Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Contrasentido

(Artículo de opinión publicado en la página 9 del diario El Nacional, el viernes 12 de noviembre de 2010)

Los venezolanos estamos viviendo una etapa en la cual los parámetros que servían de cauce intangible a nuestras acciones y creencias socioculturales, ya no son tomados en cuenta, aunque existen y están plasmados en infinidad de normas, reglamentos, leyes y la Constitución. No se trata de que no se cumplen, es que son suplantadas por órdenes impulsivas e insuficientemente informadas, o se tergiversan los términos y condiciones de las reglas o leyes y en algunos casos se rebuscan situaciones que, sin ser totalmente ilegales, están tan al borde de la justicia que terminan siendo una burla a la misma.

Tanto el funcionario público con poder delegado como aquel que lo detenta por voto popular, parecen tener necesidad de hacer cumplir sus propios e insaciables deseos de demostrar y ejercer autoridad, sin consideración ni apego legal.
Basta con que parezca legal, no tiene que serlo, es el lema.

Con este gobierno, el avance de la nación hacia el mundo moderno pareciera haberse detenido y las oportunidades de efectuar propaganda personalista ante la mayoría de los gobernantes de peor fama internacional y algunos de los países más corruptos y con más conflictos internos e internacionales, se han multiplicado.

Gracias al drenaje de nuestros dólares petroleros nos estamos jugando la paz interna, el futuro de nuestros hijos y nietos, estamos comprando cosas que no necesitamos, pero que si necesitan los egos de los gobernantes y las estamos pagando con dinero y bienes que necesitamos desesperadamente.

Armas, reactores nucleares, aviones y tanques de guerra, no los queremos, no nos sirven. El apresto militar propuesto es exagerado y es un cuento para avalar reconocimientos de otros e impresionar a vecinos, pero las buenas y sanas políticas económicas y sociales, así como el gastar dinero en alimentación, educación, preparación de funcionarios públicos, adecentamiento, estímulo y refuerzo del sistema judicial y de las prisiones, exposición y sanción pública de los corruptos, incentivar la transparencia de la ejecutorias gubernamentales a través de la apertura de archivos y la abierta toma de decisiones y manejo de cuentas del estado, serían políticas sanas y envidiables por el resto de los países que no están pendientes de ver que pueden sacar de provecho de este visitante dispendioso que pagará en dólares, plátanos, cacao, café y petróleo. Al precio que pondrán ellos, por supuesto, porque si al precio internacional fuera, más ganancia, más rapidez y por tanto menos costo, obtendría Venezuela si fueran países más cercanos geográficamente y con mejores comunicaciones aéreas y marítimas.

Imagínese el lector una caja de cambures maduros viajando a Bielorusia y recuerde que a veces nuestros mejores esfuerzos nacionales de exportación se pierden en aeropuertos y aduanas. El transpone y almacenaje, definitivamente, no es nuestro fuerte.

No tengo dudas de que la labor “altruista” del gobierno actual de Venezuela, algún día será reconocida en esos países y en el mundo, pero hablarán de aquel país que dejó de serlo, que se hipotecó, que se olvidó de los suyos, que se convirtió en nada, que su autoabandono lo llevó a la miseria social, económica y cultural, pero que siempre mantuvieron sus habitantes la moral en alto, pagando las deudas contraídas por los gobernantes por salir con guirnaldas en los periódicos extranjeros y ver sus nombres escritos en caracteres cirílicos o en árabe.

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