Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 31 de enero de 2003

Actualidad venezolana al 30.1.2003

Hoy se cumplen 60 días del paro. Una gesta en desarrollo, difícil de celebrar. Sesenta días de motivación y esperanza, de sacrificios económicos y sociales, de admiración por quienes han comprometido su vida, su carrera, su bienestar económico, sus inversiones y su visión de un futuro cómodo, tranquilo y sereno. Son muchos días de poco hacer, de mucho pensar y poco producir, de mucho rezar y poco entender. La perplejidad sigue, como la sombra, a las noticias. Sólo el gobierno produce noticias. La oposición no genera noticias. Ella es la noticia. Está ahí, simple y llanamente. Sigue oponiéndose, tranquilamente, alegremente, seguramente.
También se cumplen hoy 100 días del pronunciamiento de los militares en la Plaza Francia de Altamira. Han ocupado ese bastión por el mismo tiempo que le tomó a los franceses restaurar en su trono a Luis XVIII, luego de haber sido destituido por Napoleón que se había escapado de Elba. ¿Ironía del destino? ¿Quién sabe? Francia siempre ha luchado fuerte y parejo por la libertad, la igualdad y la fraternidad. Y a la tan frecuente pregunta ¿Qué hacen esos militares ahí, de que sirve eso?, respondo que hacen lo mismo que hago yo, que han hecho los de PDVSA, los marinos mercantes, los maestros y todos los que nos hemos declarado y estamos practicando la resistencia activa y pacífica
Incómodo, muy incómodo, es como me siento ahora.
Ya no estoy tan bravo ni tan desilusionado y frustrado. Incomodidad es la palabra que define mejor lo que sentimos algunos, después de los últimos acontecimientos políticos-judiciales y en presencia del desarrollo de la actualidad venezolana. Molesto y disgustado sí, además de tener esa sensación de indignidad que no me abandona y que no he podido aliviar a pesar de las muchas cosas que me digo, del mucho énfasis que pongo en sentirme orgulloso de mis congéneres y del optimismo rampante que impongo a mi vida y pensamientos, y que comparto con todos los alegres optimistas de este país. Quisiera poseer la llama perpetua del optimismo, el altruismo y el contento de estar actuando bien y por las más nobles causas: la paz, el bienestar, la justicia y la confraternidad.
Una muchedumbre, deslumbrante de colores y alegría, estuvo por casi 32 horas seguidas en la autopista, entre Chacaíto, el distribuidor Altamira y el Distribuidor Los Ruices. Independientemente del numero de personas, que era muy alto, lo que llamaba la atención era la alegría y la determinación de estar allí, a pesar de lo frustrante y retorcido de los últimos acontecimientos y la indigna bofetada a la disposición democrática electoral de todo el pueblo venezolano. Esa actitud es como la de aquellos juguetes que si los mueves o acuestas, de inmediato retornan a su posición original, los “porfiados”. Eso es lo que somos, unos verdaderos “porfiados vivientes”. Eso es lo que tenemos que seguir siendo, porfiados hasta el final y después también. La obstinación y terquedad, en este momento, son nuestras primeras actitudes colectivas e individuales. Si mil veces nos tumban, mil una nos volveremos a levantar. Si mil veces se apaga mi espíritu, mil una se encenderá.
Lo que va a suceder en los próximos días, ya está escrito. El guión lo intuimos todos. Así fue con el que acaba de ser representado. Esperábamos el referéndum, pero sospechábamos que no lo tendríamos. Esta es como una de esas novelas por entregas o de la televisión, que tiene capítulos y capítulos y no termina nunca y, mientras más esperas que algo suceda, sucede lo contrario. Así se mantiene el interés y se permite al tiempo que regule o cambie las cosas. El gobierno pretende ganar tiempo, por que están seguros de que el tiempo les brindará el reconocimiento electoral que hoy les estamos negando y que el propio presidente, que tiene más de veinte años empeñado en representar el papel que hoy actúa, cree tener; a pesar de nuestras manifestaciones en contrario.
Si alguien piensa que el presidente se va a ir y dejar el gobierno como resultado de nuestra presión supuestamente “light”, que no lo siga haciendo, pues así no se va a ir. El también es un porfiado y se siente atornillado.
¿Y entonces. Qué hacemos. Cual es nuestro próximo paso?
Es muy importante acordarse de la gota de agua que horada la piedra. De la terrible agresividad y energía que se esconde tras la resistencia pacífica. De la fuerza de la alegría en el momento de asumir las más dramáticas posiciones de rechazo, resistencia y expresión de nuestros ideales. Es un embate imposible de contrarrestar.
Las soluciones son muchas. Obviamente van desde la violencia montonera desorganizada e impulsiva, a la resistencia pacífica organizada, paralizadora y porfiada. La sociedad venezolana pareciera haber escogido esta última. La gama de oportunidades será mayor y el tiempo de ejecución efectivo será menor, mientras más desorganizada, violenta e impulsiva sea nuestra lucha; por el contrario, habrán menos oportunidades, el tiempo que tomará será mayor –por no decir, largo- pero las posibilidades de éxito se multiplican, si escogemos, como lo hemos hecho, la resistencia pacífica organizada, paralizadora y porfiada. Las razones son muchas, pero baste saber que en el caso de las montoneras impulsivas, violentas y desorganizadas, son menos los que luchan y muchos los que mueren o salen heridos, de ambos bandos. Aunque la sorpresa, la agresividad demostrada visible, el caos y el miedo, abren oportunidades para el éxito.
La resistencia pacífica, pasiva o activa, no está exenta de peligros, sobretodo en regímenes de tipo dictatorial, policial o miliciano. Pero al haber más gente comprometida, además de empresas, gremios, sociedades, grupos de cualquier tipo, etc., estar organizados, con estrategias claras y bien definidas, la paralización final del gobierno, medida por la ingobernabilidad, la ineptitud ya manifestada y la escasez de recursos del estado, traerán como consecuencia la victoria electoral de los resistentes. Sin derramamientos de sangre, con unión cívica, solidaridad, respeto y lealtad con los principios democráticos. Que es, después de todo, el resultado que queremos tener. La sociedad en la cual queremos vivir.

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Médico psiquiatra en ejercicio