Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

sábado, 22 de febrero de 2003

Actualidad venezolana al 22.2.2003

Francamente, no se por donde empezar. Esperaba, hoy o mañana, publicar en la red un par de pequeños trabajos sobre los líderes políticos y sobre la función actual de los partidos políticos, pero los eventos de estas últimas 48 horas me obligan a cambiar mis planes. Ahora, como decía antes, no se por donde empezar. Podría ir a la policía y entregarme, por que yo también, según el criterio oficial del presidente Chávez y sus acólitos, soy un delincuente por estar incurso en los mismos delitos que Carlos Fernández. Según el juez, que por cierto lo es de forma accidental y temporal desde octubre 2002, no ha realizado ningún curso de especialización, tiene antecedentes por homicidio en 1989, practicó el derecho como secretario de tribunal cuando salió en libertad, fue destituido de policía y de escolta del presidente Pérez hace diez años y, últimamente, era defensor de uno de los pistoleros de Puente Llaguno que disparó a mansalva a los manifestantes del 11 de abril de 2002, aparte de ser socio de otro abogado extremista y desfachatado, que propuso efectuar «juicios populares» en las calles a quien, a ellos o «al pueblo», les viniera en gana. Decía que, según ese juez, los cargos son: traición a la patria, exposición de la república a la devastación y al saqueo, rebelión civil, instigación a delinquir y agavillamiento. Siguiendo esa línea de pensamiento, diría que todos somos, además, culpables con agravación, de autoría intelectual, pues Fernández me representó y me representa ante la opinión pública, es decir yo y mis co-firmantes hicimos que nos representara en lo que queremos. Somos 4,5 millones de co-firmantes. En esencia, el recibió un mandato y lo cumplió a cabalidad. Podría esconderme y pasar a la clandestinidad, por que más tarde o más temprano a mi también me van a venir a buscar por hablar mal del gobierno e incitar a la rebeldía y a la resistencia pacífica y eso es, según ellos, terrorismo verbal e intelectual. Podría quedarme callado. Podría irme del país. Podría seguir haciendo lo que he venido haciendo en los últimos dos meses y medio, escribiendo y escribiendo.
Se que hacer, pero no se por donde empezar. Así que iré descartando: de aquí no me voy; no voy a ir a la clandestinidad, todavía, respeto a quienes lo han hecho, pero yo, por ahora, prefiero seguir aquí, además no soy muy conspicuo para ellos, todavía…; no voy a ir a entregarme a la policía, todavía, pero cuando decidamos todos hacerlo, con ellos iré; no me voy a quedar callado. Decidido, seguiré escribiendo y escribiendo.
Este Carlos Fernández, a quien no conozco, pero que he visto y oído por la TV, casi a diario, desde que era vice-presidente de FEDECAMARAS en diciembre de 2001, y en abril de 2002 tuvo que asumir la presidencia, por el autoexilio de Pedro el Breve (Carmona), desde entonces ha sido nuestro portavoz y ha interpretado nuestras actitudes, como una persona constante, valiente, frontal, terco y aguerrido. No se podría esperar menos de un aragonés, así son ellos, y éste, transplantado a Venezuela desde muy niño, lleva la tradición de justicia y lucha por sus derechos que ilustra los más terribles capítulos de la historia de Aragón. Para ejemplo baste la gesta de Juan de Lanuza, Justicia de Aragón, (algo así como el defensor del pueblo, las leyes y la justicia en el antiguo Reino de Aragón) quien fue mandado a decapitar por Felipe II, en 1591, por haber defendido los fueros que ese mismo Rey había jurado y no cumplía. Por cierto que esa figura de Justicia de Aragón, tan incómoda para los monarcas, fue abolida en 1711, pero dentro del actual ambiente democrático hispano, con la instauración del Estatuto de Autonomía en 1982, regresó la figura a Aragón y su función actual es de defensor del pueblo, protegiendo y defendiendo los derechos individuales y colectivos. Yo espero que no le corten la cabeza a Carlos Fernández, que no le toquen ni un cabello, pero estoy seguro que él, como lo haría yo y al menos 4,5 millones más de firmantes a favor de la democracia, las libertades y el respeto a los derechos individuales y colectivos, sentiríamos algo más que orgullo de morir por esa razón, después de todo el lo lleva en la sangre y nosotros creemos en su trabajo de representarnos. Nos fiamos de él. Estaremos con él.

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Médico psiquiatra en ejercicio