba en el Consulado o en la Embajada de los EE.UU. La lógica era aplastante. El Presidente, hacía apenas 30 horas, se había metido contra el gobierno de España, el de Colombia y el de los EE.UU., en su maratónico programa de radio y televisión, exigiéndoles, injustamente, que se ocuparan de sus propios asuntos. Durante esa alocución su actitud y lenguaje fueron amenazadores y desconsiderados. Impropios, diría yo. Actitud incomprensible e inaceptable, que sólo es entendible, si es que él, así, espera conseguir que quienes nos quieren ayudar, dejen de hacerlo. Por supuesto, en nuestras mentes acaloradas por la sorpresa repetida, los círculos del terror entendieron el mensaje y lo estaban cumpliendo.
En estos últimos días vivimos en perenne angustia de expectación. Aquí, en este país, todo está en veremos, entre paréntesis. Se generan problemas que tardan mucho tiempo, esfuerzo y esperanza, en resolverse y, cuando sale una decisión, ésta es la menos deseada, la más injusta o la más absurdamente anodina. Los de la oposición, somos todo lo malo que se puede calificar a alguien y a un grupo, sin serlo. Los del gobierno son todo lo respetuosos, conformistas, legalistas y bondadosos, que se puede ser, sin serlo. Paradojas más difíciles de explicar que la de por qué el cielo de noche es oscuro si está tan lleno de estrellas (Paradoja de Olbers).
No nos olvidemos que los aviones que chocaron contra las torres no eran solamente dos aviones, habían más y contra otros objetivos, diferentes en sentido y significado, pero iguales en cuanto a ataque terrorista. Quizá, la única ventaja que tenemos es que sabemos quienes son y donde están. No tenemos que irles a buscar en ninguna parte. Están aquí. Ahí mismo. Es obligación ineludible del gobierno encontrarles, juzgarles y castigarles. Si no lo hacen, otros lo haremos. Un día habrá y no muy lejano, en que, si no son juzgados los que deben serlo, lo serán después, junto con sus cómplices, instigadores y encubridores. Pero, obviamente, lo que no sabemos es cuales serán los próximos objetivos. Para saberlo, habrá que preguntarle a quien oiga y vea ese programa, yo no lo veo, así que no sé. Me seguirán impresionando y asustando.
Los gobiernos afectados no aceptarán, seguramente, las suposiciones fantasiosas de las policías, no van a aceptar que las bombas las pusieron los de la plaza Altamira o la oposición, para hacer quedar mal al gobierno, o que fue un crimen pasional contra el guardia herido frente a la embajada de España, o que lo del consulado de Colombia fue un ajuste de cuentas entre malandros y narcotráfico que, casualmente, pasaban por allí.
La patraña gubernamental ya no se puede seguir disimulando. Todos sabemos que lo que nos espera no se puede seguir pintando como el resultado de nuestras acciones de protesta. Ya no engañan a nadie. La presión que ejercimos y ejercemos con nuestra actitud de rebeldía y resistencia pacífica, es muy grande. El gobierno ante la imposibilidad de gobernar, ya que sólo pueden destruir, se ha visto en la necesidad de combinar la mentira y la fantasía con el engaño, y la agresión verbal con el terrorismo judicial.

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